EL TURNO DE LOS LIBROS
El escritor charló con los medios previo a la inauguración de la FIL de Guadalajara
''Poner la vida entre las solapas de un libro'', único interés de Lobo Antunes
El autor lusitano intenta hacer de las palabras cosas fijas, que respiren y tengan sangre
Nadie que haya vivido una guerra vuelve igual; es el absurdo y la injusticia, deplora
Ampliar la imagen ''La escritura es una cosa que no me da alegría, que no asocio al placer, la lectura sí, pero la escritura no porque no estás seguro de lo que estás haciendo, a mí me encantaría estar lleno de luminosas certidumbres", dijo Lobo Antunes, ayer, en Guadalajara Foto: Carlos Cisneros
Guadalajara, Jal., 24 de noviembre. No me interesa nada la intriga, la historia, lo que me interesa es intentar poner toda la vida entre las solapas de un libro, expresó el escritor portugués Antonio Lobo Antunes.
Para eso ''tengo que emplear las palabras, pero es una lucha cotidiana difícil que te traicionan todo el tiempo. Escribir es muy, muy difícil. Me sorprendo muchísimo ante la cantidad de libros que se publican.
''Mirando el catálogo de la feria me quedé sorprendido por la cantidad de escritores que hay, y es muy curioso porque hay muchos artistas y muy pocas obras de arte, eso es muy curioso. Hay escritores por todas partes, escultores, pintores pero obras de arte hay muy pocas."
Así comenzó el escritor sus actividades en la versión 20 de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, en una conferencia de prensa previa a la inauguración oficial de ese encuentro.
Lobo Antunes (1940) habló de su quehacer literario, los galardones, el valor que tienen las palabras y de un tema al que generalmente no hace referencia: la guerra.
Escribir como necesidad vital
Los galardones, dijo en primer lugar, ''no tienen nada que ver con la literatura, en el sentido de que los libros no se hacen mejores si ganas premios. Es agradable recibirlos, sobre todo cuando vienen acompañados de dinero. Todos los que he ganado me han asombrado muchísimo porque no los esperaba. Pero pienso que no son importantes, lo importante es seguir trabajando lo mejor que puedas y no preocuparte ni por los premios ni por los honores.
''Los escritores que más me gustan no han ganado ningún premio: Tolstoi, Conrad, etcétera. El hecho de ganarlos da placer, pero no es importante, ni puede serlo para tu trabajo, pero debes sentirte agradecido con quien te los da: hay una generosidad y una simpatía. Uno no escribe para ganar, sea lo que sea, ni para volverse rico, uno escribe no sé bien por qué, pero cuando escribes te sientes culpable porque cuando no lo haces es como si te hubieras vestido sin haber tomado un baño, es una necesidad vital."
El tema de los premios deriva invariablemente en el Nobel de Literatura, pues su nombre ha estado varios años en la lista de los posibles ganadores: ''hace no sé cuántos años se habla de mí para eso. Es un premio como los otros, el problema es que es mucho más mediático, pero por ejemplo, si intento recordar quién lo ganó hace tres años no me acuerdo. Los premios duran dos o tres meses: (el Nobel) es el premio más mediático de todos y da mucho dinero''.
El galardón que recibió ''con más placer" fue el premio Jerusalén, que han obtenido, entre otros, Jorge Luis Borges y Octavio Paz, por una razón: ''lo han ganado escritores que respeto mucho".
A Lobo Antunes no le interesa ganar premios, lo que sí le preocupa ''es empezar un libro, nunca sabes si vas a poder hacerlo o si el libro más reciente va a ser el último. Creo que la única cosa que he aprendido con los años es que la vida te da un cierto conocimiento de ella, que llega siempre demasiado tarde. Aún estoy aprendiendo a escribir y a vivir".
Como escritor su relación con las palabras es especial: ''con ellas trabajas, pero lo que intentas, lo que quieres hacer es cambiar el arte de escribir y hacer de las palabras cosas fijas que respiren, que vivan por sí mismas, que tengan sangre. Como si tu vida fuera un grito y tus libros un comentario de ese grito.
