Un inicio difícil
El próximo viernes, Felipe Calderón asumirá el poder y la responsabilidad de conducir un país profundamente agraviado, engañado y burlado por su antecesor y por su equipo de colaboradores ineptos, que salvo unas cuantas excepciones, han sido tan irresponsables y corruptos como el propio Presidente de la República que hemos tenido que soportar estos seis años.
Amplios sectores de la población, además de sentirse burlados, han sufrido de manera personal o familiar las consecuencias de la torpeza y la falta de voluntad para cumplir los compromisos contraídos por un gobierno que sólo será recordado por lo que no hizo, por su fatuidad y por sus escándalos.
El hecho de que el nuevo gobierno proceda del mismo partido que el actual, y que su origen esté marcado por la sospecha o la certeza de ilegitimidad, para amplios sectores de la población no son asuntos menores y pueden representar graves problemas para el futuro de la nación si no son debidamente evaluados y seguidos de acciones firmes que no dejen duda en el pueblo de que existe voluntad política y visión para enfrentar y corregir la difícil situación actual.
En este escenario, la actitud de Andrés Manuel López Obrador y la capacidad de organización y de lucha de sus seguidores no puede ni debe ser ignorada por el nuevo gobierno, pero tampoco debe ser objeto de una política de represión, que no haría otra cosa que agravar la situación actual.
Me queda claro que en ningún momento de la historia reciente de nuestro país un gobernante ha iniciado su gestión en condiciones más difíciles que las de hoy, y mucho me temo que Felipe Calderón tendrá poco tiempo para responder a la problemática descrita, antes de que ésta haga crisis, como sucede hoy en Oaxaca. Para ello, el nuevo presidente habrá de realizar una serie de acciones que incluyen, desde luego:
1. La investigación, y en su caso el castigo, para los miembros de la familia política del Presidente, así como para los colaboradores cercanos de éste, incluido su secretario de Hacienda, constituyen una forma de deslinde que la sociedad mexicana necesita, no como revancha sino como señal de la existencia de una voluntad de cambio.
2. Desmantelar las redes de tráfico de influencias construidas por la esposa del actual Presidente y algunos de sus colaboradores cercanos, y que dieron lugar a numerosos miembros de la extrema derecha en puestos importantes de la administración pública, aun cuando no tuviesen la mínima capacidad para ejercerlos. El combate frontal a la corrupción que priva en el país pasa necesariamente por la separación de estos personajes de sus cargos y la investigación de sus acciones.
3. Definir una política clara, prudente y de compromiso nacional en torno de los energéticos y en general respecto de los recursos que conforman el patrimonio nacional. La participación de empresas extranjeras en las actividades de la petroquímica básica requiere de la aprobación inequívoca de la mayoría de la población convocada a un plebiscito. La explotación irracional de nuestros recursos petroleros y el dispendio de los ingresos provenientes de esa explotación con fines desconocidos debe cesar de inmediato.
4. El establecimiento de una política económica de fomento de la pequeña y mediana industrias y su integración en cadenas de valor agregado altamente competitivas, que generen empleos para los jóvenes egresados del sistema educativo, debe sustituir en corto tiempo el esquema demagógico y cantinflesco de los changarros y las Pymes, característico de la falta de visión del actual gobierno.
5. El rescate de las zonas rurales mediante el establecimiento de esquemas productivos modernos, que termine con la explotación de los jornaleros agrícolas y la protección de la producción agrícola, ante el riesgo de los tratados de libre comercio que colocan a nuestros productores en desventaja, requerirá de negociaciones que deben ser realizadas con dignidad y firmeza por el nuevo gobierno, contrastando con la política de sumisión e indecisión características del actual.
6. La protección real de nuestros emigrantes y el reconocimiento de que se trata de un problema estratégico para la estabilidad de la nación, especialmente ante las medidas del gobierno estadunidense, deben restituir la imagen de dignidad perdida en estos años.
Muchas más son las carencias y enojos de la sociedad mexicana, sin embargo creo que acciones bien definidas y claras en estos campos ayudarían mucho al nuevo gobierno a alcanzar el respeto y el apoyo nacional que hoy no tiene.