Cambio de gobierno
Rinde protesta como presidente constitucional en atropellada ceremonia de 5 minutos
Desaseo legal y político al asumir Calderón el cargo
Ingresa al salón de plenos por la puerta de "tras banderas"
Aprovecha que los panistas tenían tomada la tribuna del Palacio Legislativo
Personal del EMP entra armado al recinto
Ampliar la imagen Acompañado por Vicente Fox y los presidentes de las cámaras de Diputados, Jorge Zermeño Infante, y de Senadores, Manlio Fabio Beltrones Rivera, ayer Felipe Calderón Hinojosa rindió protesta como presidente constitucional de México en la tribuna del Palacio Legislativo de San Lázaro tomada por representantes panistas Foto: José Antonio López
El desaseo legal y político marcó la toma de protesta de Felipe Calderón Hinojosa como presidente constitucional de la República. No sólo entró por la puerta de atrás porque los legisladores del Partido de la Revolución Democrática (PRD) colocaron candados y cadenas en los cinco accesos del salón de sesiones del Palacio Legislativo de San Lázaro, también capitalizó la toma de la tribuna por los diputados del Partido Acción Nacional (PAN) e inclusive el nuevo jefe del Ejecutivo federal asumió el cargo con el respaldo del Estado Mayor Presidencial (EMP), que ingresó armado al recinto.
La asunción de Felipe Calderón se realizó en una ceremonia de transmisión de poderes apresurada y atropellada, que duró casi cinco minutos, en la que el ex presidente Vicente Fox Quesada fungió como un edecán proclive a los errores legales en las postrimerías de su mandato: quiso imponerle la banda a su sucesor, cuando esa tarea corresponde constitucionalmente al presidente de la Cámara de Diputados.
Ante el paroxismo de una tribuna más parecida a la de un estadio de futbol, el presidente de la Cámara de Senadores obligado a participar en el ritual, Manlio Fabio Beltrones, resumió la abigarrada escena: "ojalá pronto encuentre la puerta de enfrente".
El tricolor, fuerza salvadora
La posición del PAN en la tribuna, que por momentos parecía endeble porque al romperse la última tregua, a las ocho de la mañana, el perredismo se apoderó de todos los accesos, los encadenó y montó trincheras con las curules, se fortaleció con la entrada en masa de diputados, senadores y el dirigente nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Mariano Palacios Alcocer, quien justificó: "venimos encabezando nuestra labor, a ser responsables con México para que tome protesta el Presidente".
El priísmo no sólo facilitó al PAN construir el quórum legal para llevar a cabo la sesión de Congreso General, sino que en un doble juego engatusó al coordinador de la diputación del PRD, Javier González Garza, a quien prometió que senadores y diputados del tricolor abandonarían el salón si no había condiciones para el desarrollo de la ceremonia. "Yo me salgo, Güero", le dijo Gamboa, y le preguntó: "¿estás tranquilo?" Rojo por la ira, el perredista le devolvió. "¡estoy emputado!"
Mientras, en el pasillo central del recinto legislativo, Jorge Emilio González, en el colmo del servilismo, entregó al senador panista Federico Döring un listado con la firma de sus legisladores cuando debió turnarla a la secretaría general para formalizar el quórum, y le aseguró respaldo incondicional: "aquí está el Partido Verde".
Caótica ceremonia
Las posiciones del PRI y del Partido Verde Ecologista de México configuraron, a la postre, el avasallamiento contra senadores y diputados del PRD y de los partidos del Trabajo (PT) y Convergencia, que fueron orillados en el costado derecho del salón de plenos, desde donde hicieron sonar hasta el cansancio los silbatos marca Fox, que utilizan los árbitros profesionales de futbol, y le gritarban a Calderón: "¡espurio, espurio, espurio...!", expresiones que fueron apagadas por el clamor panista de "¡México, México, México...!"
A las 9:30 de la mañana, como se había convocado, el presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, Jorge Zermeño Infante, abrió el sonido en el salón de plenos para solicitar a su homólogo del Senado de la República, Manlio Fabio Beltrones Rivera, que ocupara un lugar a su izquierda, como corresponde en las ceremonias de este tipo.
En ese momento Beltrones respondía a la pregunta de un reportero de La Jornada acerca de si participaría en la caótica sesión. Replicó con molestia: "Yo no puedo estar allá, porque este es el saldo que deja Vicente Fox, las calles de la ciudad tomadas, barricadas de la policía y la tribuna tomada. Es un ceremonial ya viejo, la presencia de un presidente (de Cámara) es suficiente".
Solícito, Emilio Gamboa lo apresuró: "¡te están llamando!", y con una palmadita en la espalda lo alentó a subir. Para reforzar, instruyó a un grupo de priístas: "diputados, acompáñenlo".
