Usted está aquí: jueves 7 de diciembre de 2006 Opinión Magia, ilusionismo y realidad salarial

Rafael Barajas

Magia, ilusionismo y realidad salarial

Hace unas semanas, el mago estadunidense David Blaine sorprendió al mundo al encerrarse en una burbuja de cristal llena de agua durante siete días con las extremidades atadas a cadenas. Después de respirar durante toda una semana a través de un pequeño tubo de plástico, el especialista en retos de resistencia intentó romper el récord mundial de aguantar la respiración bajo el agua; contuvo el aire durante poco más de siete minutos antes de desfallecer y un grupo de socorristas lo tuvo que sacar de urgencia para salvarle la vida.

David Blaine siempre anda en busca de desafíos, de proezas físicas sorprendentes, de actos espectaculares que ponen a prueba su capacidad de supervivencia. Sin embargo, Blaine no se ha atrevido a aceptar el gran reto de resistencia que implica vivir un año ganando el salario mínimo mexicano.

La Constitución Política mexicana establece que los salarios mínimos generales deben ser "suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer la educación obligatoria de sus hijos", pero en el mundo no hay mago ni faquir que pueda sobrevivir con 48.67 pesos diarios.

Blaine podría alegar a su favor que los miniasalariados mexicanos hacen trampa... y tendría razón: son millones los trabajadores nacionales que toman dos empleos (o más), que laboran de 12 a 14 horas diarias. Además, David Blaine trabaja solo y para vivir con el mínimo mexicano se necesita toda una familia de especialistas en retos de resistencia: son cientos de miles los hogares mexicanos en los que, para completar el gasto, trabajan, además del jefe de familia, la reina del hogar, el abuelo jubilado, la abuela, el cuñado, los hijos, las hijas y, si se puede, hasta el bebé (todos sobrexplotados). La situación de los desempleados es aún peor.

La actual política económica provoca desempleo y bajos salarios y tiene un alto costo en dolor humano: hogares destruidos por la emigración, pueblos desiertos llenos de agencias de remesas, trabajo infantil ("desde que trabajo, a mí ya no me pega mi papá, sólo mi patrón"), el crecimiento de la delincuencia y la miseria generalizada.

Quien gana un salario mínimo está por debajo de los niveles de pobreza internacionalmente aceptados y esto lo saben incluso los promotores de las políticas económicas neoliberales, quienes afirman que en México ya nadie gana salario mínimo. El gran ilusionista David Copperfield sorprendió al mundo al desaparecer durante unos segundos la Estatua de la Libertad de Nueva York ante miles de espectadores. Sin embargo, los defensores de las políticas económicas neoliberales mexicanas han superado esta proeza pues han logrado la ilusión de desaparecer de golpe a millones de compatriotas que ganan un salario mínimo.

Según cifras oficiales, en México uno de cada tres trabajadores gana el mínimo. Millones ganan dos salarios mínimos, pero tampoco les alcanza para vivir: en 2006, para pagar la Canasta Básica Indispensable (que no incluye vivienda, salud, vestido, recreación ni cultura) un obrero debería trabajar más de 48 horas diarias. Pero fuera de la pantalla, la realidad es terrible y se impone. La realidad es que el problema salarial mexicano ya traspasó el ámbito laboral para convertirse en un problema de derechos humanos.

La realidad es que la realidad económica neoliberal es insoportable y que los trabajadores deberán luchar por su salario. Esta se anuncia como una lucha larga y difícil que va en contra de las lógicas dominantes en un tiempo en el que el interés general parece estar en la bolsa de valores y no en la bolsa de los asalariados, pero la realidad va a obligar al trabajador a tomar el reto, pues no hay mal que dure 100 años ni asalariado que lo resista.

 
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