Usted está aquí: martes 28 de noviembre de 2006 Política TAMPICO

TAMPICO

(Palabras del Subcomandante Marcos en la Plaza de la Libertad de Tampico, Tamaulipas, el sábado 25 de noviembre, al concluir el recorrido por el estado 32 en la otra campaña.)

Este país se está doliendo por todas partes. Si eres indígena te duele porque se burlan de ti, de tu lengua, de tu color, de tu forma de vestir, de tu cultura. Si eres pueblo indio en México, duele serlo.

Duele también ser anciano o anciana, nuestros mayores, decimos nosotros, donde quiera que estés te tratan como si fueras la envoltura de un producto que ya fue consumido, se burlan de ti, de tus enfermedades, sólo te ven como si fueras objeto de limosna o de lástima.

Duele ser mujer, mujer joven, madura, adulta o niña, para el resto de la sociedad solo vas a ser un objeto y como un objeto vas a ser tratado y exhibido. Ningún respeto para tu inteligencia, para tu capacidad. Todo el esfuerzo para tratar de aparentar un modelo de belleza que ni si quiera pertenece a estas tierras.

Duele ser campesino, que antes podías poseer la tierra en un ejido, en una tierra comunal. Llegó el gobierno, el mismo conquistador de hace 500 años, pero ahora vestido de licenciado de la Reforma Agraria, o de la Secretaría de Agricultura, a decirte que ahora eres pequeño propietario, que te entres al PROCEDE y al PROCECOM y entonces firmas y ahora eres un pequeño ranchero que se muere de hambre porque no tiene créditos ni apoyo para sembrar y cuando vas a solicitar al gobierno que te apoye un poco, te dice que tienes que tener dinero para que te puedan prestar. Y uno piensa en su corazón que si tuviera dinero no anduviera pidiéndole al gobierno nada. Si eres ejidatario te vas a encontrar una mañana con que el gobierno compró o el nuevo hacendado, el gran finquero, el gran latifundista que está regresando otra vez como hace cien años, ya compró al comisariado ejidal y resulta que la tierra que trabajaste tú, tus padres, tus abuelos, tus bisabuelos, generaciones enteras desde que Emiliano Zapata y Francisco Villa conquistaron la tierra para los campesinos, ahora ya no es tuya, es de otro que ni siquiera conoces, es de otro que ni siquiera ves, es de otro que ni siquiera es de este país.

Duele ser trabajador de la ciudad, obrero de la maquila. Catorce o diecisiés horas diarias de trabajo, 45 ó 50 pesos al día, sin descanso, sin seguro social, sin aguinaldo, sin nada de las prestaciones que durante muchos años fueron para los trabajadores y las trabajadoras una ayuda. Si eres trabajador o trabajadora de la maquila, al servicio del Estado, de una empresa, empleado, chofer, lo que sea cada quien, resulta que cada vez tiene menos para poder sobrevivir él y su familia.

Y resulta también que duele ser un trabajador que no sea empleado de nadie, que tiene un pequeño comercio, a veces en la calle, y resulta que el gobierno ha criminalizado el trabajo, resulta que nadie puede ponerse a vender honestamente lo que él mismo produce, porque llega el gobierno y le dice que no tiene permiso, que aquí, en estas tierras de México, sólo tiene permiso el que es de otro país, el que tiene una gran tienda, un gran centro comercial, un gran centro turístico, un gran hotel. Y resulta que está trabajando y trabajando y viene el funcionario por los impuestos, por la mordida, por el permiso y resulta que es más caro que lo que pueda ganar uno no en un día, sino en una semana. Duele ser comerciante ambulante o pequeño comerciante.

Duele ser cada cosa que somos en este país, no importa en que estado estemos ni en que rincón, en qué provincia. No importa porque es igual para ellos allá arriba, los mismos centros comerciales, los mismos hoteles, las mismas marcas que se pueden encontrar en cualquier ciudad norteamericana. Y cuando uno entra a esta ciudad no sabe si está entrando a Tampico o a Villa Hermosa o a Tuxtla Gutiérrez o a Acapulco o a la Ciudad de México, porque es la misma imagen calcada y repetida una y otra vez, una imagen que no nos pertenece, ni como tampiqueños, ni como tamaulipecos, ni como mexicanos en cualquier rincón que estemos.

Y ahora resulta que la juventud, la edad que tenga uno es un delito para esos que han dicho que son gobierno y que dicen que están para servir a la sociedad y resulta que la forma de vestir, de hablar, de peinarse, es un delito para la gente que está allá arriba y nos persiguen como jóvenes nada más por la apariencia, como si los criminales anduvieran en la calle y no estuvieran en el palacio de gobierno de Ciudad Victoria, Tamaulipas.

