Ciudad Perdida
Desfile contra la desmemoria
Hoy, en el Zócalo, el comienzo de otra gesta
No más Atencos, Pastas de Conchos, fraudes...
Pese a todo, y pese a muchos, hoy el Zócalo de la ciudad de México, el corazón de la República, presenciará la investidura de Andrés Manuel López Obrador como presidente legítimo de este país.
No será, eso sí, un acto con las multitudes acostumbradas en eventos pasados, cuando más de un millón de mexicanos llenaron la plaza mayor de este país, pero, de cualquier forma, hay confianza en la respuesta de la gente a un suceso que se alimentó, durante varios meses, de los errores del gobierno federal actual, y del odio que promete el que las autoridades electorales han impuesto.
Esta vez, poca será la gente que arribe desde la provincia. Los partidos políticos se quedaron prácticamente sin dinero para establecer los mecanismo de logística que permitan la presencia de contingentes desde el interior del país, aunque ya se sabe de grupos pequeños que realizarán el viaje, sin ningún tipo de apoyo.
De cualquier forma, desde el estado de México y, desde luego, el Distrito Federal, habrá marchas de simpatizantes partidistas que durante todo el día se irán sumando a quienes arribaron durante la noche del domingo.
Pero una de las pruebas de mayor importancia para este 20 de noviembre será la asistencia de la gente sin ligas partidistas, es decir, aquellos a quienes López Obrador ha convocado a construir un movimiento por encima de las opciones políticas ya constituidas. Un movimiento que luche por las causas populares sin menoscabo del accionar de los partidos políticos, pero establecido como el quehacer ciudadano que apoye el camino de lo que la izquierda reivindica en el proyecto de López Obrador.
Y algo más. Este 20 de noviembre se inicia, por decirlo de esa manera, otra revolución. La revolución contra el olvido, contra la desmemoria, que desde el gobierno federal y desde algunos medios de comunicación se trata de imponer para robar, de una vez por todas, la identidad nacional a los ciudadanos mexicanos.
Por eso las autoridades del Gobierno del Distrito Federal se empeñaron en realizar el acto conmemorativo al que la lucha revolucionaria de 1910 nos obligaba. La pretensión es dejar en no dejar en blanco las páginas de la historia donde se plasma la lucha de la gente contra las malas decisiones gubernamentales.
Y es que no se debe olvidar la Revolución, pero tampoco el fraude del pasado 2 de julio. Si en 1910 las injusticias del gobierno en contra de los trabajadores, entre otras cosas, dio pie a una movimiento armado, en 2006 el fraude electoral abre el camino a la organización pacífica de millones de voluntades que buscan impedir el abuso de los poderosos sobre los que memos tienen.
Desde luego una de las tareas más importantes de la derecha que se apoderó del país desde hace más de un cuarto de siglo, y que ha llevado a México a índices nunca vistos de desempleo, a la venta de los recursos naturales y, muy importante, al comercio inmoral de sus ciudadanos, que bajo la complacencia del gobierno salen del país a vender su mano de obra y a enviar a México una parte de sus ganancias, convirtiéndose de esa forma en el segundo apoyo económico para el país, es el olvido.
Olvidar quien se es, borrar la identidad patria para obtener masas dóciles que miren como único valor cierto al dólar, es el fin. Por eso al poder no le importan las fechas, ni los nombres ni los hombres, y por eso la lucha de hoy en el Zócalo es en contra de la desmemoria que se quiere implantar.
Dos de octubre, no se olvida, ni tampoco el 15 de septiembre, ni el 20 de noviembre, ni Atenco, ni Pasta de Conchos, ni Michoacán. El 2 de julio tampoco debe caer en el olvido.