Usted está aquí: jueves 23 de noviembre de 2006 Política Carta de El Cairo

Miguel Marín Bosch*

Carta de El Cairo

A la orilla del Nilo se reunió este año la conferencia de la organización de Pugwash. El movimiento se fundó en 1955 a instancias de Bertrand Russell, quien convenció a Albert Einstein de firmar un manifiesto sobre el peligro de la confrontación nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Einstein murió semanas después. Cyrus Eaton, capitán de industria canadiense y originario de la aldea de Pugwash, en Nueva Escocia (Canadá), decidió sufragar los gastos de lo que fue la primera conferencia anual del movimiento. De ahí el nombre.

La conferencia se llevó a cabo en 1957 y reunió a científicos de todo el mundo. Se convirtió en el primer foro en el que físicos de Estados Unidos y la Unión Soviética empezaron a platicar. Ese fue su origen y su razón de ser: servir de centro de encuentros entre personas que rara vez podrían conversar. Desde entonces se ha venido reuniendo anualmente y en 1995 recibió, junto con Joseph Rotblat, su alma fundadora y creadora, el Premio Nobel de la Paz.

Con el tiempo las reuniones anuales del movimiento Pugwash fueron cambiando. El corazón del movimiento siempre ha estado en la lucha por el desarme nuclear. Pero Pugwash se fue ampliando tanto geográficamente como temáticamente. Hasta su muerte, el año pasado, Rotblat no cejó en su cruzada en contra de las armas nucleares, mismas que rechazó en 1943, cuando se retiró del proyecto de Los Alamos al saber que Alemania nazi había abandonado su aspiración atómica. No aceptó trabajar en un proyecto nuclear cuando el enemigo había echado por la borda el suyo.

Hoy Pugwash examina una variada gama de temas internacionales. Sigue en la agenda el desarme nuclear, acompañado ahora por cuestiones de tensiones regionales. He ahí la fuerza de esta organización no gubernamental que apenas logra sobrevivir económicamente. No compite con grupos como Amnesty International, pero quizás sea la ONG que más hace con menos recursos.

La conferencia dura unos cinco días. El consejo de Pugwash sesiona un día antes y otro después de la conferencia. Esta tiene una serie de sesiones plenarias y sus más de 200 participantes se reparten entre seis grupos de trabajo. En esta ocasión tanto las plenarias como los grupos de trabajo se concentraron en temas relativos a Medio Oriente: Irak, Líbano, Palestina, Israel e Irán, las relaciones entre el mundo musulmán y Occidente, así como la prolongada crisis de Cachemira. Hubo también varias plenarias sobre el futuro del desarme nuclear y el peligro de las armas de destrucción en masa. Los grupos de trabajo examinaron temas muy parecidos.

Uno de los aspectos más interesante de estas conferencias de Pugwash es ver de pronto en una misma mesa de discusiones a un israelí sentado al lado de un palestino, que platica también con un iraní o un libanés. No todas estas personas se conocen de antemano. En el caso de Cachemira los representantes del lado indio no habían conocido hasta ahora a sus contrapartes paquistaníes, aunque viven y trabajan a escasos kilómetros los unos de los otros. Pugwash también se apresta a promover los intercambios entre las partes en conflicto en diversos puntos de Africa.

En su declaración final el consejo de Pugwash insistió en la necesidad de que la comunidad internacional encuentre soluciones integrales a los conflictos en Medio Oriente y que eviten enfoques parciales o selectivos. Lo que ocurre hoy en Irak es prueba de que la política de Washington hacia la región requiere de un cambio fundamental.

Al igual que el secretario general de la Liga Arabe, Amre Moussa, el consejo de Pugwash subrayó la centralidad del conflicto entre palestinos e israelíes. Aquí cabe insistir en la propuesta de 2002, en la que todos los miembros de la Liga Arabe se comprometieron a reconocer al Estado de Israel dentro de fronteras seguras a cambio del retiro de Tel Aviv de todos los territorios ocupados desde 1967.

¿Sirven de algo estas conferencias del movimiento Pugwash? Creo que sí. Desde luego que muchos de los participantes son los mismos desde hace décadas y que algunos de los enfoques sobre las armas nucleares y otras cuestiones relativas a los armamentos no han cambiado mucho desde 1957. Empero, se han abierto otros espacios de discusión que, como ya se señaló, permiten un intercambio de opiniones entre interlocutores que sólo platican en el marco que les ofrece Pugwash. Alentadora también es la activa e inteligente participación de muchos jóvenes del Pugwash estudiantil.

Pugwash se parece un poco a las Naciones Unidas. Se cuestiona su "utilidad", pero invariablemente se llega a la conclusión de que si no existiera habría que inventarlo. Así lo consideraron personas como Miguel Wionczek y más recientemente Ana María Cetto, cuyas contribuciones a Pugwash (y en muchos otros campos) han sido invaluables.

No había visitado la capital egipcia desde diciembre de 2002, cuando acompañé al secretario de Salud en su periplo para afianzar su candidatura al cargo de director general del la Organización Mundial de la Salud (OMS). En esa ocasión tenía todas las de ganar, pero no se le brindó oportunamente el apoyo necesario. Este quizás sea tema de algún futuro artículo. Hace unos días volvió a fracasar en su intento por dirigir a la OMS. Estoy seguro de que era (y es) el mejor candidato. Por ello le aconsejo que diga: "Frankly, my dear, I don't give a damn".

* Ex subsecretario de Relaciones Exteriores y director del Instituto Matías Romero

 
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