Mundo rata
Ampliar la imagen Fotograma de la cinta de Scorsese, protagonizada por Jack Nicholson (en la imagen), Leonardo DiCaprio y Matt Damon
Los infiltrados marca el regreso de Martin Scorsese al cine gangsteril género que no había ensayado desde Casino (1995) y es también su segundo remake, después de Cabo de miedo (1991). En este caso, se trata de una versión hollywoodense de la producción hongkonesa conocida en Occidente (no se estrenó en México) como Infernal Affairs (2002), de Andy Lau y Alan Mak, cuyo éxito dio pie a dos secuelas de los mismos realizadores. De alguna forma, la pelota volvió a su cancha original, ya que si algún cineasta ha sido influencia determinante en el cine de Hong Kong de John Woo a Wong Kar-Wai ha sido el propio Scorsese.
Sin embargo, el veterano director confesó en una entrevista publicada en la revista británica Sight and Sound, sus reservas de volver a un género en el que se le ha encasillado: "Es como una droga a la que debo regresar, aun cuando la detesto". Esa ambivalencia entre el amor y el odio se advierte en la forma como, a fin de cuentas, Los infiltrados no parece una película de Scorsese, cuya obra se ha distinguido por no basarse en premisas ingeniosas, sino en el desarrollo complejo de personajes y situaciones.
El argumento de Infernal Affairs y su remake parte de una estupenda idea: la oposición de sendos informantes que operan dentro y fuera de la ley. Así, en Boston, el sargento Colin Sullivan (Matt Damon) ha sido criado desde niño por el temible gángster irlandés Frank Costello (Jack Nicholson) para que sirva de soplón, mientras Bill Costigan (Leonardo DiCaprio, por primera vez convincente como adulto) ha sido reclutado por el honesto capitán Queenan (Martin Sheen) para infiltrarse como agente encubierto en la banda de Costello.
El suspenso deriva de que la identidad de cada uno es desconocida en ambas fuerzas y toda la película se construye sobre una sucesión de vueltas de tuerca hasta llegar al enfrentamiento. A la trayectoria paralela de ambos personajes Damon y DiCaprio guardan incluso una semejanza física se ha añadido el amor de la misma mujer, la siquiatra policiaca Madolyn (Vera Farmiga).
Se trata, claro, del tema del doble, la dualidad entre el bien y el mal, que parecería más afín al director Michael Mann (de hecho, Fuego contra fuego fue una de las influencias de Infernal Affairs), porque a Scorsese nunca le ha interesado el quehacer policiaco. Películas como Calles peligrosas (1973) o Buenos muchachos (1990) se han centrado en la vida cotidiana del gángster italo-neoyorquino en su código de conducta criminal, pero también afectiva como una condición existencial que le resulta familiar. En ellas los policías habían aparecido en un plano secundario, como antagonistas ineficaces por lo general.
Por otra parte, en Los infiltrados el guión de William Monahan establece algunas vueltas de tuerca la aparición de un sobre delator, la previsible venganza final de un policía que no son dignas de la complejidad emocional que el director suele privilegiar. Además, se plantean otras subtramas la venta de microprocesadores a agente chinos, por ejemplo que quedan sin resolver y se desperdician algunos personajes promisorios Mr. French (Ray Winstone), el lugarteniente de Costello, entre otros.
Eso sí, Costigan es otro héroe neurótico y solitario en la línea scorsesiana, con severos problemas de identidad. No obstante, se le impide acceder al acto heroico: su situación permanente es la ineficacia. Perversamente se le concede más importancia dramática a Costello, un personaje de por sí excesivo que Nicholson exagera para su obvio deleite. Es él a quien se dedica el prólogo de la cinta y quien representa un modo de vida corrupto y profano, brutalmente machista, pero también carente de familia o descendencia. (Por supuesto, ahí no caben las mujeres. En la desdibujada y sosa figura de Madolyn, los personajes femeninos sólo insinúan otra posibilidad de traición.)
Tal vez lo más interesante de Los infiltrados sea la indignación moral del cineasta. Una y otra vez subraya qué tanto es inevitable el poder corruptor en una sociedad donde no se sabe ya, a ciencia cierta, quién es el bueno y quién el malo. "Todos son unas pinches ratas", según afirma Mr. French. Scorsese describe además una realidad actual en la que los ciudadanos estadunidenses son susceptibles de ser vigilados, gracias a una tecnología ubicua, que ha borrado aún más los límites de la corrección ética. (En una escena, el policía interpretado por Alec Baldwin bendice al llamado Patriot Act, la enmienda constitucional del gobierno de George W. Bush que ha permitido ese atropello de las garantías individuales.) No puede ser más maliciosa esa última imagen de una rata que avanzan sobre el fondo de un edificio representativo de las instituciones.
Por lo visto, Scorsese debe expresar sus preocupaciones políticas en otro género menos reiterado y recuperar su gusto por la audacia formal para volver a lograr algo tan temerario y apasionante como Pandillas de Nueva York.
Los infiltrados (The Departed):
D: Martin Scorsese/ G: William Monahan, basado en el guión de la película Infernal Affairs, de Alan Makl y Felix Chong/ F. en C: Michael Ballhaus/ M. Howard Shore; canciones varias/ Ed: Thelma Schoonmaker/ I: Leonardo DiCaprio, Matt Damon, Jack Nicholson, Mark Wahlberg, Martin Sheen/ P: Plan B, Initial Entertainment Group, Vertigo Entertainment, Media Asian Films. EU-Hong Kong, 2006.
Fotograma de la cinta de Scorsese, protagonizada por Jack Nicholson (en la imagen), Leonardo DiCaprio y Matt Damon