Usted está aquí: sábado 2 de diciembre de 2006 Opinión Un cuento de natividad

Leonardo García Tsao

Un cuento de natividad

Aunque situada en el año 2027, la perspectiva de Niños del hombre voltea hacia atrás. Basada en la novela de PD James, el sexto largometraje de Alfonso Cuarón evoca la ciencia-ficción de principios de los años 70, cuando la especulación futurista se centraba en la antiutopía ­la distopía, según los autores del género­ con un pronóstico apocalíptico sobre diferentes males como la escasez de comida ­Cuando el destino nos alcance (Richard Fleischer, 1973)­, la aniquilación de las cosechas a causa de un virus ­La batalla más cruel (Cornel Wilde, 1970)­ o la prohibición misma de la procreación ­Edicto ZPG-Natalidad prohibida, (Michael Campus, 1972).

Cuarón y sus coguionistas le dan un giro a esa última premisa. Ahora la humanidad se ha quedado estéril, en un ambiente de caos y represión totalitaria (gran conmoción causa la muerte del humano más joven del planeta, un argentino de 18 años). Según nos informa un anuncio, sólo "la Gran Bretaña perdura" en un mundo colapsado. De ahí la gran afluencia de refugiados extranjeros, que el gobierno trata de controlar con medidas fascistas.

En esa Londres convulsionada por la violencia, el burócrata Theo Faron (Clive Owen) es secuestrado por un grupo subversivo, denominado los Peces, que lo obliga a conseguir papeles de tránsito para Kee (Claire-Hope Ashitey), una refugiada de Fiji. Pronto se revela que ella está embarazada, por lo que Theo asume la responsabilidad de procurar su sobrevivencia.

Contra las apariencias, Niños del hombre resulta una película muy adecuada para las cercanas Posadas porque es, en esencia, una parábola cristiana en la que Theo (noten la implicación del nombre) tomará el papel de San José en representación de los episodios bíblicos de la Navidad y la huída a Egipto. Para más señas, Theo conoce a Kee en un establo ("Jesús Christ", exclama él) y luego ella bromea que su hijo no tiene padre, pues es virgen. (Dada la postura conservadora y anglicana de la escritora PD James, es probable que la analogía surja desde la novela original, que desconozco.)

Hay una curiosa contradicción entre ese elemento esperanzador y el contexto de crisis total. Es como si dominara la postura alivianada del personaje de Jasper (Michael Caine), un jipi trasnochadísimo ­si acaso vivió los años 60 de niño­ ex cartonista político que ahora vende mota de gourmet y enfrenta hasta la fatalidad con buen humor (La música en la banda sonora también manifiesta ese espíritu nostálgico, con alusiones a los Rolling Stones, King Crimson y Pink Floyd, entre otros.)

A diferencia de otros ejemplos abigarrados de la ciencia-ficción reciente ­los producidos por los hermanos Wachowski, por ejemplo­, Niños del hombre peca de esquemática, pues no se molesta en especificar algunos conceptos (ni en hacer verosímiles un par de escapes de la pareja). Desconocemos la ideología de los Peces fuera de su plan de un levantamiento; tampoco sabemos qué papel ha desempeñado el islamismo en todo ello; vaya, no se explican ni las razones de la infecundidad generalizada o por qué Kee se salvó de padecerla.

A cambio, Cuarón establece un entorno visual que remite, con autenticidad, a lo que hemos visto en los noticieros contemporáneos. Las imágenes de represión, abuso militar y desprecio racista recrean el pietaje documental que ha surgido de lugares tan emblemáticos como Bosnia, Abu Ghraib o Guantánamo.

El cineasta muestra su solvencia formal mediante una recurrencia de planos-secuencias que envuelven al espectador en esa atmósfera caótica y amenazadora. No se trata del plano-secuencia como un ejercicio ostentoso de virtuosismo a lo Brian De Palma, sino una estrategia eficaz para darle un sentido de inmediatez a las acciones.

El momento climático, cuando la no-tan-sagrada familia se encuentra en medio del fuego cruzado entre soldados y rebeldes, no le pide nada a la pericia técnica de un Steven Spielberg, digamos. (Cabe acreditar el apoyo siempre meritorio del fotógrafo Emmanuel Lubezki y, en especial, del heroico operador George Richmond, pues prácticamente toda la película está filmada con cámara en mano.)

Tal vez Cuarón ha cargado la mano con el aspecto religioso en las escenas climáticas. Esa repentina reverencia de los militares ante la aparición de la posible redentora, acompañada solemnemente por la música sacra de John Tavener, es susceptible de postrar en hinojos a un mocho delincuente como Jorge Serrano Limón (ProVida). Sin embargo, eso no le resta fuerza a la que es, sin duda, la realización más madura del director hasta la fecha.

Niños del hombre (Children of Men):

D: Alfonso Cuarón/ G: Alfonso Cuarón, Timothy J. Sexton, David Arata, Mark Fergus, Hawk Ostby (basado en la novela de P.D. James)/ F. en C: Emmanuel Lubezki/ M: Fragments of a Prayer, de John Tavener; canciones varias/ Ed: Alex Rodríguez, Alfonso Cuarón/i: Clive Owen, Julianne Moore, Michael Caine, Chiwetel Ejiofor, Claire-Hope Ashitey/ P: Strike Entertainment, Hit & Run Productions, Ingenious Film Partners 2LLP, Toho-Towa Company. EU-G. Bretaña- Japón, 2006.

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