Usted está aquí: miércoles 27 de diciembre de 2006 Opinión Balance de hechos religiosos 2006

Bernardo Barranco V.

Balance de hechos religiosos 2006

El año 2006, en México, fue evidentemente electoral. Las jerarquías de las diferentes iglesias se manifestaron incómodas por el tono descalificador de las campañas. Sin embargo, según especialistas, la orientación del voto de sus feligresías se inclinó según condiciones sociales: los sectores populares por López Obrador, en tanto las clases media y alta por Felipe Calderón. La Iglesia católica tuvo dos dinámicas: la de los dichos y la de los hechos. Mientras la dirigencia de la CEM clamaba neutralidad electoral y equidistancia partidaria, muchos obispos ejercitaban proselitsmo a favor de los candidatos de Acción Nacional. El pragmatismo político del alto clero culmina en la irrupción política en la Catedral Metropolitana, cuando militantes católicos perredistas increpan al cardenal Norberto Rivera su ambigüedad política, ya que durante la campaña simpatizó con las tendencias favorables a su "amigo" López Obrador, y al darse a conocer los primeros resultados del PREP organizó una cargada religiosa a favor de Felipe Calderón acarreando al consejo interreligioso.

Otro hecho relevante de 2006, año de Juárez, fue la polarización en torno al carácter laico del Estado. La polémica, latente a lo largo del sexenio, fue protagonizada por Carlos Monsivais y el entonces secretario de Gobernación Carlos Abascal, quien junto con el ex presidente Fox se distinguió por provocar simbólicamente con persistencia la laicidad del Estado con actitudes, gestos y expresiones, desatando severas reacciones, alimentadas por otra parte de la constante presión de la jerarquía católica por incidir en las políticas públicas y su afán, en aras de la libertad religiosa de incursionar en la arena política. Monsivais, en defensa del laicismo, increpa públicamente al secretario, quien "apenas toma la palabra e instala su púlpito virtual". En realidad, el escritor condensa la preocupación de un amplio sector secular de la sociedad que, más allá de utilización regresiva sobre la política del poder y la religión, en realidad la inquietud gira en torno al regreso revanchista de sectores ultraconservadores cada vez con mayor presencia e influencia en el poder.

A escala internacional en septiembre la Santa Sede enfrenta, a raíz del discurso de Ratisbona, universidad alemana, una de las crisis diplomáticas más agudas de la historia reciente en las relaciones entre el Vaticano y el mundo musulmán. Los inoportunos ejemplos que introdujo el papa Benedicto XVI, durante su disertación académica, fueron aprovechados por los sectores radicalizados, tanto por los ultras islamistas como de los núcleos antimusulmanes en Occidente. A pesar de los buenos oficios del Vaticano y del Papa, durante la visita en noviembre que realizara el pontífice a Turquía, la animosidad islamista apenas se contrajo. En el futuro cercano, el entendimiento entre el Islam y el cristianismo resultarán determinante para el diálogo civilizatorio entre Occidente y el mundo islámico. Los actores religiosos, con justa razón, quieren deslindarse de la lucha intransigente, de polos radicalizados, que detentan y disputan intereses económicos y geopolíticos más que religiosos o culturales; en otras palabras, las jerarquías religiosas quieres deslindarse de las tesis de Samuel Huntington.

En mayo el Vaticano confirma la sanción impuesta a Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo; el papa Benedicto XVI lo aparta de toda actividad religiosa pública, ante las reiteradas acusaciones de abuso sexual a menores. Más allá de la aparente benevolencia de Benedicto XVI, justificando la avanzada edad y el frágil estado de salud de Maciel, el Papa en realidad protege la estructura nada despreciable y las cuantiosas obras que los legionarios han construido durante los últimos 30 años. Guardar silencio o prolongar la resolución del caso Maciel era insostenible. Las presiones mediáticas y el clima adverso de desconfianza y recelo que se han desatado contra la Iglesia católica ­a raíz de los escándalos de abusos sexuales­ a escala internacional colocaban a Benedicto XVI en una posición incómoda de prolongar el encubrimiento y protección de que gozó Maciel en el pontificado de Juan Pablo II. Los efectos al interior de la congregación han sido devastadores y se ha desatado un clima de incertidumbre que se agudiza por la pérdida de confianza de numerosos aliados incondicionales entre poderosos sectores empresariales, personajes políticos y redes clericales que los legionarios habían tejido. La décima edición, desangelada, del Teletón, parece indicar que la congregación deberá hacer ajustes, autocríticas, deslindes y diseñar nuevas estrategias de posicionamiento en la sociedad.

El año que esta punto de concluir ha sido uno de los peores del cardenal Norberto Rivera Carrera. Su enfrentamiento desde enero con algunos sectores del PRD lo llevó del escándalo mediático al púlpito amenazado. "Norberto Rivera, el infierno te espera", gritaban enardecidas voces de católicos perredistas dentro de la Catedral, en agosto, reprochando el comportamiento político del cardenal. El Vaticano mostró profunda preocupación cuando el arzobispado amenazó cerrar la Catedral por falta de condiciones de seguridad. Su vocero, el padre Valdemar, se vio rebasado y aturdido tratando de explicar y ofrecer explicaciones y nerviosas réplicas sobre la conducta de su superior. En septiembre de 2006, una de las víctimas del sacerdote Nicolás Aguilar, junto con su abogado, el estadunidense Jeff Anderson, denunció públicamente en la ciudad de México no sólo los abusos sexuales a más de 90 niños sino el encubrimiento de Norberto Rivera. La periodista Sanjuana Martínez documenta en un espeso expediente los supuestos encubrimientos y apoyo al cura pederasta por parte del ahora cardenal arzobispo primado de México. En principio la actitud del cardenal fue de cerrazón. Contó con el apoyo de Gobernación, quien intimidó a los abogados y al parecer a familiares del denunciante. Declaró su inocencia y rechazó comparecer ante las autoridades estadunidenses frente a la gravedad de su situación. Ahora el cardenal se muestra más cooperador. En suma, 2006 ha sido un año intenso, convulso y plagado de infortunios que han tocado a la Iglesia católica. Dichos sacudimientos no son necesariamente catastróficos, si se sabe convertirlos en oportunidades, si se sabe convertirse.

 
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