Usted está aquí: sábado 2 de diciembre de 2006 Opinión Block de notas

Ilán Semo

Block de notas

A cinco meses de celebradas las elecciones presidenciales, la crisis que se inició el 2 de julio continúa. Incluso se puede afirmar que se ha exacerbado. El Partido Acción Nacional, que se ha hecho del poder de facto desde el 6 de septiembre, cuando se negó a someter los cerrados comicios a un nuevo escrutinio (si algún día prospera una reforma política, habría que incluir un capítulo que estipule que toda elección cuyos resultados arrojen diferencias menores a 1 por ciento requiere automáticamente de un nuevo conteo voto por voto), finca la apuesta de rearmar su legitimidad ­cuyo déficit proviene del mismo proceso electoral­ a partir de una estrategia cuyos signos son ya visibles para el mercado del quehacer político.

Choque de intransigencias. Lejos de establecer un terreno y un ambiente de negociación con el PRD, la respuesta oficial es ahondar las diferencias y polarizar los campos de definición. El partido del sol azteca responde con la misma moneda. Si desde 1994 la transición mexicana padeció el asedio de la sombra del "choque de trenes", todo indica que este escenario se ha vuelto un hecho etnográfico.

Disolvencia de poderes. Las fuerzas del orden público han sido enviadas en dos ocasiones a vigilar las instalaciones del Congreso, una vez en agosto y la otra en noviembre-diciembre. Esto crea una situación inédita en las relaciones entre el Poder Legislativo y el Ejecutivo. De las tensiones que surgieron entre ambos poderes a lo largo del sexenio de Vicente Fox se ha pasado a una nueva puesta en escena de lo que podría ser el sesgo presidencialista post-2000. Sólo que en las circunstancias actuales quien queda en entredicho es la división misma de poderes.

Los 60: replay. El conflicto en Oaxaca entre la APPO, el gobierno estatal y el federal acabó por convertirse en un pandemónium. Las escenas y las realidades parecen salidas del México de los 60, el que inspiró Díaz Ordaz. Sólo que ahora lo podemos observar en technicolor (lamentablemente con mayor precisión en CNN que en las televisoras mexicanas). En general, la práctica de criminalizar a los movimientos que enarbolan demandas sociales, uno de los legados escénicos de Abascal, se vuelve en Oaxaca la versión ya exenta de argumentos: el estado de excepción. Ya en el delirio, la procuradora del gobierno de Ulises Ruiz acusa a los líderes de "escoria humana" y "agentes de la drogadicción". El odio se abre paso como lenguaje y como práctica para trazar soluciones sin retorno.

Dimisión. Cuauhtémoc Cárdenas dimite de su cargo como encargado de los festejos por el centenario de 1810 y 1910. La vía que abría expectativas a una franja de la izquierda que pretendía fincar espacios de negociación y diálogo queda, por lo pronto, cancelada. Pero con ello deja a la estrategia panista chiflando sola en la loma, al menos frente a la izquierda. Aunque se intuye, no se sabe por qué dimitió. La intuición: en el gabinete no se admiten forasteros.

Fisuras. Apenas constituido, el gabinete muestra severas fisuras. El secretario general del SNTE, ahora aliado con la derecha, reclama que las facturas por haber apoyado a Calderón no tienen lecturas sincrónicas. Al menos esa es la única interpretación razonable de la beligerante declaración que emitió contra el nombramiento de Josefina Vázquez Mota como secretaria de Educación Pública.

Lumpentecnocracia. La naturaleza del gabinete ha sido comentada en la prensa con amplitud. Si AMLO no cede en su negativa de reconocer la Presidencia, Calderón responde con un cierre de filas que acota su espectro de alianzas. En el gabinete económico retorna la primitiva tecnocracia responsable de los desastres de los 90. El gabinete social es transformado en un centro de operaciones electorales, destinado seguramente a recuperar el voto perdido en julio. Y la Secretaría de Gobernación cae en manos de un (hasta ahora) radical (de derecha).

En estas circunstancias, la toma de posesión del nuevo gobierno se desenvuelve entre la impugnación y una suerte de día de campo alejado del mundanal gentío que compone a la sociedad, y protegido por vallas y vallas de hombres con armas, que recuerda a las reuniones del Country Club en las que la "sociedad" se reunía para percatarse de que existía.

 
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