Oaxaca: ¿yo por qué?
Oaxaca, la joya de México, se fue separando paulatinamente de la República Mexicana frente a la indiferencia de todos; se fue desmoronando. ¿Y yo por qué?, decíamos los ciudadanos de otras entidades, ocupados como estábamos en nuestras actividades diarias. ¿Yo por qué?, mientras la gobernabilidad desaparecía y la violencia se hacía cada vez más evidente en las páginas de la prensa nacional. (¿Las televisoras?, por Dios, si aún no habían recibido instrucciones; no tenían línea, para ser más precisos.) Aún recuerdo el dramático cartón de Ahumada en este mismo diario, cuando el problema no había adquirido las proporciones de hoy: mostraba el entorno geográfico de Oaxaca en forma de balsa que hinchadas las velas se hacía a la mar del olvido, separándose poco a poco del territorio nacional.
Para tener liderazgo hay que mostrarlo, y ante la indiferencia de un Presidente que cuenta las horas que faltan para abandonar el cargo; un Presidente que bajó anticipadamente la cortina (y en vista del rotundo fracaso de la Secretaría de Gobernación), el presidente electo podía haber intervenido en forma contundente para iniciar su gobierno con el pie derecho; por aquello de ganar la Presidencia desde la Presidencia, y para no tener que legitimarse después con un hecho de sangre, como el quinazo de Salinas. (¿Y yo por qué, si aún no soy presidente en funciones, y sería "impropio" que actuara en el sexenio de mi antecesor, aunque fuese solamente para salvar vidas humanas?) Y así, con la indiferencia de todos, el conflicto se hizo cada vez más grande, y más peligroso. Como si no hubiéramos aprendido la lección de 68 y la de Atenco...
Oaxaca es un triste ejemplo de la actitud que nos caracteriza en el extranjero: el país del mañana, del un momentito, del no tengo facultades, del carezco de instrucciones; el país del "ahorita viene mi compañero y él se lo arregla". "Que renuncie Ulises Ruiz, él es el del problema, ¿yo por qué?" Y arriba de nosotros, en las alturas del Poder Ejecutivo, se debe haber escuchado: "¿Y yo por qué, si estoy a punto de abandonar el cargo, y no quiero dejar el poder con las manos manchadas de sangre?" ¿Y Atenco?, donde el problema, otra nebulosa kantiana, se dejó en manos de muchos: el gobernador del estado de México, los granaderos, la PFP, el subcomandante Marcos, y tantos otros, para que al final no hubiese culpables.
¿No sabíamos que en México nadie renuncia a un cargo público? Te renuncian, que es diferente. O más bien te renunciaban, cuando los presidentes tomaban decisiones. Así, por la buena, por el bien de la comunidad o de la patria, nadie lo hace. Con lo cual la pretendida renuncia de Ulises fue desde el primer momento una quimera. ¿Quién renuncia al poder, al dinero, a la "gloria" de gobernar "su estado"? ¡Por favor! Oaxaca dejó de ser Estado para convertirse en papa caliente, o en víctima de alianzas políticas inconfesables: yo apoyo a tu gobernador si tú apoyas mis reformas. Como si las reformas o el efímero gobierno de un Estado justificaran la pérdida de vidas humanas. Al final, cuando fracasaron Gobernación, el Presidente actual y el presidente electo, y no se dio la añorada renuncia, había otro actor político a quien la Constitución le imponía la obligación de resolver el conflicto: el Senado de la República. Aquí se terminaba el "yo por qué". Como son nuevos, los señores senadores, tal vez no conozcan el artículo 76 de nuestra Carta Magna que dice: "son facultades exclusivas del Senado... declarar, cuando hayan desaparecido todos los poderes constitucionales de un Estado, que es llegado el caso de nombrarle un gobernador provisional, quien convocará a elecciones conforme a las leyes constitucionales del mismo Estado". ¿Es posible que alguien cómodamente apoltronado en el Senado, y en su sano juicio, hubiese pensado que continuaban vigentes los poderes constitucionales en Oaxaca? Pero no, después de las muertes y del desalojo con violencia los señores senadores, muy comedidos, "exhortaron" al gobernador a abandonar el cargo. (¡Caray, ni en Suiza!), con lo cual otorgaron al bellaco la oportunidad de fabricar un espejismo legal en su defensa: ¡una pretendida controversia constitucional! ¿Controversia constitucional: contra un simple punto de acuerdo exhortándolo a solicitar licencia o abandonar el cargo?
Pero en fin, vivimos en río revuelto. Me siento orgulloso de la cobertura de La Jornada: las notas, la estupenda foto de Eduardo Verdugo (una batalla campal donde brigadistas de la APPO huyen despavoridos aplastados por tanquetas), el cadáver de Jorge Alberto López, velado a ras del suelo con la bandera nacional y una cruz que dice "fuera Ulises"; autobuses ardiendo, y ciudadanos combatiendo con resorteras (como en la intifada), o protegidos por la bandera.
Me conmovió el artículo de Luis Hernández Navarro, un merecido homenaje a Brad Will, periodista independiente de Indymedia, que murió en una calle de Santa Lucía del Camino, Oaxaca, de dos balas certeras en el pecho. Dicen que Felipe Calderón planea hacer del turismo un motor de crecimiento: ¡buena suerte!