Nosotros estamos sintiendo ese dolor allá en las montañas del sureste mexicano. Hemos recorrido ya los 32 estados de la República y en todas partes hemos sentido ese mismo dolor y la misma rabia que siente cualquiera de ustedes al ver los spots publicitarios del señor Fox y sus discursos diciendo que el pueblo de México está feliz con él, que durante seis años trabajó para el pueblo de México, que cualquier gente pobre tiene seguro popular, tiene vivienda digna, tiene buen trabajo y salario, como si fuera mentira que durante su sexenio como nunca antes millones de mexicanos y mexicanas tuvieron que emigrar a otro país, como si hubiera una guerra aquí, porque no hay trabajo digno, porque no hay nada que llevarse a la boca, porque no hay un techo en el cual meterse y poder decir 'esto es una casa', no una vergüenza.

Si antes escuchábamos esto y pensábamos tal vez en algún lugar está pasando esto, a lo mejor al gobierno sólo se le olvidó nuestra ciudad, nuestro barrio, nuestra casa, nuestra calle, nuestro trabajo, nuestro ejido, nuestro pueblo indígena, y resulta que no, que recorrimos todo el país y todo está igual abajo. Mentira que el norte vive bien mientras el sur padece, mentira que en el norte de México hay otro país diferente del que hay en el centro y en el sur de este país que se sigue llamando México. Es igual, duele lo mismo ser mexicano en las montañas del sureste mexicano, en la península de Yucatán, en la península de Baja California, en Sonora, en Chihuahua y en Tamaulipas. Y perdónenme que diga esto, pero en estos días que recorrimos Tamaulipas, nos hemos dado cuenta que el señor Eugenio Hernández no es más que un sinvergüenza, porque se la ha pasado simulando estos dos años que está gobernando el estado y en ningún lugar, en ningún rincón, hemos visto nada de lo que él dice que ha hecho.

Hemos ido a Nuevo Laredo y hemos visto colonias hechas de casa de cartón, como se veían hace cien años y resulta que el gobernador de este estado donde está Nuevo Laredo está diciendo que la frontera es un remanso de esperanza, un remanso de paz, donde de vez en cuando algunos narcotraficantes se dan de tiros pero fuera de eso no pasa nada, todo está bien. Y hemos visto también en Nuevo Laredo cómo las maquiladoras están envenenando el río Bravo y el aire que respiran los tamaulipecos de ese lugar. Igual Reynosa, igual Matamoros. Los pescadores de Playa Bagdad, explotados igual que en la conquista, ni si quiera en la colonia habíamos visto esas condiciones de vida. Y Altamira, Ciudad Victoria, igual.

¿Dónde está el gobernador de Tamaulipas que no sea frente a una cámara de televisión, pagando para que alguien le crea y nadie, ni el que está detrás de la cámara le cree lo que está diciendo?

En Nuevo Laredo nos dijeron una verdad, que ahora entendemos. Aquí en Tamauilipas todos son Ulises Ruiz, todos son criminales, todos son asesinos y todos son ladrones, todos, ninguno se salva. Aquí los centros de prostitución no están en la zona roja, están en el congreso del estado, en el palacio de gobierno, en la presidencia municipal de Tampico, de Madero y de Altamira.

Nosotros vimos y escuchamos lo mismo aquí en Tamaulipas que en el otro rincón que es Baja Californa, en el otro rincón de nuestro país que es Quintana Roo y en nuestro propio rincón hemos tratado de construir un lugar digno, las montañas del sureste mexicano, el último rincón que este país tiene.

Y nosotros hemos llegado hasta acá porque traigo un mensaje de las comunidades indígenas de raíz maya. Del sureste de México al sureste de Tamaulipas. Y nosotros sabemos que aquí en estas tierras, en Tampico y Madero y en Altamira se juntan tres elementos de los que pocos pueden enorgullecerse: la rebeldía del norte, la que hizo nacer hace cien años la Revolución Mexicana; la resistencia de los costeños frente a la invasión extranjera que en todo el golfo se reproduce, y la puerta de la Huasteca y su sabiduría indígena que es la que nos ha ayudado a seguir el camino. Estas tres cosas que tiene este rincón de Tamaulipas, la rebeldía, la resistencia y la sabiduría, es la misma que alimentó los pulmones del General Sandino que estuvo trabajando aquí en Tampico cuando los campos petroleros pertenecían al extranjero, y de lo que aprendió aquí en Tampico fue a Nicaragua a derrotar al invasor yanqui.

