El músico inglés reunió a 12 mil personas en el Domo de Cobre la noche del pasado jueves
Morrissey cumple en México con un concierto que rozó lo impecable
El espectáculo de luz y sonido remitió por varios momentos a Caravaggio y Derek Jarman
Con el coro-petición de la canción Panic ("hang the diyéi"), rabiosamente entonado por 12 mil personas, el músico inglés Morrissey inició su esperado concierto la noche del jueves en el Palacio de los Deportes. Esta es su segunda visita al país y en ella promoverá su nuevo disco, Ringleader of the Tormentors.
Como preludio a la actuación del músico de Manchester, en las pantallas del inmueble se trasmitieron videos en los cuales se pudieron contemplar algunas obsesiones de Morrissey, además de pasajes musicales de su vida.
Después a las 21:20 horas el músico apareció en el escenario, inspirado para cumplir uno de los rituales más esperados del año y poner a bailar y cantar a todo mundo. Se movió por todo el entarimado, se quitó la camisa en varias ocasiones: en la segunda la arrojó al público y en la tercera sólo la desabotonó, a la altura del pecho, como ofreciendo su karma al público.
Todas las camisas eran de color azul (claro u oscuro). También bailó elegantemente y eso desquició al público, que siguió cada una de las 19 rolas que entonó ese jueves.
Los movimientos de Morrissey y sus músicos vestidos rigurosamente de chaleco azul cielo y camisa blanca, además del impresionante juego de luces, trasformaron el escenario en imágenes plásticas, en cuadros musicales vivientes, como en una pintura de Caravaggio o un plano cinematográfico de Derek Jarman.
Interpelando al público, Mo-rrissey aseguró: "Para nosotros es muy gratificante estar en la ciudad de México", y prolongó el nombre del país para generar alaridos en el público, pero no fue secundado.
Arranque de las hostilidades
Comenzó con Future, seguida de You have killed me, una de las piezas más bellas de su nuevo disco que desencadenó el mo-mento emotivo de la noche, incluida la deconstrucción musical de una feroz trompeta al estilo de Duke Ellington.
Otro momento de estos se repitió cuando interpretó Everyday is like sunday. Ahí el concierto alcanzó su cenit, el coro fue impresionante, monumental, como pocas veces se ha visto en el Domo de Cobre.
"Hoy hicimos un show para Indie Tv, ¿les gusta Indie Tv?", preguntó en algún momento Morrissey, pero la respuesta fue rotunda: "Nooooo".
Como dato curioso, el cantante inglés (quien formó parte de la legendaria banda The Smiths, sin la cual no se puede explicar la música inglesa de los años 80) pidió que no se vendieran hamburguesas ni hot dogs en el inmueble, porque es vegetariano. Pero eso sí, las cervezas no dejaron de refrescar las gargantas de los asistentes.
La mayoría de los espectadores estuvo integrada por bellos mancebos, a pesar de que el éxito comercial del músico como solista se dio hace más de 10 años, y 20 años después de liderar The Smiths, lo que hace pensar en la revaloración de Morrissey por las nuevas generaciones .
En este punto ya habían sonado The last of the famous international playboys, Alma matter, William is what realynothing y The queen is dead, que fueron disfrutadas por el respetable hasta la saciedad con alaridos, en las cuales Morrissey demostró su manejo del escenario con movimientos delicados pero intensos.
No faltaron clásicos como Suny, Boxers, Tomorrow y Girl friend in a cama, que incluyeron como colofón un estruendoso golpe de gong.
El concierto continuó y no descendió de nivel. El público estaba entregado irreductiblemente. La emoción llegó hasta las lágrimas y todo mundo satisfizo la hora y media que duró el concierto; nadie salió decepcionado. En síntesis, la actuación de Morrissey rozó lo impecable.
La joven cantante de origen cherokee, Kristeen Young, quien fue invitada por el inglés para esta gira, fue la encargada de abrir el fuego.