Usted está aquí: sábado 4 de noviembre de 2006 Economía Contra la desaparición del limbo

Gustavo Gordillo

Contra la desaparición del limbo

1. Reportaron varias agencias noticiosas hace algunos días que una comisión teológica del Vaticano se reunió recientemente para debatir el futuro del limbo, lugar a donde, según la doctrina católica, van las almas de los niños que mueren sin ser bautizados. El término viene del latín limbus, borde de un vestido. El significado de limbo es "frontera". Aunque se entiende como un sitio "al que van las almas", desde el punto de vista teológico el concepto no está completamente definido. (Agradezco esa nota informativa a Guillermo Ramírez Hernández).

2. Las enseñanzas de la Iglesia católica dicen que cuando un alma no merece ir al infierno pero tampoco puede seguir el camino hacia el cielo, su destino es desconocido para nosotros. Parece que las enseñanzas de la coyuntura política actual nos dicen algo similar respecto a las elites políticas. No sabemos para dónde van. Porque pienso que no se merecen estar en el cielo y porque soy de los que creen que no existe el infierno -con todos los infiernos que ya tenemos aqui en la tierra- veo con enorme preocupación que unos teólogos desconocedores de la realidad mexicana se les ocurra desaparecer así como así el limbo. Decir que estaban en el limbo -sobretodo si tomamos su significado riguroso como frontera- hasta sonaba esperanzador. Decir que están en el limbo es decir que no cumplen su tarea: no están tomando decisiones fundamentales, ni están resolviendo problemas cruciales, ni están canalizando por medios pacíficos los inevitables conflictos sociales que genera toda sociedad dinámica. Pero que podrían eventualmente hacerlo. Ahora que quieren desaparecer el limbo se nos diluiría también esa esperanza.

3. Oaxaca es una piedra de toque, no sólo por lo que en sí misma representa, sino por lo que puede significar para el conjunto del país. Oaxaca representa la movilización social contra el autoritarismo. No se trata de idealizar las movilizaciones. Cometen excesos. Ciudadanas inocentes se ven afectadas. Siempre surgen sectores radicales que buscan y se sienten en los prolegómenos de una ruptura revolucionaria. La debilidad de una dirección colectiva es no tener la suficiente flexibilidad como para saber cuándo no queda de otra que negociar y replegarse. Su fortaleza, se sabe, consiste en establecer una barrera a la cooptación e incentivar una mejor deliberación. Pero el hecho es que las garantías individuales no han sido suspendidas en México y por tanto es un derecho legítimo movilizarse para presionar.

4. Las propias movilizaciones, sobretodo tan prolongadas como la de Oaxaca, expresan por sí mismas un diagnóstico. Las instituciones, es decir, las reglas del juego para canalizar y resolver los conflictos sociales, no están funcionando. De haber una elite política atenta a los signos que vienen desde la sociedad, eso habría sido suficiente para convocar a todos los actores sociales a elaborar conjuntamente un pacto de reformas institucionales. Pero en Oaxaca se expresó también la crisis de las elites políticas mexicanas.

5. La crisis de las elites políticas expresan su fragmentación. No existen proyectos históricos que las agrupen y, por tanto, ordenen su competencia por el poder. Hay fragmentación y cortedad de miras. Hay ocurrencias y vendetas personales. La parálisis de la clase política oaxaqueña proviene del conflicto entre varios ex-gobernadores y el mandatario estatal actual. La parálisis del gobieno federal, como se ha dicho hasta el cansancio, proviene de un estrecho cálculo de las ventajas electorales que se obtendrían dejando que el conflicto local se pudriera. La defensa a ultranza del priísmo en torno a Ulises Ruiz, además de un paso más en su propio suicidio colectivo, es la venganza frente a un gobierno panista que no intervino a tiempo y otro gobierno panista por establecerse que requiere una intervención priísta a tiempo, es decir para el primero de diciembre. En medio de ese juego de cálculos mezquinos emerge una movilización social alimentada por agravios históricos pero acicateada por la ineptitud de la clase política.

6. ¿Debe el Estado hacer uso del monopolio legítimo de la fuerza? Yo digo que sí, es uno de sus propósitos fundadores. Para restablecer el orden, pero no confundirlo con restauración. El orden estaba roto no porque la APPO se apoderara del Centro Histórico de la ciudad de Oaxaca, tomara ilegalmente estaciones de radio e impidiera que otros ciudadanos pudieran realizar sus actividades cotidianas. Ni porque la sección 22 con su huelga haya contribuido a un atraso cada vez más escandaloso en la formación de los recursos humanos en ese estado. Se rompió cuando las elites oaxaqueñas, no conformes con usar el poder político para su propio enriquecimiento, convirtieron sus querellas personales en políticas de estado. Y las instituciones en Oaxaca, es decir las reglas del juego político, fueron incapaces de evitar esa privatización del poder del estado.

7. ¿Restablecer el orden en Oaxaca? Requiere la renuncia de Ulises Ruiz. O mejor aún, el enjuiciamiento político, y sobretodo jurídico, de ese infausto gobernante. Y sobre esas bases convocar a la sociedad oaxaqueña para que, en concierto con el país y sus elites, comiencen a reconstruir instituciones que sean capaces de canalizar y resolver los conflictos sociales. Así se entendería mejor la función de la PFP y otras instancias federales en Oaxaca. ¿Puede hacerse? Depende de que el PRI piense que sus pérdidas políticas de momento se compensan con sus ganancias de una renovación institucional que pasa por restablecer su prestigio como instituto que coadyuva a resolver conflictos. Depende del PRD que pase de la impugnación de las instituciones a la propuesta específica de reformas institucionales. Depende del PAN que se arriesgue a ser factor de progreso institucional y no rehen de la restauración autoritaria. Depende de que las fuerzas sociales oaxaqueñas reconozcan una victoria menor a la deseada, pero mayor a una derrota. Depende de quienes aspiran a ser terceros polos, fuerzas socialdemocrátas lo demuestren en los hechos. ¿Se puede? En todo caso es mejor que pedir que el limbo no desaparezca.

 
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