Usted está aquí: jueves 7 de diciembre de 2006 Política Un presidente débil

Octavio Rodríguez Araujo

Un presidente débil

En política no hay coincidencias. El extraño ritual en Los Pinos, televisado para todos los desvelados de México al filo de la medianoche entre el 30 de noviembre y el primero de diciembre, fue muy significativo: el presidente electo recibía la banda presidencial de un militar. Una segunda señal fue la entrada del presidente electo al Palacio Legislativo de San Lázaro: por la puerta trasera y protegido por militares. Una tercera señal fue la determinación de bajar el sueldo a todos los altos funcionarios públicos y subírselo al ejército. Una cuarta, también evidente, es el hecho de que en el presupuesto se plantea un aumento de 12.4 por ciento a seguridad y sólo 6.9 por ciento a gasto social. Y por si faltara una señal más, Flavio Sosa, uno de los más visibles líderes de la APPO que se había trasladado al Distrito Federal para buscar el diálogo con la Secretaría de Gobernación del nuevo gobierno federal, fue detenido junto con otros compañeros y conducido a un penal de alta seguridad, otro preso político en el haber de los panistas.

El mensaje es claro. Calderón parece haber dicho: "soy todo lo espurio que quieran y un presidente débil, pero me apoya la fuerza: la fuerza militar y policiaca, la fuerza empresarial, la fuerza de la ley por encima de la política, es decir, de la negociación". Y si hubiera alguna duda, ahí está, para ser ratificado por la Cámara de Senadores, Eduardo Medina Mora para la Procuraduría General de la República, el mismo que encabezó las represiones en Atenco y en Oaxaca, y Francisco Ramírez Acuña, quien no requiere aprobación del Poder Legislativo, en la Secretaría de Gobernación, el mismo que gusta de aplicar cuotas de detenidos "para que aprendan los demás" (en Guadalajara cuando era gobernador de Jalisco).

El presidente Calderón está jugando con fuego, y si cree que contará con los priístas como Salinas contó con los panistas (todo su sexenio) está equivocado. Una cosa es que el PRI no haya querido dejar la plaza oaxaqueña, razón por la cual se mantuvo al margen en la toma de protesta del panista, y otra que le brinde su apoyo durante el gobierno de éste. El anhelo del Revolucionario Institucional es recuperar el poder después de la aventura a la que fue llevado por Roberto Madrazo (quien desapareció del mapa político mexicano), rehacerse internamente y aprovechar el desprestigio clasemediero del PRD por el papelón confuso y ambiguo que jugó el primero de diciembre, para recuperar puntos para las próximas elecciones (intermedias) de 2009. En política no se debe confundir la coyuntura con los planes de mediano y largo plazos. PAN y PRI aplauden la captura de Flavio Sosa, el segundo porque Sosa es un representante de la oposición a Ulises Ruiz, su gobernador, y los panistas porque lo han apresado las "fuerzas del orden" del gobierno federal. Pero no nos confundamos: priístas y perredistas coinciden, por otro lado, para que Zermeño Infante, presidente panista de la mesa directiva de los diputados, sea sustituido. Son dos ejemplos de los cambios de posiciones en el tablero político del país por razones coyunturales. En una palabra, el PRI no es, por ejemplo, el PVEM, sino un partido poderoso que no ha sido derrotado y que gobierna buena parte del país, mayor que la gobernada por el PRD.

Calderón sabe que apoyarse en el Ejército no es, como le ocurrió a Bordaberry en Uruguay, cederle el poder. El Ejército Mexicano no es golpista, lo único que quiere es mantener sus fueros especiales y, ¿por qué no?, mejorar sus condiciones. En este sentido no pienso que el presidente sea rehén de los militares. Pero sí lo es de los llamados "poderes fácticos", es decir, de los grandes empresarios, nacionales y extranjeros, que lo llevaron a la Presidencia, comenzando con Televisa y Tv Azteca y la jerarquía eclesiástica que tampoco, dicho sea de paso, quiere el gobierno para el cardenal Rivera. De estos poderes fácticos sí es rehén Felipe Calderón, y así gobernará, ya lo está haciendo. La consigna empresarial a su nuevo gobierno (y aceptada por éste) es muy clara, ya la expresó el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado: "restaurar con firmeza el orden jurídico", es decir, no negociar el respeto a las leyes, usar mano dura, la aplicación de la ley por encima de la política. A diferencia de Fox, quien dijo que su gobierno era de empresarios para empresarios, Calderón no lo necesita decir. No es exactamente un gobierno de empresarios (aunque hay algunos en su gabinete), pero para todo mundo es evidente que sí es un gobierno para los empresarios y sometido a éstos, incluso por vocación e ideología. Autosometimiento, podría decirse, y pago por los favores prestados (Javier Lozano es un buen ejemplo: era el especialista en comunicaciones, pero al ser vetado por el duopolio televisivo ocupa la cartera de Trabajo y Previsión Social, campo en el que no tiene experiencia).

En suma, Calderón es un presidente débil que gobernará con la fuerza para favorecer a quienes lo favorecieron. Nada bueno podrán esperar de él los demás, los que no son grandes empresarios. Al contrario.

 
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