Las manos del pueblo
Tiempos éstos que corren, que son los medios de comunicación electrónica de los grandes consorcios monopólicos quienes deciden a nombre de los mexicanos, y comparten el mando con los otros poderes-que-son: el Estado impopular, las empresas privadas, el capital transnacional, la dichosa influencia político-militar de Washington. Pero el poder acumulado por las televisoras y radiodifusoras en México alcanza un grado nunca antes visto. Simples empresas que defienden sus intereses de mercado, pero como también participan en todo el entramado económico y político, los medios consideran que nada nuestro les es ajeno. Siendo los publicistas transnacionales (es decir la mentira profesional) los verdaderos intelectuales orgánicos de la derecha empoderada, México ingresa a un periodo de divorcio profundo entre su realidad objetiva y la fabulación manipuladora.
Un poder comunicacional menos evidente en su influencia mental, pero más invasivo y determinante, y asociado a los anteriores hasta fundirse en ellos, es la telefonía. Tres apellidos resumen este nuevo Gran Poder: Slim, Azcárraga, Salinas Pliego; los viejos socios del mismísimo chupacabras Salinas de Gortari.
Desde los sesenta al menos, los movimientos sociales han recitado, gritado o pintado "prensa vendida" al caminar las calles con los reporteros encima. Desde entonces la prensa sirvió de ariete y justificación pública para la represión en nombre del orden: los ocultamientos sistemáticos, las versiones convenientes, la "edición" de los hechos. El movimiento médico de 1966, el 68, el jueves de Corpus, la guerra sucia setentera, el cardenismo en tiempos de Salinas y el alzamiento zapatista son sólo algunos de los movimientos difamados, perseguidos, deformados, in extremis ignorados por las prensas escrita y electrónica.
Lo que sucede hoy es cualitativa y cuantitativamente mayor. Las televisoras le ordenan al poder, deciden por él, o lo legitiman mediante la opinión púbica de los analistas y otros escatólogos. En la represión de Atenco, ellos fueron quienes dijeron al Estado qué hacer y por dónde. Decretaron el ilegal desafuero a López Obrador en 2005. Coronaron presidente a Calderón contra viento y marea y sin temor al ridículo. Espían, delatan, decretan y venden.
Los conductores de televisión (más o menos aceitados por el dinero del poder y parte de éste por convicción, comunidad de intereses e identificación ideológica y de clase) han devenido Supremo Tribunal de Justicia, Ministerio Público, Tribunal Electoral, ministerio del interior, influencia definitiva en un Congreso de la Unión mayoritariamente al servicio de los patrones electrónicos. En concordancia, la Presidencia sólo representa (actúa, gesticula) en función de las cámaras de televisión.
Nada de esto es simbólico ni subjetivo. Ya no hablamos
de la "influencia" de medios "al servicio del poder". Son el poder, y en
ocasiones hasta pareciera que es el poder político el que está
a su servicio. Diversos críticos han señalado algunos detalles
de esta anomalía "democrática": nadie los eligió,
nada acredita que estén preparados para ejercer con responsabilidad
social la inmensa influencia que han conquistado. Allí están
como prueba de su ñoñez todas las filantropías que
enmascaran las tropelías de los poderosos y han sustituido el desmantelado
cuerpo de conquistas sociales del pueblo mexicano.
Todo este tinglado anuncia graves turbulencias. Ya las estamos viendo y viviendo. Pues se enfrentan a un pueblo humillado, afrentado, y en muchas franjas muy maduro políticamente aunque no del modo que les place a polítólogos, magistrados, columnistas e intelectuales que se proyectan (literalmente) cada que abren la boca. Mientras los intelectuales a la cola del régimen (los que se ven televisiva, editorial e instutucionalmente) se mofan de la protesta poselectoral, la insurrección oaxaqueña y el zapatismo hoy en la Otra Campaña, existe una realidad que camina por su cuenta y propia determinación, que recorre las comunidades indígenas y los movimientos urbanos. Se resisten a esa "realidad" donde gobernadores pederastas (Puebla), torturadores (Jalisco), protovioladores (estado de México), narcogalanes (Morelos) o asesinos (Oaxaca), y en todos los casos corruptos, aún expuestos y denunciados resultan intocables, impunes y hasta modélicos de lo que el PAN y el PRI ofrecen desde sus filas. Y los medios les dan el respaldo que los oxigena.
Del lado de acá hay algunas radios no alineadas, comunitarias la mayoría, un puñado de diarios y revistas y sí, portales electrónicos alternativos. El conjunto no obstante es limitado, ni de lejos tan masivo como los otros.
La realidad real es terca. El pueblo (esa plebe que no logran invisibilizar los noticieros echándoles montón), sin embargo se mueve y se entera. La rebelión oaxaqueña de 2006 opuso al cerco informativo una acción decisiva (inevitablemente ilegal, pues "la ley" no le pertenece) cuando ocupó y operó las radios principales y la televisotra estatal. El cerco informativo nacional quedó intacto, y el país se mantiene malinformado y manipulado, pero el pueblo de Oaxaca no; genera su propia información y penetra a donde nunca antes había llegado. Aún con errores de operación y procedimiento (rumores sin confirmar, inexactitudes y otros efectos secundarios de la expropiación, en ningún caso tan graves como las piedras de molino de las televisoras), la red popular insurrecta de Oaxaca pasará a la historia mediática de México y el mundo como una "comuna de París" al aire donde todos, minuto a minuto, están bien informados; la información son ellos, los que duermen en barricadas y plantones, comen en la banqueta y orinan donde pueden. Son gente, no maniquíes. Desafían al reality show de los listillos comentaristas que se entre-entrevistan en talk-shows que da pánico sintonizar.
Las televisoras cuentan con el montaje de imágenes y declaraciones de funcionarios tipo Carlos Abascal que a media "negociación" con la protesta oaxaqueña amaga con "revelar" las "manos" qué están "atrás" del movimiento social. Uy que miedo, si son las manos de todos. Las manos del pueblo. Sí, tumultuosas, diversas, plebeyas, y tan pluriculturales que ahí te quería ver. Los mexicanos vivimos tiempos inéditos que no necesariamente serán televisados pero ocurrirán, eso téngalo por seguro el amable lector.