''Nosotros los latinos tenemos la posibilidad de tomar la palabra como si fuera un cuerpo, o sea, haciendo el amor, pegándole, deshaciéndolo. El problema está en que mientras escribes hablas de cosas que son anteriores a las palabras: impulsos, emociones, etcétera, que por definición son intraducibles en palabras y lo que buscas es cómo traducir en palabras cosas que por definición son intraducibles.
''Entonces, cuando estás frente a una dificultad técnica buscas la forma de resolverla y la crítica dice '¡Ah! Ha intentado una cosa nueva', pero lo que llaman calidades no son más que defectos disfrazados.
''Al mismo tiempo, las palabras son verdaderas y muy traicioneras, y tienes que inventar, porque ya están muy viejas; hay poemas de Babilonia con 15 mil años en que los poetas se lamentan que todo está dicho, que ya no hay nada más qué decir. Entonces sigues trabajando con palabras que han sido utilizadas por tantos escritores. Así que todo tu trabajo es en el sentido de que las palabras que están antes y después tenga una existencia propia, tengan sangre. Eso es lo que intentas con tu trabajo."
Eso dice quien es considerado uno de los mejores autores de habla portuguesa y cuyos libros han sido traducidos a muchos idiomas. Sin embargo, subrayó que al principio escribía sin pensar en publicar. ''La escritura es una cosa que no me da alegría, que no asocio al placer, la lectura sí, pero la escritura, no porque no estás seguro de lo que estás haciendo, a mí me encantaría estar lleno de luminosas certidumbres".
Primera visita a México
Reconocido en todo el mundo, Lobo Antunes habla también de las referencias que tenía de México, toda vez que esta es su primera visita al país: ''Durante la dictadura en Portugal, durante el fascismo, teníamos carteles no solamente de Guevara, sino de Pancho Villa, de héroes mexicanos. La policía política los retiraba todos porque eran considerados muy subversivos esto en los años 60 o 70, hasta la revolución. Lo que conocía de México eran Zapata, Villa, Oscar de la Hoya, Hugo Sánchez, algunos escritores como Rulfo, actores como Jorge Negrete y el cine mexicano.
''Es muy curioso, porque en los países latinos me siento en casa. No me siento en un lugar ajeno, me siento entre la gente de la misma raza que yo. Antes de venir estuve en Estocolmo, ahí sí me sentía extranjero: los hombres tienen los pies demasiado grandes, y su relación con la vida, la gente, es diferente: pasaba una mujer guapa y no había un hombre que la mirase, tampoco se puede fumar y para eso hay ceniceros de cristal en la calle."
La mayor enseñanza que tuvo de la guerra en Angola, define, es que ''descubrí que era un hombre común entre hombres comunes. Creo que no hay nadie que haya pasado por una guerra que vuelva igual. Es el absurdo y la injusticia. Nadie gana la guerra, todos pierden.
''Esa experiencia ha cambiado mi vida, pero también la enfermedad que tuve a los cuatro años o la muerte de la madre de mis hijas; todo es importante y muchas veces son cosas que en el momento que las vives no las sientes, pero más tarde las sientes con una fuerza intensa. Jamás he hecho un libro sobre la guerra, se podría hacer un ensayo o un documento, pero por respeto a los muertos no tengo derecho a hacerlo."
Se aprende también a vivir en ''función de un minuto, un año o 20, y al mismo tiempo sea un minuto, un año o 20, eso no va a acabar porque no puedes vivir sin futuro, no puedes.
''Tienes que vivir en función de pequeñas eternidades. En la guerra esa eternidad era 'he sobrevivido hoy'. Siempre negocio el libro con la muerte, le digo: 'déjame acabar el libro primero', porque nunca sabes cuando eso va a pasar.
''Todo es importante y vivo esto con alegría. Creo que lo mejor que podemos hacer es que no haya malentendidos entre nosotros y la vida."