Oaxaca, ¿patrimonio militar por la gobernabilidad?
Vicente Fox quiere que el Centro Histórico de Oaxaca pase de ser Patrimonio Cultural de la Humanidad a patrimonio militar por la ¿gobernabilidad? El zócalo de la ciudad es reflejo de la ocupación militar y policiaca que el Gobierno Federal ha implementado para ayudar a Ulises Ruiz a reprimir al pueblo oaxaqueño. El ex empleado de los banqueros Roberto Hernández y Alfredo Harp, Eduardo Medina Mora, ha operado para hacer de la capital del estado un cuartel que garantice la operación de los grupos paramilitares y policiacos del priísta que se dice gobernador del estado. Desde sus barricadas represivas, los elementos de la PFP agreden sexualmente a las ciudadanas, luego las rocían con agua mezclada con chile piquín por protestar ante dichos abusos, al día siguiente convierten las calles céntricas en una batalla campal contra quienes celebran en marcha combativa el día de la Revolución Mexicana. Durante la refriega del 20 de noviembre, los policías militares hirieron a decenas de oaxaqueños y pusieron en riesgo los inmuebles históricos al utilizar las azoteas de los mismos para disparar gases lacrimógenos, balines y pedradas contra los manifestantes. Uno de los edificios utilizados para este fin fue el de la Facultad de Derecho, cuyo paraninfo fue incendiado hace unos años por porros de la universidad para que luego lo restaurara Víctor Hugo Ruiz, hermano del actual gobernador. Otro de los edificios desde el que se dispararon gases fue el ex convento de Santa Catalina, convertido hoy en hotel de lujo y que Fonatur ha intentado vender, infructuosamente, gracias a la resistencia de la sociedad civil. En la madruga siguiente a la refriega, policías vestidos de civil y que portaban armas largas casi incendian el ex convento de Santo Domingo de Guzmán, uno de los más relevantes ejemplos de arquitectura colonial en México, todo por quemar el campamento que la APPO mantenía a sus puertas desde que la PFP tomó el zócalo, a sólo cuatro cuadras de distancia. Ya idos los sicarios, la APPO ha vuelto a instalarse en el mismo sitio. Durante la batalla de cuatro horas el día de la Revolución, los heridos eran atendidos en el Instituo de Artes Gráficas de Oaxaca, institución que cuenta con la biblioteca especializada en arte y arquitectura más importante del país, así como la colección de gráfica artística más destacada en su género en México, donadas todas al pueblo de Oaxaca por el maestro Francisco Toledo, incluido el inmueble del siglo XVIII que las aloja.
La violación cotidiana a las garantías individuales, las desapariciones forzadas, las agresiones al patrimonio cultural e histórico de Oaxaca operadas durante la gestión de Ruiz, tienen aliados hoy a los aparatos represivos de la Federación. No se ha dado una sola detención de funcionarios corruptos del régimen prísta, no se ha se desmantelado un solo grupo paramilitar de los que han asesinado a 20 personas, no han cesado las desapariciones y aprehensiones por razones políticas, no se han revelado los resultados de las auditorías practicadas a los gobiernos de Murat y Ruiz, pero ya se le están transfiriendo mil millones de pesos al gobernador de Oaxaca, en premio por haber acabado con la democracia, la paz y la gobernabilidad en el estado.
El que una organización popular política funcione como un conglomerado de movimientos cuyos líderes tienen que obedecer a la asamblea general del pueblo tiene desquiciado al régimen federal, pues no encuentra a quién comprar, a quién encarcelar, a quién matar para aplastar la insurrección pacífica que parece tener cientos de miles de cabezas. Un pueblo con 70 por ciento de sus pobladores económicamente activos ganando menos de 3 mil pesos ha dicho basta. Un pueblo que tiene miles de exiliados económicos en Estados Unidos, el DF, Baja California y Puebla ha gritado que quiere ser campesino de su tierra, trabajador de su ciudad, estudiante en su universidad y no sirviente, jardinero de ricos, explotado y perseguido por los gringos. La sociedad civil, los académicos de todos niveles, los defensores de derechos humanos, los ecologistas y artistas también se han movilizado aglutinándose en torno a la Iniciativa Ciudadana de Diálogo por la Paz, la Democracia y la Justicia en Oaxaca. Ahí han vertido sus ideas al lado de los pueblos indígenas, del amplio conglomerado social de la APPO y del magisterio disidente. En sus mesas de trabajo se están sentando las bases para discutir los problemas más trascendentes de Oaxaca y que pueden llegar a influir en la construcción de un nuevo constituyente. Por otra parte, la APPO se está convirtiendo en modelo organizativo para el resto de país y se están conformando asambleas en diversos estados e incluso una nacional. Es por esto el temor y la reacción aterrorizante del poder económico, de los banqueros y empresarios, del PRI y el PAN, de sus fuerzas armadas, pues una forma organizativa novedosa para ellos pero milenaria para los pueblos indígenas se reproduce como forma de resistencia que puede no sólo acotar su poder, sino también derribarlo. Pero Oaxaca no es patrimonio militar ni policiaco, y eso lo ha ido demostrando un pueblo multiétnico, con una fuerza cultural tan inmensa que incluso fascinó a los poderosos, quienes la pusieron de moda desde hace 10 años para hacer ahí sus bodas y sus compras de arte y artesanías, sus viajes de recreo, y que hoy miran con inmenso temor la dignidad de una cultura combativa, creativa, profunda, milenaria. Se acabó el show, esta es la Guelaguetza.