La nueva política de ciencia y tecnología
Ha llegado el momento de gobernar. Comienzan a quedar atrás los temas propiamente electorales. Los jueces, a quienes algunos ingenuamente imaginábamos como personas sabias y prudentes, resultaron finalmente bien vulgares, y dieron por concluido el proceso favoreciendo al candidato del partido gobernante. Los votos serán quemados. De este modo no sólo se seguirán ocultado a la mirada ciudadana, sino que se eliminarán para siempre. Ningún investigador en su sano juicio ni los intelectuales honestos, pueden ver con simpatía la destrucción de los datos primarios. Es legal, como tantas cosas en México, pero es criminal porque se oculta la verdad. Y mientras las boletas electorales arden en la pira del IFE, se seguirá reclamando a los opositores que demuestren con claridad que hubo fraude.
Como sea, ahora entramos en una nueva etapa. Ha llegado la hora de crear una agenda, de confrontar ideas, de definir la nación que los mexicanos queremos. La educación, la ciencia y la tecnología constituyen áreas centrales para la definición de nuestro futuro. El gobierno del presidente Fox jamás entendió para qué le sirve la investigación a una nación como México; en consecuencia, su logro más importante fue ¡bajar aún más el presupuesto! Se logró también incrementar la dependencia, al ahondarse la brecha que nos separa de los países más desarrollados y aun de naciones latinoamericanas como Brasil, Chile o Cuba. Hasta el director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología tuvo que abandonar el barco. La política panista ha sido vergonzosa tanto a nivel local como internacional.
El escenario para crear una nueva política en estos campos es complejo. Lo que quedó después de las elecciones fue un país dividido. Tendremos dos presidentes, uno "legal" y otro "legítimo", -en la nomenclatura surgida después del fraude electoral del 2 de julio de 2006. Lo que resolvieron el tribunal electoral y la convención nacional democrática (CND) hay que verlo como un fenómeno. No se trata solamente de tomar partido por uno u otro, eso cada quien lo hará. Lo importante es entender que ésta es nuestra realidad. Es una fotografía de lo que somos. Debemos cuidarnos de interpretaciones fáciles y descalificaciones. Habrá un presidente legal que definirá sus políticas y un movimiento ciudadano amplio que establecerá las suyas, afectando a las primeras.
¿Por qué se puede afirmar que los planteamientos programáticos del movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador influirán en las políticas del gobierno de Felipe Calderón Hinojosa? Porque eso ya está ocurriendo. Por ejemplo, respecto al tema central de la campaña de AMLO sobre la pobreza y la desigualdad, el panista ya dijo que va a rebasar a su adversario por la izquierda. Las becas para adultos mayores fueron copiadas por Fox y por diferentes gobiernos estatales, como puede constatarse en el mensaje más reciente del gobernador del estado de México. Ya nadie duda de la necesidad de reformar las instituciones (incluido el IFE) o el régimen político. Se trata de logros anticipados de este movimiento ciudadano.
Si Felipe Calderón decide seguir los pasos de su antecesor en materia de educación, ciencia y tecnología, está perdido. Si declara la guerra, como ya ha anticipado, a las universidades públicas, que ni siquiera conoce (en las que se realiza más de la mitad de la investigación científica del país), tendrá a miles de universitarios en las calles. Si opta por impulsar una educación confesional y no científica como le exigen los sectores neoscurantistas, dejará como única opción para encarar seriamente el desarrollo de estas áreas al movimiento ciudadano encabezado por AMLO y le otorgará involuntariamente la jerarquía de verdadero presidente... Yo creo que esto es lo que va a pasar.
Una nueva política de ciencia y tecnología debe partir de evitar el retroceso. Esto significa que hay que preservar y fortalecer lo que tenemos. Pero también que es indispensable crecer. En materia de financiamiento, la historia reciente nos muestra que es absurdo fijar un porcentaje del producto interno, en cambio hay que comprometerse con tasas sostenidas de crecimiento del gasto. Si fuera así, tarde o temprano alcanzaríamos metas realmente competitivas. Hay que reconocer dentro de nuestra realidad para qué sirve la ciencia. Los nexos con el sector productivo dependen (en todo el mundo) de las iniciativas de ese sector, no del subsidio de los gobiernos. Se debe reconocer que el papel de la ciencia es primariamente la creación de nuevos conocimientos.
Pero en nuestro país hay un elemento nuevo. Es la capacidad de la ciencia y la tecnología mexicanas para encarar y resolver problemas. Tomemos como ejemplo el tema del agua. En México existen grupos que entienden en qué consiste y saben cómo puede resolverse. Pero ni siquiera volteamos a verlos. Si se recurriera a los grupos científicos y técnicos sabríamos acerca de su potencialidad. Hay que acercarse a ellos, a sus organizaciones, aprender a escucharlos. Quizá algunos gobiernos locales como el del Distrito Federal pudieran marcar una pauta.
A la memoria de Hugo Aréchiga