Destacan los documentales
Ampliar la imagen El cinerrealizador Spike Lee posa luego de una conferencia de prensa a propósito de la presentación de su cinta When the Levees Broke: a Requiem in Four Acts FOTOAp
Toronto, 17 de septiembre. Ya finalizado el 31 Festival de Toronto se puede concluir que los documentales, falsos o reales, fueron la carta fuerte de la programación. Sin duda, los dos estrenos de mayor resonancia fueron Borat, de Larry Charles, y Death of a President, de Gabriel Range, ya comentados días antes en estas páginas. Pero también algunos documentales verdaderos causaron sensación, siendo sintomáticos de una postura contraria a la política de Bush y seguidores.
En su ambiciosa realización de más de cuatro horas de duración, When the Levees Broke: A Requiem in Four Acts (Cuando los diques se rompieron: réquiem en cuatro actos), el director Spike Lee hizo un testimonio de las increíbles negligencia y corrupción del gobierno estadunidense en el tardío socorro de los damnificados por el huracán Katrina hace un año. Sin exagerar el elemento racial -como es su tendencia- Lee subraya las evidencias de una discriminación clasista hacia un sector de la población que no le interesa a los republicanos, en tanto económicamente marginal. Exhibido previamente en el canal de cable HBO, que lo produjo, el documental va acrecentando un sentimiento de indignación, comprobatorio de la fuerza emocional y valor sociopolítico que puede darse en el género cuando se ejerce con objetividad y rigor.
De un registro distinto aunque similarmente comprometido en su política es el documental The Dixies Chicks: Shut Up and Sing (Las Dixie Chicks: cállense y canten), debido a la experta Barbara Kopple y Cecilia Peck. Con una estructura que juega hábilmente con el tiempo, la película se centra en la controversia generada por el trío musical epónimo cuando su vocalista Natalie Maines afirmó estar avergonzada de que Bush fuera también del estado de Texas, durante un concierto londinense en 2003. Esa sencilla frase fue magnificada por los medios, creando un rechazo en el público natural de la música country, el habitante de las regiones más conservadoras de Estados Unidos. La entretenida película documenta los efectos de la controversia en la carrera del trío -por ejemplo, el boicot de las estaciones radiofónicas de country- como un ejemplo más de qué tan comprometida está la libertad de expresión en un clima político de censura y acoso.
No fue sorprendente que The Dixie Chicks fuera el tercer lugar en el voto del público (Toronto es una ciudad donde el grupo cuenta con una numerosa base de fans). Lo incomprensible es que la ganadora de ese voto haya sido Bella, producción gringa dirigida por el mexicano Alejandro Monteverde, que uno no concebía fuese del gusto de nadie no aficionado a las telenovelas latinas. ¿Será el público de Toronto demasiado fácil de complacer, o allá también hubo una falla con el algoritmo del conteo? El segundo lugar, ése sí coherente, fue para Mon Meilleur Ami, del francés Patrice Leconte.
Por su parte, el premio del jurado de la crítica internacional -Fipresci-, dentro de la sección Discovery, fue para Death of a President, por "la audacia con la que distorsiona la realidad para revelar una perspectiva más amplia". El eficaz seudo-documental es susceptible de encontrar un mercado receptivo en todos aquellos países donde Bush no es exactamente una figura popular.
Los premios Citytv y Torontocity a la mejor opera prima y mejor largometraje canadienses fueron, respectivamente, para Sur la trace d'Igor Rizzi, de Noel Mitrani, y Manufactured Landscapes, documental de Jennifer Baichwal.