Las autoridades quitan el agua a campesinos para darla a las agroindustrias
Burla y abusos, respuesta del gobierno a las demandas en el altiplano de SLP
Es necesario organizarse para cambiar las leyes, afirma el subcomandante Marcos
Ampliar la imagen Braceros, entre los asistentes a la reunión con el delegado Zero en la comunidad de Charcas. Con ese encuentro terminó la gira de la otra campaña por la entidad Foto: Víctor Camacho
Charcas, SLP. 14 de noviembre. "Si no hay camino, la gente se queda parada. La otra campaña dice a la gente: 'sí hay camino, pero es por otro lado'", expresa el delegado Zero en las tierras más altas, marginadas y secas de San Luis Potosí. A una altura promedio de 2 mil metros sobre el nivel del mar, el altiplano ocupa la mitad del territorio del estado y lo puebla sólo 15 por ciento del total. Aún cargado de raíces ancestrales y riquezas naturales, este es México después del Diluvio, donde no todo lo que brilla es oro. Ya no.
Antes han hablado decenas de ex braceros, campesinos, criadores de ganado, investigadores de la región. La nieta de un ex migrante, parte de esa lucha que involucra ya tres generaciones reclamando un derecho y un dinero que les robaron las autoridades, había dicho: "Nosotros vemos un panorama desolado, casi desesperado. El gobierno se ríe de nosotros. Pero la Sexta declaración de la selva Lacandona nos dio esperanza". Confía en que las cosas pueden ser de otro modo. "Como está pasando en Oaxaca. Pensaban que era palomita y les salió águila real".
A pesar de un fugaz espejismo de bonanza tomatera y de la centenaria actividad minera (de Charcas salen plata y buena parte del zinc mexicano), la pobreza generalizada hace de ésta una región productora neta de migrantes. De aquí salen camiones directos a Oklahoma, las Carolinas, California o Florida. Escasea el agua, y la poca que hay la escatiman las autoridades en favor de las agroindustrias tomateras, que desde 1990 se apoderaron de las tierras aprovechables y al agotar los acuíferos causaron la sequía actual. Como expone el colectivo Cabuches, "el agua es el problema medular".
Hay lugares en la sierra donde hace 20 años no llueve. Además, las poderosas agroindustrias ahuyentan las lluvias. A cañonazos, para dispersar las nubes y que no granice sobre sus rubicundos tomates. Así agotaron los mantos freáticos. "Luego que no les gusta ni que serene", comenta Juan Reyes Hernández. Es lo que los investigadores Javier Maisterrena e Isabel Mora llamaron "oasis y espejismo", al estudiar el impacto de la agroindustria en el vecino valle de Arista, donde cundió el boom tomatero durante el salinismo.
"Esos cañonazos vienen a perjudicar a todos los demás". Don Juan habla por los campesinos que crían cabras y vaquillas con grandes trabajos, y "se venden muy mal". De la región sale el cabrito que alimenta la rica Monterrey. Aquí se paga a 150 pesos, y allá se vende a 500. Aparte de la limitada ocupación minera y el agotador tallado de lechuguilla (fibras para mecates), la actividad posible es criar chivos. Persisten comunidades de trashumancia, familias seminómadas que recorren el desierto con las majadas de su "tesoro", el ganado caprino. Según los investigadores, este modo de producción resulta ecológico, armónico con el medio. Pero la privatización galopante enajena los terrenos y los cabreros quedan fuera.
Participan en la reunión representantes de Matehuala y La Paz, además de ex braceros que también son campesinos de los municipios Mexquitic de Carmona, Venado, Moctezuma, Villa de Arista y San Luis Potosí. "No nos dejan cavar pozos. Que es ilegal. Que sólo las empresas. Con trampas nos quitan el agua", dice uno de Mexquitic. El comisariado ejidal de El Cedazo denuncia que el gobierno lleva sexenios sin reconocer sus legítimos derechos ejidales, y ahora quieren privatizar: "Los funcionarios nos dicen que no insistamos, que 'estamos perdidos'". Otro de Mexquitic recuerda la noche en que llegaron 117 policías, ni uno menos, "a tumbar casas y sacarnos de ellas, y de nuestras tierras, y ahí metieron todas sus patrullas". Considera que el gobernador Marcelo de los Santos Fraga "es un payaso", pero peligroso, pues "antes de ser payaso fue cirquero".
El peculiar desierto del altiplano es casa de campesinos mestizos y de los últimos huachichiles que viven en ranchos o en la brecha. Encierra los lugares sagrados de los pueblos wirrárika, cora y rarámuri. Posee una diversidad biológica única en el mundo, y sus extensiones silvestres son de una belleza sobrecogedora. Acá viene a contaminar el ambiente y destruir el suelo la cementera Moctezuma, el emporio envenenado del municipio con el mismo nombre.
Finalmente, el subcomandante Marcos explica: "La otra campaña sirve para que la gente hable, y escuchándonos, ponernos de acuerdo. Y ya juntándonos, la fuerza es mucha". Describe cómo los ex braceros y los campesinos de El Cedazo "han usado su fuerza para ir a las oficinas del gobierno, a dar puras vueltas". Si esa fuerza se usa para otra cosa, "a lo mejor quita ese gobierno y cambia la ley, y ahora sí al que no cumpla, castigo, lo quitamos. La misma gente de cada lugar tiene que decidir cómo". El plan nacional de lucha que construye la otra campaña "tiene que decir que la tierra va con todo: el riego, el precio al producto".
A 30 estados de iniciado el recorrido de la Comisión Sexta, y ante la necesidad de un cambio profundo comparable con la Revolución, aunque pacífico, Marcos manifiesta: "Vamos a hacer lo mismo, pero sin armas. Si se va a morir alguno, que sea el rico. ¿Por qué nos vamos a morir otra vez los pobres? Se trata de que el pueblo participe. Todos. También los niños y las niñas, y los que ya están grandes".