Expone el Carrillo Gil muestra con sus esculturas
Revive el interés por la obra vanguardista de Germán Cueto
La exposición Germán Cueto, curada por Serge Fauchereau el año pasado para el Centro de Arte Museo Reina Sofía, en Madrid, al parecer ha revivido el interés por quien se conoce como el primer escultor mexicano abstracto y, por lo tanto, vanguardista, en una época cuando nadie aquí hacía obra de ese tipo.
Ligado en los tempranos años 20 con el movimiento estridentista, durante una estancia en París, de 1927 a 1932, donde se hizo amigo del grupo de Kandinsky, Mondrian, Torres García, Picasso y Brancusi, Cueto "inventó" una exposición de máscaras que impactó a muchos artistas, entre ellos Henry Moore.
De allí que en septiembre de 2005 el Museo Federico Silva. Escultura Contemporánea, en San Luis Potosí, haya festejado su segundo aniversario con la muestra Germán Cueto. La memoria como vanguardia. Ahora, el Museo de Arte Carrillo Gil ha montado una nueva exhibición que lleva el nombre del artista que vivió de 1893 a 1975. Mientras tanto, el Museo Franz Mayer contempla una exposición exclusivamente de artes aplicadas, para dentro de año y medio.
Para Sylvia Navarrete, curadora del proyecto con Ester Echeverría, la muestra del Carrillo Gil logra conjuntar las dos colecciones que dieron pie, cada una por su lado, a la exposición del Museo Reina Sofía, con la de su hijo, Javier Cueto, y a la de Federico Silva, apoyada en la de la sobrina Ysabel Galán, ahora complementadas con otros acervos tanto institucionales como de particulares. Se compone de 120 piezas, entre escultura, pintura, dibujo y esmaltes.
La paradoja que hay en el personaje fue lo que interesó al Carrillo Gil. Por un lado, la obra de Cueto tuvo poco mercado en México en los años 30, 40 y 50, ya que los lenguajes abstractos todavía no pegaban, entonces, se mantuvo en la sombra toda la vida, dando clases y confinado en su casa haciendo todos los experimentos imaginables, con cualquier material que él mismo inventaba. (Cueto había estudiado química) Pero, por el otro, es el escultor mexicano más propositivo y vanguardista de principios del siglo XX, expresa Navarrete.
Desde el punto de vista museográfico no se propuso hacer un recorrido cronológico, sino de "problematizar" la obra de Cueto y ver qué se podía hacer a partir de ella para lanzar unas rutas de reflexión. De acuerdo con Navarrete "intriga" el hecho de que si bien Cueto experimentó con muchos materiales, cultivó estilos muy diferentes al mismo tiempo.
Acota: "Empieza haciendo unas máscaras maravillosas de los escritores y poetas estridentistas. En París investiga más seriamente la forma. Empieza a adentrarse desde muy joven en los lenguajes abstractos. Entonces, hay muchos estilos que conviven en su práctica cotidiana. Pero tratamos de mostrar un afán de depuración de la forma y de la línea, que es muy patente en las primeras obras, que son más abultadas, con un exceso de materia, que subrayan el aspecto de la carne en la figura humana.
"Después, se va decantando la forma para llegar a una línea abstracta totalmente liberada y ligera Es decir, va de lo denso a lo etéreo, del exceso de materia a lo inmaterial. Al final de su vida trabajó piezas de lámina de metal, muy ligeras y volátiles."
Aunque Ester Echeverría describe a Cueto como "hombre de una enorme bondad, incapaz de tener un pleito con nadie", no perteneció a la Escuela Mexicana, cuyos representantes, como Diego Rivera, "siempre que podían lo bloqueaban". Señala: "David Alfaro Siqueiros en alguna ocasión mencionó que eran artistillos (Cueto y su amigo Ramón Alva de la Canal), por su manera de ser, que creían que tenían el mundo en un puño, una cosa que no tenía nada que ver con la actitud de ellos.