Usted está aquí: martes 19 de diciembre de 2006 Opinión Goldoni en el Congreso de la Unión

Adolfo Gilly

Goldoni en el Congreso de la Unión

Ampliar la imagen Ceremonia de transmisión de poderes el 1º de diciembre. En la gráfica, Vicente Fox, Felipe Calderón, Jorge Zermeño y legisladores del PAN Foto: José Carlo González

Cerrado el episodio electoral, pueden ser útiles algunas reflexiones en torno a sus secuelas. Las enumero.

1. El señor que a las 9:31 del día 1º de septiembre de 2006 entró por la puerta pequeña al recinto del Congreso de la Unión en San Lázaro, era ya el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. El licenciado Felipe Calderón había recibido ese mando supremo y la declaración de obediencia correspondiente a las 00:01 de ese mismo día, y con ella la investidura presidencial efectiva. La transmisión del mando se había hecho de presidente saliente a presidente entrante, en presencia de los jefes de las armas. Ni modo que los diputados y senadores inconformes le cerraran de verdad el paso a quien ya ese mando ostentaba.

2. Las batallas parlamentarias republicanas, en más de dos siglos de existencia si tomamos a la Convención de la Revolución Francesa de 1789 como punto de partida, tienen sus reglas, sus métodos y su lógica. Esta vez vimos a una fracción minoritaria ­un tercio, más o menos­ de legisladores haciendo sonar silbatos y profiriendo interjecciones en una sesión solemne a la cual estaban legitimando con su presencia, alborotada sí, pero siempre sin romper ni un vidrio (según reza la reiterada consigna). Me parece un franco retroceso.

Una actitud coherente habría sido que los senadores y diputados que se negaban a aceptar la protesta del mandatario entrante le hubieran hecho el vacío. Sin ocupar sus curules en esa sesión, dejándolas como huecos imposibles de ocultar, se hubieran ido al Zócalo con el pueblo que no aceptaba a Felipe Calderón y con aquel a quien ellos han reconocido como presidente legítimo, Andrés Manuel López Obrador.

3. Ahora bien, esa función terminó y los legisladores de oposición, mientras declaran su lealtad al "presidente legítimo" López Obrador, están discutiendo el presupuesto enviado por el Poder Ejecutivo cuyo titular es Felipe Calderón, a quien dicen no reconocer como presidente. No pido que no lo discutan pero ¿en qué quedamos por fin? A mi parecer, se han colocado en la situación de Truffaldino, el protagonista de El servidor de dos patrones, creado por Carlo Goldoni allá por el año 1745. Goldoni definió a su obra como una "comedia jocosa". Me cuesta creer que ésta haya sido la intención de los legisladores.

4. Como por muchos fue advertido a su tiempo, la dualidad de conductas del PRD y el Frente Amplio Progresista (FAP) tiende cada vez más a desorientar y desmovilizar a sus millones de votantes. Es un proceso de deseducación republicana en el cual el desconcierto cundirá.

El "gobierno legítimo" y la Convención Nacional Democrática son ficciones nominales cuya realidad está centrada en la dirección personal de Andrés Manuel López Obrador, un mando al cual han declarado subordinación la estructura entera del PRD y del FAP y cada uno de sus dirigentes.

Es muy su derecho adoptar esa estrategia y sus tácticas correspondientes. Pero aquellos millones de votantes son también millones de cabezas pensantes y actuantes, que no confunden el apoyo político con la subordinación incondicional. Las estructuras clientelares que encuadran a una parte de ellos son mucho más complejas de cuanto se suele pensar y también funcionan desde la periferia al centro y desde abajo hacia arriba.

El desgaste impuesto al conjunto de este gran movimiento electoral por las marchas y las contramarchas (muchos de los que hicieron el plantón poselectoral creían sinceramente que iban a modificar el fallo del Tribunal Electoral, muchos otros creyeron que iban a impedir la toma de protesta); por las aceleraciones y los frenazos; por la conducta errática en torno a movimientos reales como el de Oaxaca; por los intereses contrapuestos de sus grupos dirigentes diversamente instalados en las instituciones estatales de gobierno; se ve aumentado por la contradicción flagrante entre la proclamación de un "gobierno legítimo" alternativo y la participación efectiva en las instituciones del gobierno presidido por Felipe Calderón. ¿Cuál es por fin el juego verdadero?

