La mujer del llanto / I
Lo primero que sorprende del inmenso poema de García Lorca Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, es que tenga una dedicatoria de escándalo, entonces y ahora. Federico, virilmente congruente con sus afectos, escribe: "A mi querida amiga Encarnación López Júlvez", sabedor de que sólo esa mujer comparte con él, como nadie, amor, dolor y rabia por el diestro caído en Manzanares.
No se preocupa el poeta del qué dirán o de eventuales reclamaciones entre sus gitanos, ni de causar una pésima impresión a los deudos de Ignacio sino que, lúcido y apasionado, determina que es a su entrañable amiga, a la amante, a "la otra", a la que supo contener el corazón atrabancado y tierno del torero y de paso el de él, a quien debe dedicar tan encendidos versos.
Hay que recordar que Dolores Gómez Ortega, esposa de Sánchez Mejías, es hermana de Joselito y de Rafael El Gallo, gitanos por parte de madre, y que en 1935 Federico debe parte de su popularidad a la publicación, en 1928, de su Romancero gitano, inspirada y seducida exaltación de ciertos rasgos de la raza calé, algunos de cuyos miembros, entre cantaores, guitarristas y bailaoras, eran amigos cercanos de Lorca. Sin embargo, éste no dudará en anteponer los dictados de su corazón a su exaltado gitanismo.
¿Quién es Encarnación López Júlvez? Una mujer de poder tan talentosa que, además de cautivar a dos demonios juntos como Federico e Ignacio, subyuga a millares de espectadores en los principales escenarios del mundo con su voz, talento, estilo e imaginación. Es la bailarina y cantante apodada La Argentinita, hija de españoles nacida en Buenos Aires en 1895 y llevada por sus padres a España cuando contaba con tres años de edad.
Antes de cumplir los 16, Encarnación debe ponerse postizos para salir a los escenarios, donde pronto adquiere cartel gracias a sus dotes musicales e histriónicas, pues lo mismo canta y baila que toca las castañuelas, crea coreografías, imita a famosos, cuenta chistes y hace las delicias de quienes la ven.
Y aunque eran los tiempos de Pastora Imperio, de Antonia Mercé La Argentina, de Candelaria Medina y de Raquel Meller, Encarnación no se deja impresionar, sino que toma de cada una lo que quiere, y echando mano de su elevada autoestima y fuerza de carácter primeras afinidades con su futuro amante sabe competir con ellas, incluso al fusionar valores músico-literarios a través del canto y la danza.