Condena tribunal a cadena perpetua a represor argentino
Buenos Aires, 19 de septiembre. El ex comisario Miguel Etchecolatz, uno de los hombres más poderosos de la pasada dictadura militar en la provincia de Buenos Aires, besó una cruz y miró hacia arriba en el momento en que el tribunal oral uno de La Plata anunció su condena a prisión perpetua por numerosos crímenes de lesa humanidad, mientras el griterío y hasta el llanto de familiares de las víctimas llenó el recinto, donde se produjeron algunos incidentes.
En ningún momento Etchecolatz consideró que debía arrepentirse o que -después de haber escuchado testimonios desgarradores de sobrevivientes y familiares de los desaparecidos- necesitaba ofrecer perdón, en lo que pudo ser un último gesto que devolvería algo de su perdida humanidad.
Acusó a los jueces de llevar adelante un juicio preparado que condena a un anciano, así que eran ellos los que tenían ahora que preocuparse por el perdón de Dios.
Se declaró "prisionero de guerra y detenido político" y citó una frase de Jorge Luis Borges: "ustedes no son el juez. El juez supremo nos espera después de muertos".
Lo anterior provocó indignación, que se mezcló con la alegría por este fallo en el segundo juicio oral después de la anulación, el año pasado, de las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que desde los años 80 consagraron la impunidad.
Finalmente fue condenado por "homicidio calificado, privación ilegal de la libertad y aplicación de tormentos", delitos que se consideraron "de lesa humanidad"; y por primera vez el tribunal mencionó el genocidio provocado por la dictadura, una figura nueva en este tipo de condenas.
El tribunal debió interrumpir la lectura de la resolución ante la conmoción que se produjo en la sala. Allí estaban las familias de los que desaparecieron bajo sus órdenes, por eso se mencionan tormentos, privación ilegal de la libertad y homicidio calificado en el caso de Ambrosio de Marco, Patricia Dell'Orto, Elena Arce, Nora Formiga, Margarita Delgado y Diana Teruggi de Mariani.
Pero también por los sufrimientos de dos testigos, Nilda Eloy y el albañil Jorge Julio López, cuyos testimonios será piezas inolvidables del horror y el dolor.
López, testigo y querellante en la causa, está desaparecido desde ayer, cuando salió de su casa, mientras grupos de derechos humanos temen una venganza. No concurrió a la audiencia para el alegato de sus abogados y nada se sabe de él, en tanto que hubo amenazas y agresiones contra las Abuelas de Plaza de Mayo de Córdoba.