Usted está aquí: jueves 28 de septiembre de 2006 Política Autonomía y representación

Neil Harvey

Autonomía y representación

Los conflictos políticos actuales de México reflejan un problema que comparten otros países. Me refiero a la crisis de los modelos de representación política y cómo responder a esta situación. Hay diferencias en la manera de explicar este fenómeno, que se reflejan en los cambios que se dicen necesarios: desde reformas pactadas dentro de la institucionalidad hasta la refundación de la república o la creación de un programa nacional de lucha desde espacios autónomos.

Todos estos argumentos tienen que ver con la demanda de democratizar la relación entre la ciudadanía y los políticos que dicen gobernar en su nombre. Desde la presidencia se habla de la necesidad de defender las instituciones democráticas que tanto ha costado consolidar. Desde la convencion nacional democrática (CND) se declara presidente legítimo a AMLO y, a la par, se prepara una campaña de resistencia civil. Y desde el EZLN, el subcomandante Marcos anuncia la reanudación de la otra campaña y nos recuerda de las diferencias entre ésta y el proyecto del PRD y AMLO. ¿Cómo buscan responder el PAN, la CND y la otra campaña a la crisis de representacion política?

En primer lugar, con los datos oficiales avalados por el tribunal electoral, Felipe Calderón y el PAN parecen tener ventaja debido a la composición del Congreso. A diferencia de Fox, Calderón tendrá posibilidades de ganar más votos en el Congreso. El PAN controla 42 por ciento de la Cámara de Diputados y 41 por ciento del Senado. En la Cámara baja sólo necesita otros 45 votos para tener una mayoría para aprobar leyes, y otros 127 votos para tener mayoría calificada para pasar reformas constitucionales. En el Senado necesitaría otros 13 votos y 33 votos, respectivamente. Es probable que busque alianzas con miembros del PRI, PVEM y PANAL, poniendo en desvantaja a los partidos del Frente Amplio Progresista (FAP). Por ésta y otras razones, algunos analistas opinan que Calderón no tendrá tanta dificultad en gobernar, a pesar de la forma en que fue decidida la elección presidencial. Sin embargo, ese análisis no toma en cuenta que, según datos oficiales, casi dos terceras partes de los mexicanos que votaron el 2 de julio no votaron por Calderón. Esto es diferente a 2000, cuando Fox ganó con 43 por ciento de la votación, y si agregamos la falta de certeza en los resultados de 2006, es muy probable que Calderón tendrá más dificultades, aun en el caso de que pacte acuerdos legislativos con fracciones parlamentarias. Como Calderón y el PAN defienden la institucionalidad existente no sienten tanta necesidad de emprender reformas de fondo para superar la crisis de representación que se hizo más evidente en 2006 y esto es un limitante que podría impedir la implementación de cualquier legislación que se logre aprobar.

Es evidente que la decisión del tribunal electoral no permitió superar las sospechas de fraude. La participación de más de un millón de personas en la CND es señal inocultable del grado de descontento popular. Este movimiento tendrá que demostrar su capacidad de organización en los próximos meses frente a diversos obstáculos. Ahí el PRD y FAP tendrán que demostrar posiciones consecuentes con las de la CND, o verse rebasados por la sociedad civil organizada. Durante muchos años los movimientos sociales han mostrado su capacidad de contrarrestar al autoritarismo en barrios, colonias, escuelas, gobiernos municipales y ejidos, donde, como ciudadanos antes de ser miembros de partidos, han luchado por sus derechos. Los retos de la CND tienen que ver con la construcción de nuevas formas de representación ciudadana que van más allá de los partidos políticos y que empiezan a crear esa horizontalidad que Ilán Semo señala (La Jornada, 23/9/06) como deseo de la mayoría de los mexicanos. Sin embargo, hay que reconocer que el clientelismo y el caudillismo siguen siendo parte de la relación entre políticos y ciudadanos y la CND tendrá que crear nuevos mecanismos de participación para evitar que termine reproduciendo la verticalidad tradicional.

Por lo arriba señalado, el planteamiento de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona sigue vigente. En términos políticos es un llamado a la organización horizontal. Abrió una nueva forma de resistir al capitalismo, con base en la convergencia de gran diversidad de organizaciones e individuos, con una novedad: los mismos adherentes, y no un liderazgo centralizado, se encargarán de su promoción y difusión. Es un esfuerzo casi inédito, tanto en los movimientos sociales como en los partidos políticos, que pretende superar la crisis de representación política con base en la autonomía y la solidaridad.

A mediados de los 80 Ernesto Laclau preguntó si las crisis de los regímenes autoritarios y las transiciones políticas conducirían al restablecimiento de las formas tradicionales de la representación partidista, o, si, por el contrario, podríamos imaginar algo nuevo y distinto, donde una multiplicidad de demandas y movimientos no se encontrarían "representados" por un líder o un partido, y lucharían por una democratización de la sociedad en todos los ámbitos. En tal imaginario, la política no se reduciría a una mera relación instrumental entre representantes y representados. Creo que, si bien no son los únicos, los zapatistas son los que más han contribuido a abrir este otro imaginario político y, por lo tanto, la lucha por la autonomía de las comunidades zapatistas sigue siendo referente indispensable no solamente para la otra campaña, sino también para la reconceptualización de la política en México.

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