Aventaja 14 puntos a su más cercano adversario, pero no ganaría en primera vuelta
Lula, a la baja en la preferencia del voto, a una semana de la elección presidencial
Paga el mandatario el costo de los escándalos de corrupción de altos dirigentes del PT
Ampliar la imagen Luiz Inacio Lula da Silva en un encuentro con simpatizantes durante una gira proselitista en Sorocoba, unos 90 kilómetros al este de Sao Paulo Foto: Ap
Sao Paulo, 24 de septiembre. Comenzó en Brasil la semana del 3 por ciento. La última encuesta de Ibope dada a conocer muestra que, a una semana de las elecciones presidenciales del 1º de octubre, Luiz Inacio Lula da Silva cayó dos puntos en las preferencias, para ubicarse en 47 por ciento de los votos estimados, mientras que su más cercano competidor, Gerardo Alckim, subió tres puntos, para alcanzar 33 por ciento de las preferencias.
Aunque la diferencia entre el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) y el socialdemócrata PSDB es de 14 puntos, de mantenerse la tendencia, la caída impedirá a Lula alcanzar 50 por ciento de los sufragios que se requieren para no tener que irse a una segunda vuelta, en la que participarían los dos principales aspirantes a la silla presidencial. Así las cosas, durante el tramo final, las campañas se concentrarán en la disputa de esos tres puntos porcentuales.
Según Joao Pedro Stédile, dirigente del Movimiento de los Trabajadores sin Tierra (MST) que apoya críticamente a Lula, el pueblo está definido y no cambiará el sentido de su voto. Sin embargo, más que en las capas más empobrecidas de la población, el pleito por esos 3 puntos se concentra entre las clases medias urbanas.
Es ahí donde Lula está pagando el costo por los últimos escándalos en los que se vieron involucrados altos dirigentes de su partido, entre los que se encuentra Ricardo Berzoini, coordinador de su campaña electoral, y Freud Godoy, asesor especial de seguridad y amigo personal del candidato. Dos militantes de ese instituto político fueron detenidos con casi 800 mil dólares en efectivo para, supuestamente, comprar documentos que vinculan al líder socialdemócrata José Serra -candidato a la gubernatura del poderoso estado de Sao Paulo- en la compra fraudulenta de vehículos, cuando en la década de los 90 fue titular del Ministerio de Salud.
Ante el alboroto, siete personas vinculadas al PT renunciaron. Aunque Lula se deslindó rápidamente de los hechos señalando que los involucrados eran "imbéciles", y exigió que la policía investigará lo verdaderamente ocurrido, el remolino de desprestigio lo alcanzó.
El factor mediático
Esta situación que no es ajena al hecho de que los grandes medios de comunicación electrónicos y escritos lo han difundido masiva y escandalosamente, al tiempo que ocultan el contenido de los documentos. En Brasil la presencia del consorcio mediático O Globo es avasalladora, como lo son Televisa en México, Clarín en Argentina o las empresas de Gustavo Cisneros en Venezuela. Y la cobertura informativa de O Globo no se ha distinguido por ser favorable a Lula. De hecho, como ha sucedido también en otros países de Latinoamérica con gobiernos o candidatos progresistas, esa gran empresa de comunicaciones ha articulado los intereses de los sectores más poderosos del país.
Curiosamente, el presidente del Tribunal Superior Electoral, Marco Aurelio de Mello (una especie de Luis Carlos Ugalde brasileño) se apresuró, sin que mediara investigación policial alguna y en un momento crítico de la campaña electoral, a señalar que el caso era aún peor que el de Watergate en Estados Unidos.
La crisis, sin embargo, no es nueva. Desde mayo del año pasado el PT se ha visto envuelto en grandes escándalos, desde que su aliado político, el diputado Roberto Jefferson, denunció el soborno de varios legisladores de oposición para aprobar leyes. Varios ministros y dirigentes del partido tuvieron que renunciar por ello.
La reciente encuesta muestra, además, la caída de un punto en la intención de voto en favor de Heloísa Helena, del Partido Socialismo y Libertad (PSOL). Tiene ahora 8 por ciento de los probables votantes. Este partido surgió de una escisión del gobernante PT, producto de la desilusión con las políticas moderadas de la administración de Lula y de su impulso a las reformas laboral, sindical y universitaria de carácter regresivo. La candidata del PSOL fue senadora petista, hasta que fue expulsada del partido por rechazar a la reforma a la Seguridad Social impulsada por el mandatario brasileño. La caída de un punto de la aspirante socialista proviene, según algunos analistas políticos, del desencanto que dentro de las filas del movimiento feminista produjo sus declaraciones sobre el aborto.
Diversos estudios señalan que votarán por el candidato de PT los sectores con menos recursos de la población brasileña. Esto es una novedad. Aunque desde su origen contó con la lealtad de muchos trabajadores sindicalizados y de los pobres urbanos organizados en las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), que fundaron el Partido de los Trabajadores junto a intelectuales y los restos de la izquierda radical, las primeras postulaciones de Lula no contaron con el apoyo de amplios sectores empobrecidos, tradicionalmente leales a caudillos políticos de orientación populista.
Más que a la fuerza de su proyecto político, este éxito proviene de la formación de clientelas electorales organizadas alrededor de los programas de combate a la pobreza. En uno de los países más desiguales del mundo, durante una administración en la que los empresarios han obtenido ganancias espectaculares, en la que el sistema financiero recibió 70 mil millones de dólares, el nivel de pobreza disminuyó. Mediante programas como Hambre Cero, Luz para Todos y Bolsa Familia (que atiende a 11 millones de familias que viven con menos de dos dólares diarios) y una transferencia a políticas sociales de 21 mil millones de dólares, la pobreza se redujo a 22 por ciento de la población.
Sin embargo, estos avances no pueden negar la situación de exclusión y polarización social. Las cifras de desempleo y analfabetismo, así como las precarias condiciones de vida de millones de ciudadanos son alarmantes. Según datos del IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística), más de 34% de la población económicamente activa del país vive del trabajo informal. De dos personas desempleadas, una tiene menos de 25 años. Como señala Adital, mientras que la población carece de vivienda, educación, salud y empleo, el gobierno privilegia el pago de las deudas interna y externa. En 2006 el gobierno estimaba pagar cerca de 90 mil millones de dólares para los intereses de ambas deudas. El servicio de la deuda le costó al gobierno, el año pasado, 70 mil millones de dólares. En cambio para la reforma agraria, educación y salud los gastos se destinaron cerca de 28 mil millones de dólares.
En el tramo final de la contienda, las cosas se le han complicado a Lula. Diversos sectores de izquierda críticos con el antiguo dirigente obrero pero que lo apoyan electoralmente, no descartan que para revertir la situación y ganar en la primera vuelta con 50 por ciento de los votos, el mandatario tenga que recurrir a ellos. Hasta ahora, la campaña del petista no ha parecido requerir de ellos, y ha sido reacio a sus señalamientos y objeciones. "Para qué cambiar algo que está funcionando", se dice en el equipo cercano del candidato. Sin embargo, la situación requiere de un cambio drástico en la intención de voto de cerca de 3 millones de votos en una semana. Esa -creen ellos- podría ser la oportunidad para darle un vuelco a una campaña alejada de un programa de izquierda.