Usted está aquí: miércoles 8 de noviembre de 2006 Opinión Cruda terminal

Luis Linares Zapata

Cruda terminal

En medio de cuentas grotescas y mustios arrepentimientos por las oportunidades perdidas, agoniza el sexenio del pregonado cambio. El gran trabajo prometido por Fox y su séquito de gerentes se desbarató en el arduo camino de gobernar con destreza y patriotismo. El recuento de recursos adicionales a disposición del gobierno federal que hizo el director del Banco de México, entre 300 y 400 mil millones de dólares en el periodo, ofrece un panorama demoledor para el porvenir. Un equivalente a tres o cuatro presupuestos completos, con todo y pago de la enorme deuda de Fobaproa incluida, a disposición del Ejecutivo federal. La actitud depredadora de todo un liderazgo que los desapareció entre pagos de deuda, gasto corriente a raudales desproporcionados y fluida corrupción no castigada, como sería de esperar por el electorado, pero generaciones enteras padecerán los efectos.

El periodo venidero a cargo de panistas, la mayoría de medio pelo, heredará una riqueza petrolera en declinación cierta. Sostener plataformas de exportación de crudo como la pasada no será posible. Y, por si fuera poca presión para la capacidad política de un inexperto y débil Calderón, no tendrá respuestas ante la avalancha de ambiciones descontroladas de los poderes fácticos, de los caciques y gobernadores ávidos de descuartizar a Pemex y lo que resta de la Comisión Federal de Electricidad para su propio recreo y voracidad sin límites.

La ineficiencia en la operación administrativa del gabinetazo se combinó con la frivolidad emanada desde la cúspide del gobierno. El retorno triunfal del patrimonialismo, ejemplificado por los retiros principescos y los sueldos gloriosos de magistrados y presidentes municipales gandallas, cristalizó de mil maneras. El desperdicio de los recursos públicos se enseñoreo por todas las oficinas del Palacio Nacional y anexas. Fue quizá por ello que el secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, no soportó más la cruda moral. Sin recato alguno anunció, ante la incrédula ciudadanía, el extravío de las magnificas condiciones que presentó el ámbito externo para el desenvolvimiento productivo del país: capital abundante, bajísimos intereses y crecimiento acelerado de la economía mundial. Una triada que posiblemente no aparecerá de nueva cuenta, a mediano plazo al menos.

Los espectaculares regocijos terminales del presidente Fox (con sus paseos internacionales al canto) ofrecen, en cambio, un enojoso contraste con lo dicho por los funcionarios del área financiera. Logros de carácter macroeconómico son la constante sobre la cual se afianza una visión triunfalista del mandatario saliente. Un ambiente magnífico para la concreción de negocios, para la huidiza inversión (interna y externa) ha sido la cantaleta sin referencias precisas que lo soporten y sí, al contrario, una sequía de capitales nuevos que limita el crecimiento a bajísimas tasas anuales.

El optimismo desbordante del oficialismo, reforzado con miles de espots con su multimillonario gasto concomitante, se despliega desde Los Pinos para resaltar la magnífica labor desarrollada a favor del pueblo. Se alega, con cifras por demás dudosas, drástica reducción de la pobreza en cantidades que sólo sostienen los corifeos del Banco Mundial, INEGI y la Sedeso. Los montones de casas, producto de un efectivo programa de vivienda, fue utilizado, con especial dedicación para los tramposos propósitos electorales del 2 de julio. El acelerado ritmo en la creación de empleo compensa, según sus difusores, las promesas de la campaña foxista, y esperan con ansia poco disimulada que encarrilará las hechas por Calderón. El increíble éxito de un Seguro Popular hace agua a raudales y se encamina hacia el escándalo, incapaz de apoyarse en la oferta hospitalaria existente.

Pero no por esos pormenores hay que preocuparse demasiado, es tan sólo un horizonte complicado que atisban los rijosos callejeros y críticos pesimistas a los que tan a menudo se dirige Fox en sus invectivas. Mejores vientos soplan ahora en la República que vislumbra el poder establecido. Habrá que soslayar, claro está, la creciente injusticia en la distribución del ingreso. Indicadores por demás incómodos, si se quiere poner el acento sobre una sociedad igualitaria como objetivo básico, ya revelan sus drásticos contenidos. Observar cómo han decrecido los salarios en relación al PIB y comparar tal baja con el efecto sobre el capital en similar conexión es alarmante. Tal interrelación describe con precisión los efectos de la política laboral de los últimos tiempos. No hay escapatoria al juicio que ya se levanta por todos los rincones del país.

La moribunda administración de Fox deja un saldo por demás negativo. Los forcejeos actuales para hacerse de las parcelas de poder son tristes y quejumbrosos. Pintan de cuerpo entero la baja estofa del liderazgo nacional. No cabe duda que una camada de funcionarios, curas, políticos, sindicalistas, empresarios, contratistas y demás componentes que participaron en la rebatinga deberán asumir las consecuencias de un feroz enjuiciamiento popular venidero.

 
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