El cantante español se presentó con éxito en el teatro Metropólitan el pasado viernes
Miguel Ríos confirma a sus 62 años que el rock es un asunto de actitud
Regresa a México luego de cinco años
Promueve aquí su más reciente material 60MP3
Ampliar la imagen Ríos desplegó vitalidad en el Metropólitan
El rockero español Miguel Ríos triunfó en el teatro Metropólitan la noche del pasado viernes, en un concierto en el que distribuyó 25 de sus canciones, la mayoría de ellas parte fundamental del impulso primigenio al rock en castellano, más las de su nuevo disco 60MP3, donde pone el acento en el blues de 12 compases.
A las nueve de la noche se apagaron las luces en el foro de la calle Independencia. Una emoción creciente hizo latir los corazones de los asistentes al escuchar los acordes de No mires hacia atrás, que fue un preámbulo-mensaje: la vida es hoy y lo que resta es ganancia.
Muchos esperaron oír Bansai, la veloz rola de la que Ríos ha dicho ya que le cuesta mucho interpretarla. No la puso en el repertorio. "Ya tengo 62 años y medio", comentó. Siguió con la clásica Bienvenidos. Todos de pie hicieron un coro que sonó fuerte.
Larga espera
"Esperé el momento de estar aquí con mucha ansiedad; hacía casi cinco años que no cantaba para ustedes y ahora les voy a presentar algunos temas de mi nuevo disco 60MP3. Sólo les pido un favor: hacéis como que las conocéis", expresó preso del deseo de indulgencia. Como si hiciera falta.
A El sueño espacial siguió El arte de vivir. Por momentos respiraba agitado. "No sé si es por la altura o los tequilas, o qué", dijo, ante lo cual recibió aplausos. BB qué bebes, su homenaje a BB King, donde lo proclama "rey del blues". Las palmas del público siguieron el ritmo. Algunos chasquearon.
"¡Eso es!", expresó Ríos ante la respuesta colectiva. El concierto estaba ya en altos niveles de comunicación. Raquel es un burdel mantuvo el tono, que subió con Los reyes del mambo, inspirada en unos balseros cubanos. "¿Ya les dije que son un público de puta madre?"
Sin ti, sentimental, de ausencias, de nostalgia, pero sin caer en el azote. Lo siguiente no tuvo nombre. Santa Lucía pegó entre alma, cuerpo y mother. Fue recordar años de escuela, encuentros en un bar, los besos furtivos, la mano sudada, un apretón de oso.
"A menudo me recuerdas a alguien... además me dabas miedo, tanto loco que anda suelto..." Cada quien acomoda la letra a su pasado, pero todos la cantan, algunos con los ojos cerrados. Aprovechó el título de 60 razones para subrayar su emoción, sus 60 motivos para estar feliz en el Metropólitan.
No estás sola, que es una caricia para quienes no pueden dormir en las madrugadas, por la soledad y el abandono.
El blues de la insatisfacción, que en un momento une su melodía a Don't satisfaction, de los Rolling. Niños eléctricos (de ciudad), con un ritmo frenético; imposible quedarse sentado. Cosas que le debo a Madrid, en la que pidió sustituir Madrid por México.
Oración, simbólica, catedralicia. "Esta canción cumple la función de mentarle la madre a (George) Bush. Se le llevaría ante un tribunal, si hubiera justicia". Año 2000, el rock de cuatro tiempos que ha dado momentos de felicidad, desde el brinco de año, siglo y milenio. No es Bansai, pero Ríos la baila con elasticidad. Sube las piernas hasta lo alto. A sus 62 años el rock le hace estar en forma.
El encore
Se despide. La gritería. El juego de cada concierto que todos siguen inefablemente. Es el encore. Sobreviene uno de los clímax de la tocada: Todo a pulmón, que lo identifica. Es uno de los temas que le dieron el pasado 23 de noviembre el premio Ondas "a toda una trayectoria artística como reconocimiento al mejor cantante de rock de la historia de la música española hacia el mundo".
Dijo que rendiría homenaje al rock mexicano con Triste canción, de la autoría de Alex Lora. Pega esta composición plena de poesía de barrio, que en este título es hasta una redundancia.
A tirar la polilla con Sábado en la noche, que anima a gozar de la vida mientras fuerza y juventud, como dijera el maestro Renato Leduc. "Sábado en la noche, ¿ya lo ves? Y mi dinero ya me lo gané..." Después del camello, de vender el alma de cebú (como escribió Joaquín Sabina) a vengarse de la negación y a reafirmar la autoestima con una buena desvelada.
Otro encore. Otra vez la misma película. Regresa para cantar Ruido fondo, que sólo será una puerta o ventana para una de las más esperadas de la noche: El blues del autobús: "vivo en la carretera..." A veces dan ganas de agarrar camino, para olvidarse de todo y de uno mismo.
Ya en el paroxismo, cerró con Himno a la alegría, del maestro Beethoven, pero en el estilo de Ríos, rítmico, acelerado. Las manos en alto, brincos por doquier. Viejos los cerros, y reverdecen. "Escucha, hermano, la canción de la alegría, el canto alegre del que espera un nuevo día...", con un sentido más que necesario en estos días de cambios de verdugo.