Con Beltrones en la mesa directiva, la vicepresidenta Ruth Zavaleta, del PRD, quien resistió estoicamente durante tres días en medio de decenas de panistas, simplemente se retiró sin ofrecer resistencia. Paradójicamente, la diputada de Convergencia Layda Sansores se mantuvo, aun cuando había una amenaza de echarla de la tribuna. El propio Beltrones la protegió y la invitó a sentarse junto a él.
De inmediato Zermeño Infante solicitó a la secretaría de la mesa directiva que diera a conocer el resultado del cómputo de asistencia, que se hizo por cédula y de la que dio fe el notario público 243, Guillermo Escamilla, y debido a que no ordenó abrir el tablero electrónico por el desorden. De acuerdo con ese recuento, asistieron 335 diputados y 94 senadores.
La noticia despertó euforia entre los panistas, que volvieron a gritar: "¡México, México, México!" Temeroso de que la ya de por sí descompuesta sesión discurriera por otros terrenos, el coordinador panista, Héctor Larios, atajó a sus compañeros: "¡Vámonos rápido! ¡Silencio, silencio!"
Javier González Garza hizo un intento por solicitar la palabra, pero el propio Larios, acompañado por el senador Santiago Creel, reinició el coro: "¡México, México...!" para evitar que el perredista se hiciera escuchar.
Por la puerta trasera
En coordinación con sus compañeros de bancada, Zermeño decretó el inicio de la sesión de Congreso General a las 9:33 horas y conminó a los legisladores designados para integrar las comisiones de cortesía a recibir a Felipe Calderón Hinojosa y conducirlo, por la puerta trasera, a la parte más alta de la tribuna, copada por legisladores del PAN y elementos del EMP, vestidos de traje azul y corbata roja de idéntica manufactura.
Trece minutos más tarde, después de un frenético ir y venir de los militares vestidos de civil, perdido entre el tumulto, Calderón Hinojosa ingresó por el área conocida como "tras banderas".
Enseguida, y para sorpresa de todos, entró Vicente Fox Quesada, quien si el primero de septiembre no pudo subir a la tribuna para leer su último Informe de gobierno, esta vez sí lo hizo, pero a la retaguardia de su sucesor.
Un estruendo invadió el salón de sesiones. De una parte, la mayoría integrada por panistas, priístas, verdes e integrantes de los partidos Nueva Alianza
y Alternativa Socialdemócrata y
Campesina, vitoreó el nombre de quien juraría, en pocos segundos, como nuevo titular del Ejecutivo federal: "¡Felipe, Felipe, Felipe...!" En el ala opuesta, la respuesta fue un ruidoso: "¡espurio, espurio, espurio...!" de los integrantes del Frente Amplio Progresista.
Trámite cumplido
De inmediato, para no salirse del guión, Zermeño otorgó la palabra a Calderón Hinojosa, quien recitó: "protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar, leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y la prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere, que la nación me lo demande".
Los gritos ensordecieron a los presentes en San Lázaro, pero, también ruidosos, los perredistas respondieron de nuevo con los silbatos y el coro: "¡espurio, espurio...!" El panismo contratacó con más fuerte: "¡sí se pudo, sí se pudo...!"
Tal era la premura con que el PAN quería despachar el trámite, que Zermeño olvidó recibir de Fox la banda presidencial para entregarla a Calderón. Así que pidió a los presentes que se pusieran de pie y entonaran el Himno Nacional.
Calderón se inclinó y, casi al oído, le hizo ver su error. Sólo entonces el presidente de la Cámara reaccionó y le pidió la banda al ex presidente, quien la había dejado sobre la tribuna después de juguetear con ella y darle vueltas. A esa confusión se sumó la ilegalidad en que incurrió Vicente Fox al presentarse en el recinto sin portar la banda fuera del saco, como indica la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales.
La víspera, Fox había prometido que le impondría la banda "a don Felipe Calderón", e intentó hacerlo al desplegarla y aproximarse al michoacano. Sin embargo, el nuevo Presidente lo contuvo y con un movimiento sutil hacia atrás lo obligó a entregarle el emblema del Poder Ejecutivo federal al desorientado Jorge Zermeño.
Este trasladó la banda presidencial de uno a otro, mientras Calderón ordenó a su jefe del Estado Mayor Presidencial que retirara el atril, que le cubría casi la totalidad del pecho, para lucir la insignia. Una vez conferido el poder presidencial, miró hacia la zona de galerías, extendió la mano derecha y se golpeó el pecho con la palma para saludar a sus invitados.
