Usted está aquí: jueves 16 de noviembre de 2006 Opinión Festen

Olga Harmony

Festen

Suelen conocerse adaptaciones cinematográficas de obras de teatro, pero lo contrario, aunque ya se haya dado, es muy poco frecuente. La célebre película Festen traducida como La celebración de Thomas Vinterberg, Mogens Rukov y Bo Hr. Hansen, ganadora de un premio en Cannes, fue adaptada al escenario por David Elridge y es esta adaptación la que presenta un grupo de productores privados bajo la dirección de Martín Acosta. Es una buena traslación que sigue el argumento original casi paso por paso ­aunque elimina algunos personajes, como la abuela y la empleada doméstica que ha sido seducida y embarazada por Michael, con lo que se elimina una de las más brutales escenas de la película­ aunque las limitaciones del teatro no pueden seguir como lo hace la cámara todos los momentos del festejo en las diferentes habitaciones de la inmensa casa, por lo que esa sensación de extrañeza que produce la continuación de la festividad tras las revelaciones de Christian no se hace presente con la intensidad del original.

En una única escenografía, debida a Alejandro Luna ­también iluminador­ consistente en una amplia habitación con dos puertas a los lados y sillas alineadas en una de las paredes, empieza la obra, en que el encuentro de los dos hermanos, las discusiones del matrimonio de Michael y Mette y la aparición posterior de todos los personajes se van dando. Posteriormente, una trampilla en el escenario hace subir un lecho, que es una tina disfrazada y baja una lámpara en donde se encontrará el mensaje de la hermana muerta, para la escena del baño con Helene y Lars siguiendo las flechas del viejo juego infantil, escena que se prolonga a todo el espacio, ocupado también por el matrimonio del hermano, y por Christian y la enamorada Pía en acciones simultáneas que son uno de los mejores momentos de la dirección de Acosta. De la pared posterior saldrá la inmensa mesa de la celebración y los personajes ocuparán sus lugares.

En general, es discutible que sólo se ocupe la parte de la mesa que muestra a los actores de manera frontal, pero esta vez ello permite el juego que el director le da a Christian, que se coloca debajo, se trepa hasta cualquiera de los asientos vacíos, termina por estar entre los padres a los que acusa, además de que se permite observar las expresiones de cada uno de los actores ante lo que se dice, con sutilezas como es ese abuelo comiendo sin enterarse de nada. La escena del bosque, tras el intermedio, se ofrece con las sillas colocadas de diferentes maneras, ya sin la mesa, que volverá a aparecer posteriormente y, al final, puesta de otra manera para el desayuno. Los diálogos entre los sirvientes, sobre todo Kim, con Christian, la llegada de Gbatokai, las escenas de suma violencia, se dan todos en este espacio abierto, por el que también transitan bailando como una larga cola los invitados y la familia. Martín Acosta cuenta, para su muy buen desempeño, con los diseños de la fastuosa utilería de la mesa y el vestuario de María y Tolita Figueroa que da a cada personaje, sobre todo a los femeninos, la esencia de su personalidad, y con la música y diseño sonoro muy sugerentes de Joaquín López Chas.

Es evidente que los actores mexicanos son mucho más cálidos y expresivos que los de la película, sobre todo Else, la esposa y madre incorporada con muchos matices efectivos por Diana Bracho. Diego Luna, como Christian, sostiene el peso mayor de la escenificación y se muestra como un actor maduro y muy dotado en el difícil y atormentado papel. El excelente Luis Rábago es Helge, el padre, próspero hombre de negocios y con sucios secretos. José María Yazpik dota de toda su violencia y contradicciones a Michael, mientras que la otra hermana, Helene, que descubre el mensaje e intenta olvidarlo, mostrándose lo mismo alegre y que culpable, es incorporada por Mónica Dionne. La maltratada Mette es actuada con su acostumbrada solvencia por Karina Gidi. Muy bien Sophie Alexander Katz como la enamorada doméstica Pía, Irineo Alvarez, como el maestro de ceremonias Helmut, Antonio Vega como el discreto Lars, Pepe González Márquez como el gracioso abuelo, Miguel Couturier encarnando al hipocondriaco Poul, Mauricio Pastrana como el cocinero cómplice Kim, Harding Junior como el inteligente y noble Gbatokai y la pequeña Frida Tostado (que alterna funciones con Guadalupe Alvarez) como la nieta. Es muy bueno que el público, así sea por contar el reparto con actores muy conocidos, se vuelque a ver buen teatro y lo convierta en fenómeno de taquilla.

 
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