Usted está aquí: jueves 7 de diciembre de 2006 Opinión Tina Modotti

Olga Harmony

Tina Modotti

Parece ser que en el estreno de la versión de Tina Modotti de Víctor Hugo Rascón Banda auspiciado por la UNAM en 1983, el director Ignacio Retes hizo una versión en que sustituía muchas de las escenas originales por otras de su cosecha. Tres años después, en 1986, la SEP publicó en su serie Letras Mexicanas el texto del dramaturgo junto a otras obras, por lo que podemos conocerla tal como fue concebida. Movido por la fascinación que le produce el personaje, y al parecer a petición de alguna instancia, Rascón Banda escribió una nueva obra, mucho más compacta que la primera, pero que conserva mucho de su teatro testimonial. Esta es la que presenta, a teatro lleno a pesar de la falta de difusión y del cerco militar que en días pasados se mantuvo en el área del Centro Cultural del Bosque y el Auditorio, la Compañía Nacional de Teatro bajo la dirección de Mauricio García Lozano.

En esta nueva versión, algunos sucesos son narrados por Edward Weston, Vito Vidali, un cantante ciego que canta coplas muy ofensivas hacia la fotógrafa y activista y por un locutor. La propia Tina da cuenta de muchos momentos en monólogos extensos que son las cartas que escribe a Weston, a Xavier Guerrero y a su familia, alternando con escenas dialogadas de la protagonista y algunos amantes, según un estilo muy propio de este dramaturgo. La acción comienza con los interrogatorios a que se somete a la Modotti tras el asesinato de Julio Antonio Mella, retrocede a los hechos anteriores y luego va hilando los momentos de su largo destierro, su activismo, su relación con Vidali y su muerte que no se ve en escena.

El texto es austero y difícil, pero la magia del teatro lo convirtió en una escenificación muy bella, grata a los ojos e interesante en sus contenidos. La escenografía del laureado Jorge Ballina es en apariencia muy sencilla, con ese marco de madera con puertas a los lados y la pared frontal de cuadros y rectángulos huecos que pronto develan sus posibilidades, un carro cuadrangular en que se desarrollan muchas escenas, que entra y sale sin ocultar el pasillo rodante que lo jala, y una maleta ­indicio de una vida trashumante­ que a veces sirve de asiento. Mauricio García Lozano aprovecha todos los elementos escenográficos y añade proyecciones de personajes y hechos que se van narrando, sobre todo las imágenes que Weston tomara a la protagonista y cuyos desnudos la hicieron motivos de escarnio. Así vemos un muñeco que simula a Diego Rivera frente a un moral del mismo, a Salvador Novo mientras su voz en apoyo a la Modotti se escucha en off, las fotografías tomadas por la propia Tina, el carguero en que fue embarcada junto a Vidali y los retratos de éste, de Weston y de Mella, entre otros.

La imaginación del director se hace sentir en todo momento, con intervalos en los cambios de escena a cargo del guitarrista Raúl Zambrano, en la cuidadosa dosificación de las escenas de amor y sus contrastes con las de peligro y persecución como la muerte de Mella, el trasiego de la maleta ­en un momento sacada de escena por un estrafalario personaje sin nombre­ y la utilización de las proyecciones que realzan con mucho lo que se está contando. La escena final es especialmente bella, con Tina entre maletas y estrellas, tras haberla visto en su encuentro postrero, fallecidos ambos, con Mella y luego de que Weston recitara el poema que Neruda le dedicó a la protagonista y que está en su lápida: ''Tina Modotti, hermana,/ no duermes, no, no duermes..."

La dirección de actores es impecable. La bella y joven actriz Carolina Cartagena, a quien no recuerdo de otras escenificaciones, tiene la carga principal de encarnar a la protagonista y lo hace con gran solvencia, con sus momentos de pasión y de ira, con la dulzura al recitar las cartas que supuestamente envía. Héctor Holten encarna a varios personajes, el severo juez del principio, el gracioso policía que rinde su parte y Edward Weston. Everardo Arzate es lo mismo el apasionado ­pasión de amor, pasión política­ Julio Antonio Mella que el doliente herido en la guerra civil española. Carlos Orozco convence como Vito Vidali, como el desagradable locutor y como el repelente cantor ciego. El montaje se completa con la iluminación de Víctor Zapatero, el vestuario de Cordelia Dvorak, la escenofonía de Rodolfo Sánchez Alvarado y la peluquería y maquillaje de Pilar Boliver.

 
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