Nuevamente estalló el griterío en el salón de plenos. De una parte, el "¡sí se pudo, sí se pudo...!" del PAN, y la definición de "¡espurio, espurio...!" y "¡fuera Fox, fuera Fox...!" de PRD, PT y Convergencia. Estas expresiones sólo arrancaron una sonrisa del Presidente constitucional, y otra, socarrona, de Fox.
El desaforado clamor terminó cuando Zermeño invitó, ahora sí, a los presentes a ponerse de pie para entonar el Himno Nacional, único momento que unificó, después de 72 horas de enfrentamientos, a panistas y perredistas.
Estaban a punto de cumplirse cinco minutos desde su ingreso al salón, cuando Calderón agitó las manos para despedirse. Estrechó la mano de Fox, quien quiso abrazarlo y su sucesor apenas le devolvió el gesto de lado. Enseguida volteó hacia Zermeño y se despidió. A la izquierda del presidente de la Cámara, Manlio Fabio Beltrones se mantenía de pie, con la mirada fija en algún punto alto del salón.
Calderón tuvo que estirarse, pasar por detrás de Zermeño y jalarle el saco a la altura del codo del senador priísta, quien apenas volteó para corresponderle con cortesía política. A diferencia de él, su jefe de asesores en el Senado de la República, Manuel Añorve, participó trenzado con el EMP en la valla de protección a Felipe Calderón.
A las 9:51 en punto, Jorge Zermeño pidió a la comisión de cortesía designada que acompañara al Presidente de la República, levantó la sesión de Congreso General y citó a otra, de carácter ordinario, de la Cámara de Diputados, para el próximo martes.
"Con dos cachetadas tienen"
A las 7:55, cinco minutos antes de culminar la última tregua, la tribuna estaba copada por legisladores de Acción Nacional. En esos momentos ingresaban por la puerta de atrás, también, los senadores panistas. Los reporteros se acercaron a Felipe González, ex gobernador de Aguascalientes, famoso por aquella foto de su campaña para senador donde al levantar los brazos se descubrió que portaba pistola al cinto.
¿Trae pistola?
¡Estos perredistas con dos cachetadas tienen! exclamó.
Entre el tumulto, los perredistas le dieron empellones a Santiago Creel. El ex secretario de Gobernación, quien en su momento retó a Andrés Manuel López Obrador a que fuera "hombrecito" y enfrentara el juicio por el caso del predio El Encino, dio algunos brinquitos para eludir la embestida.
Como en los tiempos de Bucareli, Humberto Aguilar Coronado y el ex alcalde Gustavo Cárdenas se interpusieron entre Creel y sus oponentes. Uno de ellos se coló y lo cargó con el antebrazo. El ex secretario trastabilló y se derrumbó en una curul.
¿Quién le dio el empellón? se preguntó a Creel.
¡No, no! ¡Déjame, estoy muy tenso! respondió con el rostro enrojecido.
El salón de sesiones se convirtió otra vez en campo de batalla. Del lado izquierdo, una veintena de perredistas, encabezados por Antonio Ortega Martínez, avanzó en dirección de la puerta que da al basamento, la encadenaron y en el tumulto se rompieron dos curules y un escritorio.
Ortega y Felipe González se enfrascaron en un pleito callejonero, en que el perredista sacó la mejor parte al asestarle las dos bofetadas con que el panista ofreció controlar al PRD. Ese triunfo del sol azteca se volvió modesto, porque el PAN se atrincheró para resguardar la tribuna. "¡Es nuestra!", gritaba la senadora Adriana González, quien lanzó puntapiés a los perredistas para impedir su avance en pos de la presidencia camaral.
En el otro extremo, los diputados Mercedes Maciel, Rosa Elia Guzmán, Abundio Peregrino y Pablo Arreola, del PT, quedaron atrapados entre la puerta de madera cerrada por los perredistas y la giratoria, que bloqueó personal de resguardo, y su coordinación se preocupó no sólo porque alguien les arrojó gas lacrimógeno, sino porque esperaban una entrada por la fuerza de la Policía Federal Preventiva.
Por el pasillo central descendían los perredistas Arturo Núñez, Carlos Navarrete y José Guadarrama, contenidos del brazo por Ricardo García Cervantes y Alejandro Zapata Perogordo. Guadarrama le soltó de frente a Ricardo García: "¡quítate, güey!" Y el panista se quitó.
Casi a las 10 de la mañana, Felipe Calderón también salió por la puerta de atrás, pero esta vez lo hizo definió el senador Gonzalo Yáñez "como en los mejores tiempos del otrora partidazo: investido como jefe de Estado, de partido y de las dos bancadas panistas en el Congreso".