Evo Morales condena el actual modelo de explotación
Para evitar que la guerra se mundialice, "la justicia debe ser globalizada": Lula
Nueva York, 19 de septiembre. La respuesta del sur al norte en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) fue mejor articulada por los presidentes de Brasil, Bolivia y Sudáfrica, en la cual coincidieron en que el problema de fondo es la injusticia económica del orden mundial, y que se requiere de una "democratización" de la llamada comunidad internacional.
El hambre, el robo de los recursos naturales, el libre comercio que sólo beneficia a los ricos, y la marginalización de mayorías del mundo para que funcione una estructura montada y dirigida por algunos cuantos; las críticas de siempre, pero siempre actuales.
El presidente Luiz Inacio Lula da Silva, de Brasil, fue el primer orador al iniciar la 61 Asamblea General, y declaró que "donde hay hambre no hay esperanza. Sólo hay desolación y dolor... Un mundo donde la gente padece hambre nunca será seguro". Señaló que hoy día 840 millones de personas -una de cada siete en el planeta- no tiene lo suficiente de comer. Dijo que la comunidad internacional tiene los recursos -aproximadamente 50 mil millones de dólares- para superar el problema, y que sólo en la segunda guerra del Golfo se han gastado cientos de miles de millones. "Con mucho menos podríamos cambiar la triste realidad de una gran porción de la población mundial".
Reiteró: "nadie está seguro en un mundo de injusticias", y advirtió que "a los pobres se les tiene que dar razones para vivir, no para matar y morir". Expuso que "el sendero real a la paz es el desarrollo compartido", y afirmó que si se quiere evitar que la guerra se mundialice, "la justicia tiene que ser globalizada". Explicó que esto implica que "la búsqueda de un nuevo orden mundial más justo y más democrático no sólo está en el interés de los países pobres", sino en el de los ricos, si es que no son sordos al grito de los excluidos.
Sostuvo que la lucha contra el hambre y la pobreza está predicada sobre la creación "de un orden mundial que otorga prioridad al desarrollo social y económico", y señaló la urgencia de promover un comercio internacional más justo basado en un consenso real.
Subrayó la urgencia de reformar la ONU para reflejar los cambios de los últimos años en el orden internacional, al reiterar la propuesta de Brasil para ampliar el número de asientos permanentes en el Consejo de Seguridad (en el cual, obviamente, estaría incluido Brasil).
A su vez, Thabo Mbkei, presidente de Sudáfrica, hizo eco a la crítica de Lula en torno a la creciente disparidad económica en el mundo, y declaró que la pobreza y falta de desarrollo son las amenazas mayores. Criticó la imposición de una relación económica desigual entre los países. Advirtió que "nosotros, que representamos a los pobres, sabemos que estos miles de millones de necesitados se están volviendo cada vez menos pacientes, ya que cada año nos escuchan adoptar declaración tras declaración, y nada práctico se hace para aminorar el dolor del hambre que no los deja dormir en las noches".
Señaló que al ampliarse la brecha entre ricos y pobres también se observa la concentración "del poder económico, militar, tecnológico y de medios", y aseveró que "algo está seriamente mal" cuando la gente arriesga su vida para migrar y cuando se construyen muros para evitar que los pobres ingresen a los países con más oportunidades.
Llamó a la "democratización" de la comunidad internacional y la aplicación de programas que respondan a los "gritos de dolor, ira y frustración de las masas".
Evo Morales, presidente de Bolivia, tomó el podio y proclamó que después de 500 años de sufrimiento, discriminación y marginalización "ha llegado el momento de reparar los daños históricos". Condenó el modelo neoliberal como la continuación de esta historia de explotación y saqueo, y dijo que "la privatización de los recursos naturales es una violación a los derechos humanos". Señaló que él representa no sólo a su pueblo, sino a los indígenas, y que "en mi país empezamos a buscar cambios radicales... a refundar Bolivia".
Resaltó la necesidad de un comercio justo que beneficie a todos, no sólo a los intereses más poderosos, y dijo que un desarrollo basado en ello solucionará el problema de la migración.
Por otro lado, defendió la cultura de la planta de coca -mostró una ante la asamblea-, y dijo que esto representa algo esencial en su país. Señaló que Estados Unidos recientemente reprobó la defensa del cultivo de coca, y declaró que "con todo respeto a Estados Unidos... no necesitamos chantajes ni amenazas, eso sería la recolonización. No lo aceptamos". Invitó a Estados Unidos a una alianza real para combatir el narcotráfico, en lugar de que eso sea utilizado como pretexto para presionar e intervenir en otros países.
Todas estas declaraciones -junto con otras que se ofrecieron y continuarán durante los próximos días- no son nuevas en este foro. Sin embargo, ver quién y cómo se define el debate internacional en esta coyuntura, es esencial. Todos estos líderes tienen a sus críticos en casa, y algunos sospechan de sus intereses reales, pero en este foro, su presencia, sus críticas y su postura disidente ante los países más poderosos, resultan fundamentales para contrastar una retórica privilegiada que se limita a hablar de manera ambigua con palabras inofensivas como "cooperación", "diálogo" y "respeto", las cuales nunca han dado de comer a nadie.
Aunque recogen ecos ya viejos en esta sede, sobre el orden económico internacional, la pobreza, la injusticia y más, eso sólo comprueba lo poco que, en lo fundamental, ha cambiado. O como dicen en ese idioma oficial de la ONU (hay dos, inglés y francés), le plus que change, le plus que c'est la meme chose (con disculpas de este reportero analfabeto).