Usted está aquí: martes 2 de enero de 2007 Espectáculos Estrenan en Francia la cinta mexicana El violín

Cuenta Francisco Vargas una historia de resistencia

Estrenan en Francia la cinta mexicana El violín

AFP

París, 31 de diciembre. El violín, primer largometraje del mexicano Francisco Vargas, que se estrena esta semana en Francia, es un filme desgarrador que cuenta la lucha armada de una familia de indígenas, campesinos y músicos, en una región montañosa que sufre la violencia del ejército.

Filmado en blanco y negro, El violín se abre con una austera escena de tortura en la que la víctima, atada descalza a una silla, sólo es vista de espaldas, por medio de una cámara situada en el suelo, creando una asfixiante impresión de realismo.

La violencia bruta, implacable, de los militares se abate como el rayo, golpeando a cualquiera en cualquier momento, en esta región montañosa de México.

Los soldados saquean, torturan y ejecutan a los campesinos, cuyo crimen es pertenecer a uno de los pueblos indígenas que viven en los márgenes de la sociedad mexicana desde hace siglos.

En un pueblo de esas montañas viven Don Plutarco (Angel Iavira), un frágil anciano de voz cascada, su hijo Genaro (Gerardo Taracena) y su nieto Lucio (Mario Garibaldi).

El abuelo, aunque es manco, toca el violín, con el arco atado a su antebrazo, mientras que el hijo toca la guitarra y el niño recoge el dinero que les dan.

Pero los tres, al mismo tiempo, forman parte de un movimiento de rebelión campesina, una guerrilla que denuncia la miseria y reclama tierras.

Un día, los militares ocupan el pueblo y lo saquean. Desafiando el peligro, Don Plutarco decide volver día tras día, encaramado en su mula, y tocar para el melómano comandante que le ha confiscado su violín, tratando a la vez de recuperar las municiones ocultas en su campo de maíz.

Francisco Vargas apenas da respiro al espectador al registrar, cámara al hombro, 98 minutos de tensión constante, el día a día de la resistencia subterránea de los más humildes contra militares de su propio país.

Con un extrraordinario sentido del encuadre, Vargas filma apacibles paisajes áridos u hombres uniformados, surgidos de ninguna parte, creando el caos, y de esta forma da al combate de esos campesinos una dimensión épica.

Cuando Don Plutarco firma laboriosamente un papel, con su letra redonda de campesino, Vargas muestra a la vez el candido orgullo de su nieto y la ironía interesada del rico terrateniente que le vende una mula. Con sobriedad, en ese breve plano, cuenta siglos de explotación.

"Siempre tuve ganas de escribir un guión sobre la realidad oculta de México, aquello que Luis Buñuel llamaba en 1950 Los Olvidados, comenta el director que reivindica la herencia del cine neorealista mexicano "para hacerse oír, esas voces olvidadas llegan a recurrir a la vía armada", señala.

De una gran pureza formal: El violín debe gran parte de su atractivo a la magnética presencia de Angel Tavira, veterano actor de mejillas hundidas y mirada doliente, que recibió el premio a la mejor interpretación masculina en la sección "Una cierta mirada" del último festival de Cannes.

 
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