Ciudad Perdida
IEDF: lección política a Ugalde
Cisneros dio a los defeños lo que por ley corresponde
Por vergüenza, los consejeros del IFE deberían dimitir
La lección política que el Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF), que preside Isidro Cisneros, propinó al Instituto Federal Electoral (IFE), cuyo presidente es Luis Carlos Ugalde, no debe ni puede pasar inadvertida.
La respuesta del IEDF a la solicitud que un solo ciudadano hizo para ver las boletas electorales originales, no nada más destruye los argumentos que el presidente del IFE levantó para impedir que más de mil solicitantes de la misma información a nivel federal tuvieran acceso a la información electoral contendida en las boletas de los comicios, sino que muestra que, cuando se quiere ser limpio, cuando la honestidad es premisa, sí se puede hacer justicia al ciudadano.
Para la persona que hizo la solicitud, con base en la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública del Distrito Federal, y para quienes se quieran dar cuenta del hecho, la respuesta afirmativa del IEDF, desde un punto de vista estrictamente jurídico, las boletas son documentos que contienen información pública, que pueden ser otorgadas a las personas en términos de la ley.
Eso no quiere decir otra cosa más que en el IFE no se cumplió con la ley, cuando menos, y robustece la idea de que en la elección del 2 de julio pasado, hubo los elementos necesarios para sospechar, con bases, la existencia de irregularidades de tal envergadura que podrían poner en riesgo la legalidad de la elección; en otras palabras, que existió fraude y el organismo federal que presidente Luis Carlos Ugalde fue cómplice.
Pero además, la carta que jugó Isidro Cisneros y el organismo electoral de la ciudad de México, deberá cerrar la boca de todos aquellos que una y otra vez repiten eso de que desde su punto de vista no existieron elementos para pensar en el robo de las instituciones electorales a la voluntad soberana de la ciudadanía.
Mientras las autoridades electorales federales se nieguen a poner en disposición de los solicitantes las boletas electorales, el triunfo de Felipe Calderón no será más que un acto autoritario de grupos políticos y empresariales que tuvieron miedo de que el país tomara el rumbo de una mayor justicia social.
Más, mucho más. Las siguientes elecciones, donde sea que se efectúen, habrán de cargar con la sospecha de la trampa y el fraude, factores que, con las reformas democráticas que han costado miles de millones de pesos al pueblo, deberían haber desaparecido, pero que la derecha decidió no dar por muertos para seguir saqueando al país a su gusto.
Por eso cuando John Ackerman, investigador de UNAM en cuestiones jurídicas, advierte que la capital del país se ha colocado a la vanguardia en materia de transparencia, dice una verdad de a kilo, que de cualquier forma, para hacerse realidad debió rebasar obstáculos de dentro y fuera del IEDF que pretendían imposibilitarla.
Y es que en el propio organismo electoral local, algunos de sus consejeros se mostraron en descuerdo cuando les fue comunicada la posibilidad, y otros más, decidieron dejar todo en manos del consejero presidente, tal vez con la intención de no ser ellos contra quienes la derecha se pueda cobrar tal medida.
No obstante, frente a los miedos y las dubitaciones de los consejeros estuvo la voluntad de Isidro Cisneros quien decidió dar al ciudadano lo que le corresponde en ley, y de la misma forma despejar cualquier duda que pudiera existir en la elección que Marcelo Ebrard ganó para la izquierda, en el Distrito Federal.
Difícilmente entenderán la lección los miembros del Instituto Federal Electoral, que de otra manera, cuando menos por vergüenza, deberían renunciar.