Recopila el historiador Agustín Sánchez relatos clásicos de sucesos violentos
"La nota roja del siglo XIX refleja la nación de la derrota"
A diferencia de hoy no podemos hablar de una delincuencia organizada, señala el autor
Los relatos agrupados en Terribilísimas historias de crímenes..., antecedentes de Posada
Ampliar la imagen El arte de José Guadalupe Posada reflejó las historias de nota roja que se produjeron durante el siglo XIX
Ampliar la imagen El arte de José Guadalupe Posada reflejó las historias de nota roja que se produjeron durante el siglo XIX
Una mañana, a la redacción del periódico llegó un hombre cubierto hasta la nariz por una cobija, bajo la cual escondía un bulto a la altura del estómago. Preguntó a un encargado si ahí era donde compraban noticias. El interrogado respondió que sí.
Patrón dijo entonces traigo una noticia. ¿Cuánto me dan por ella?
Pues hombre... depende de la importancia. Diga usted...
El hombre embozado se dirigió hacia una mesa, apartó la cobija, abrió las manos y dejó caer sus intestinos.
Contó que en una esquina, no supo quién, le habían propinado una puñalada.
De esa manera respondió el herido a un anuncio publicado por el periódico bajo el encabezado: "Se compran noticias". La publicación prometía pago inmediato una vez que la información fuera corroborada: el pago era proporcional a "la abundancia y veracidad de los detalles, de tal manera que cualquiera podría ganar en un instante, con un poco de actividad, desde diez centavos hasta ¡¡¡diez pesos!!!"
El hecho fue real. Ocurrió en 1894 y lo refiere el historiador Agustín Sánchez en su nuevo libro, Terribilísimas historias de crímenes y horrores en la Ciudad de México en el siglo XIX (Ediciones B) en el que, desde la nota roja, ofrece un retrato de la sociedad capitalina decimonónica.
Sánchez comparte con otros historiadores y escritores la fascinación por el siglo XIX mexicano: "Hay una seducción que no es gratuita, porque ese siglo es clave para entender lo que hoy somos como país".
A sabiendas de que numerosos autores han escrito sobre aspectos múltiples de la historia política, económica, cultural, literaria del siglo XIX, Agustín Sánchez buscó una perspectiva novedosa en la nota roja, donde obviamente se observa la tragedia, pero también el humor y la picardía cotidianos de la sociedad decimonónica capitalina, así como esa vertiente "siempre presente: la corrupción del poder político".
Dividido en dos partes, el libro de Agustín Sánchez ofrece un muestrario amplio de crímenes, cual más asombroso, indignante, perturbador, insólito, chusco, pero siempre revelador de la moral, los valores, los prejuicios, los temores, las esperanzas imperantes en la época.
No falta la historia de Los bandidos de Río Frío, que inspiró la conocida novela de Manuel Payno. A esa banda la comandaba el coronel Juan Yáñez, jefe del Estado Mayor Presidencial durante la dictadura de Antonio López de Santa Anna.
Recreación de una época
El kilométrico título del libro del historiador, así como los títulos que encabezan los relatos, recrean el tono y el lenguaje empleados por los editores de la época: "Por egoísmo, se la llevó con él al infierno", "Un hombre que parió perros", "Asaltantes de canoas son atrapados", "Los gringos son una peste", "Puercos franceses envenenan a soldados", "Lucha de fieras: un oso contra un toro", "Secuestro en la calle del Zacate", "Famoso poeta se suicida", "Una señorita que se arroja desde la torre de Catedral", "El gabacho Audiffred y sus plagiarios", "El Caireles, criminal sin razón", etcétera.
Los textos y los títulos refiere el entrevistado tienen un antecedente fundamental en los que usaba José Guadalupe Posada en sus hojas volantes o en su gaceta callejera, por medio de las cuales daba cuenta de este tipo de noticias: "Son maravillosos, como aquel de 'El horroroso crimen del horroroso hijo que mató a la horrorosa madre'".
De acuerdo con Agustín Sánchez, los hechos sangrientos de los que da cuenta la nota roja decimonónica son reflejo del caos social que se vivía, de la profunda inestabilidad política y económica prevaleciente: "Había una gran descomposición social, la miseria era todavía mayor en el siglo XIX que hoy, el país estaba geográfica y políticamente fragmentado y el propio Estado era débil e ineficiente, casi inexistente, no servía para nada, una de las aportaciones de Juárez fue precisamente sentar las bases jurídicas del Estado moderno mexicano, porque antes la Iglesia controlaba todo".
A fin de cuentas, la nota roja del siglo XIX "nos habla de la nación de la derrota, de la venganza, de la frustración, reflejadas en el robo, el asesinato, el suicidio". Pero, a diferencia de hoy, "no podemos hablar entonces de una delincuencia organizada".
Por tan ratera suma
Entre las historias reunidas por Sánchez llaman la atención la del asesinato del pintor inglés Florencio Egerton y su esposa, a quien también violaron. Fue la noche del 27 de abril de 1842, cuando salieron a dar un paseo por los alrededores de su casa en Tacubaya, acompañados de dos perros. Los cuatro victimarios, que antes del crimen habían estado bebiendo pulque, obtuvieron un botín de 12 reales. Fueron detenidos posteriormente y tres de ellos condenados a muerte. La ejecución, realizada el 23 de marzo de 1844, se llevó a cabo en la Plaza de Tacubaya, "ante un numeroso grupo de vecinos".
Y todo escribió Carlos María de Bustamante "por tan ratera suma".
El suicidio del poeta Manuel Acuña en 1873, a los 24 años de edad también aparece en la antología de nota roja elaborada por Agustín Sánchez. La versión más difundida del hecho sostiene que el autor de Nocturno a Rosario decidió quitarse la vida al no verse correspondido en su amor por una mujer llamada Rosario de la Peña. El marcado tinte romántico de la historia que dio celebridad a Acuña quedó un tanto deslavado años después, cuando se dio a conocer una entrevista con Rosario de la Peña, en la que ésta rechaza que el poeta haya muerto por su culpa: "nació tan inclinado al suicidio, que debía matarse más temprano que tarde (...) pertenecía a una familia desequilibrada (...) Familias hay de suicidas, como las hay de tísicos y cardiacos".
Eso dijo la musa.