5. Un programa político no es una sumatoria de veinte o cincuenta puntos o "acciones de gobierno", sino una guía coherente para la actividad y la organización de las fuerzas sociales y la población que lo respaldan. La incongruencia en la acción impide un programa coherente y una discusión racional y acentúa los rasgos de una conducción personal a la cual quedan subordinadas las instancias colectivas.

Estas dejan entonces de ser órganos de discusión y decisión y se convierten, a lo más, en factores de contención o de disuasión de las decisiones del conductor. Este juego de fricciones ocultas es un factor adicional de desconcierto. Para agravarlo, dicha conducción hasta hoy guarda silencio sobre tres temas ineludibles: a) Estados Unidos y su política dominante y agresiva sobre América Latina; b) los derechos de los migrantes mexicanos y latinos dentro de Estados Unidos; c) América Latina, sus movimientos actuales y las políticas para su integración.

6. En esta situación de incongruencia de los políticos es aún más necesaria la precisión en el lenguaje y la claridad en la discusión. Conviene bajarle a los adjetivos y afirmarse en los sustantivos. Conviene abolir insultos y descalificaciones a diestra y siniestra: "pelele", "fecal", "mesías", "traidor", y proscribir aberraciones como la xenofobia o el antisemitismo.

Es necesaria precisión en los términos para identificar quién está en el poder. No es el fascismo, palabra que usada para todo carece de significado. Es nada más y nada menos que la antigua y sólida derecha conservadora mexicana, que desde Iturbide hasta la fecha no necesita modelos externos para existir y actuar. Es la moderna convergencia entre la jerarquía eclesiástica y el poder financiero, indiferentes a los discursos que se comprometen a no romper ni un vidrio, pues sus temores están en otro lado.

Esa vieja y sólida derecha teme a Oaxaca, a Chiapas, a la ciudad de México, a toda la geografía explotada, despojada y oprimida de México. Ha empezado a reprimir en Oaxaca desde el inicio y rápido, pues sabe que tiene poder pero no consenso. El movimiento oaxaqueño, tal cual lo describe Gustavo Esteva ("APPOlogía", en La Jornada, 18 diciembre 2006) sin metáforas extrañas de "dobles poderes" o "comunas", se presenta como la encarnación más tangible de esos temores. Ese movimiento, iniciado antes de las elecciones y fuera de ellas, atraviesa con lógica propia la coyuntura electoral y prosigue su existencia, sin que los partidos hayan encontrado todavía las pinzas para agarrarlo sin que se les escape de las manos o se las chamusque.

7. Parece urgente crear y extender las condiciones para una discusión racional, con pocos adjetivos y muchos sustantivos, independiente de las estructuras organizativas en las que se cree o se descree, entre todos cuantos defienden una república laica y democrática y se oponen al actual poder de la derecha clerical y financiera, aliada de las políticas imperiales de la Casa Blanca y el Pentágono. El punto de partida elemental y definitorio debería ser el acuerdo para la defensa y por la libertad de todos los presos políticos y reprimidos en Atenco, Oaxaca, Chiapas y otras regiones, y por el castigo de los torturadores, violadores y saqueadores en los cuerpos represivos y sus mandantes.

Uno de los bastiones de la democracia y el laicismo está en la UNAM y en las instituciones de educación pública nacionales y estatales. En la pasada campaña electoral, ninguno de los candidatos visitó la UNAM. Sus motivos tendrían. La UNAM es uno de los recintos desde donde aquella discusión razonada puede extenderse.

8. Una república laica y democrática sólo puede serlo si, como primera prioridad, incluye a los indios de México con sus derechos y autonomías, tal como éstos fueron definidos en los Acuerdos de San Andrés y mínimamente formalizados en la ley Cocopa. Cuando el Congreso de la Unión en 2001 desechó esta ley, la república mexicana confirmó la exclusión indígena y el racismo como raíz oculta de sus actuales instituciones.

Reitero lo ya dicho otras veces: no se puede pedir al EZLN, al Congreso Nacional Indígena y a las otras organizaciones indígenas, que acepten frentes, alianzas, pactos o llamados a votar en elecciones que significarían su subordinación a una república que expresamente los ha excluido.

Su voz es indispensable en una discusión nacional. Su capitulación o su sometimiento a las instituciones que los niegan, no.

 
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