Usted está aquí: sábado 25 de noviembre de 2006 Opinión Guerra en el paraíso (Fragmento)

Carlos Montemayor

Guerra en el paraíso (Fragmento)

Ampliar la imagen El profesor Genaro Vázquez Rojas, durante la lucha armada Foto: Centro de Investigaciones Históricas de los Movimientos Armados, AC

­¿Guerrillero? ­preguntó sonriente el general Cuenca Díaz, en el Colegio Militar, mientras los asistentes a una ceremonia de clausura de conferencias conversaban en el vestíbulo­. ¿Genaro Vázquez Rojas guerrillero? No, hombre. No pasa de ser un delincuente.

­Pero el ejército está en una campaña militar formal contra el grupo de Genaro Vázquez Rojas, ¿no es así? ­preguntó alguién más.

El general se ajustó los gruesos lentes con la mano derecha y endureció su rostro.

­El ejército en Guerrero sólo desempeña actividades sociales. Lleva alimentos, medicinas, agua, a los lugares más remotos de la sierra. Esa es nuestra labor. Porque en Guerrero nadie apoya a Vázquez Rojas. El conoce bien la sierra y se mueve de un sitio a otro, como bandido.

Los periodistas acercaban grabadoras portátiles al militar. Un asistente pidió que abrieran paso para que otros oficiales abandonaran el recinto. El general Cuenca Díaz volvió a caminar. Sobresalía en el grupo de periodistas. Alto, con los gruesos lentes que brillaban con las luces.

­Hemos comprobado que el pueblo de Guerrero no está con Genaro ­volvió a decir cuando se detuvo a responder a otro periodista­. Lo que sucede es que en algunas regiones le temen y por ello le prestan ayuda. Pero ningún gatillero como él puede ser popular. Además, se le están cortando todos los caminos de huida. Se arrestó a la mayoría de sus cómplices y ha perdido ya los medios por los que obtenía dinero.

Con un movimiento de la mano derecha se ajustó nuevamente los anteojos y siguió avanzando.

***

­Mire, amigo, nadie puede pensar igual en estos asuntos y en ningún otro. Pero de ahí a que yo disienta de las opiniones que expresó ayer el general Cuenca Díaz, hay mucha distancia ­contestó al periodista el senador Rubén Figueroa en el salón de sesiones del Senado de la República, en la ciudad de México­. Lo que yo puedo decir es que si en Guerrero hubiera habido una política de conciliación, posiblemente no estaríamos lamentándonos ahora de la guerrilla de Genaro, que está dentro de eso que llamamos izquierda delirante. Muchas ideas son utópicas, pero sus programas son subversivos, incitan a la rebelión. Así que tiene que vérsele como delincuente, como enemigo del orden. Aunque lo obligaron a asumir esa postura violenta políticos incapaces. Primero, por la falta de apertura del gobernador Raúl Caballero Aburto, que fue destituido por la lucha cívica de Genaro; después por el rechazo constante del siguiente gobernador, Raymundo Abarca Alarcón, y por los caprichos de Miranda Fonseca, que era secretario de la Presidencia y que impuso como gobernador a Abarca Alarcón. Por ellos Genaro Vázquez se lanzó a la lucha. Ellos son los causantes.

Figueroa levantaba las manos, rudo, enérgico, para explicar lo que decía. Sonrió, de pronto, como si una burla ligera apareciera en sus labios.

­¿Pero usted cree que en la sierra de Guerrero apoyan a Genaro?

El senador mantuvo su mirada fría en el periodista por un momento. Cuando se disponía a contestar llegó un asistente del senador y habló en voz baja con él. Asintió con un movimiento ligero de cabeza.

­Debemos darnos prisa, señores, porque el líder de la cámara desea hablar conmigo de algunos asuntos del Senado. Pero en cuanto a la pregunta que me hizo aquí el señor debo reconocer que sí, que Genaro tiene simpatizantes en algunas zonas pequeñas. Pero si tuviera fuerza, si tuviera gente, ya habría hecho un movimiento mayor, ¿no creen ustedes? Porque yo insistí con Abarca Alarcón cuando yo era diputado federal. Le llevé a Genaro Vázquez y le dije ''ponlo de este lado del mostrador para que vea las cosas de otra forma". Pero no quiso hacerlo. ''Es un subversivo" me dijo, ''y voy a acabar con él". Falta de imaginación política, de conocimiento del valor que tiene el diálogo, el acercamiento. Genaro quería ser inspector escolar, pero no le hicieron caso. Así pasa con todo, la mula no era arisca, sino que la hicieron.

Luego sonrió con los periodistas y se inclinó hacia delante.

­A mi juicio ­volvió a decir­, los más graves problemas de Guerrero son tres: carencia de vías de comunicación, analfabetismo y falta de fuentes de trabajo. Si construyéramos cada día un kilómetro de caminos, en un sexenio la situación de Guerrero cambiaría, y con el respeto que me merecen, saldrían sobrando las fuerzas militares en el estado.

Se puso de pie y el asistente trató de caminar por el pasillo de la sala de sesiones para que se retiraran de ahí. El grupo de periodistas se abrió para dejarlos pasar. Cuando se despedía de ellos, otro le preguntó, al fondo.

­¿El grupo de Vázquez Rojas es el único grupo guerrillero que hay en la sierra de Guerrero?

El senador, ya de pie en el pasillo, levantó los hombros en señal de indiferencia.

­Creo que hubo otro. El de Lucio Cabañas. Pero tengo la impresión de que ése más bien ya desapareció hace tiempo.

Echó a caminar otra vez.

 
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