Y a lo mejor esa historia no nos la enseñan, porque resulta que respirar el aire de Tampico da malas ideas, da ideas de rebelión, de alzarse, de levantarse, de exigir la libertad, la democracia y la justicia que nos están convirtiendo allá arriba en un teatro de mal gusto.

Nosotros venimos a pedirles que unan la playa de Miramar con una laguna que tiene el mismo nombre, la Laguna de Miramar, en la Selva Lacandona. Que unan su lucha con la lucha nuestra, no con las armas, no para taparse la cara, no para ser objeto de la atención mediática sino para cambiar de una vez por todas este país que da vergüenza cada vez que miramos hacia arriba y cada vez que vemos a los gobernantes en la televisión, en las fotos de las páginas de sociales y en las páginas de la nota roja, porque se turnan entre una y otra, cada vez que vemos eso nos da vergüenza y pensamos que nos equivocamos de país, que no vale la pena ser mexicano o mexicana porque sólo representa dolor y lástima a uno mismo.

Pero si hacemos otra cosa, empezamos a mirarnos entre nosotros, como ancianos, como mujeres, como trabajadores, como maestros, como estudiantes, como empleados, como pequeños comerciantes, como niños, como lo que es cada quien, vamos a encontrar que el mismo aire que se respiró en estas tierras hace tantos años que ha dado tantos hombres y mujeres dignos y rebeldes para la historia de esta patria, tiene que volver a andar. Porque lo que hemos descubierto en los treinta y dos estados es que hay un viento que está ahorita todavía como un rumor abajo, el rumor del viento que advierte que ya van a ser cien años de que este país se sacudió en la Revolución de 1910, que van a ser doscientos años que se sacudió del dominio español y que ya va siendo hora que nos sacudamos del dominio del imperio de las barras y las turbias estrellas que está a unas cuantas horas de aquí.

Lo que hemos descubierto en Tamaulipas es que no es cierto, no está tan cerca Estados Unidos, aquí de Tampico lo que queda más cerca son las montañas del sureste mexicano, lo que queda más cerca de ustedes no son los gabachos del otro lado sino los indígenas a los que yo represento, los trabajadores de todo el país y las trabajadoras que están luchando por lo mismo que debemos luchar todos.

Nosotros queremos avisarles que la historia cansada de andar se repite, y que está en nosotros que no sea la misma historia de derrota de hace cien años y de hace doscientos años. Nos vamos a levantar otra vez, no con las armas sino con un movimiento civil y pacífico, en todas partes al mismo tiempo, y la historia en México, en Tamaulipas, en Tampico, va a volver a caminar los pasos del de abajo. No más los pasos de los gobernantes, de los grandes propietarios, ahora el paso del campesino, del obrero, del joven, del anciano, del niño, del que está abajo, entonces será la historia que va a valer la pena aprender y escuchar y enseñar a otros porque va a ser una historia que vamos a escribir nosotros, que cada uno va a escribir en su corazón, en su casa, en su calle, en su montaña, en su lancha si es pescador.

Esto va a pasar y el pueblo de Tampico va a tener que contestar de qué lado está. Si está del lado de los espectadores o está del lado de los actores, si está del lado de los de abajo o está del lado de arriba. Llegó la hora, sólo he venido a eso a Tampico, a avisarles, llegó la hora como hace cien años, como hace doscientos años. Tenemos que acabar con todos los gobernantes desde el más pequeño hasta el más grande, meterlos a la cárcel o sacarlos del país. Sacar también a los grandes propietarios y tomar en nuestras manos el campo, la tierra para quien la trabaja, la tienda para el empleado, la fábrica para el obrero, el vehículo para el chofer. Todo lo que hacemos cada quien como generación de riqueza que sea propiedad de los trabajadores y que el gobierno nos obedezca y nunca más nos mande él ni nadie mucho menos un extranjero.

Queremos invitar al sureste de Tamaulipas que se una de una vez, en la otra campaña, con el sureste de México, como se ha unido otras veces en la historia de este país y no sólo con nosotros, sino con toda la República y digamos ahora sí todos juntos, en nuestra lengua de cada quien, con nuestra estatura, con nuestro tono de voz, "ya basta", y que lo escuche el que está arriba. Y no importa que no salga en la televisión o el periódico, porque la víspera, un día antes de una gran rebelión, parece que no pasa nada y el día de hoy estamos en la víspera.

Esto que nosotros llamamos Patria nos está pidiendo a los de abajo que hagamos algo por ella, si no, muere y muere para siempre.

 
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