Desde el otro lado
El oportunismo electoral
La bancada republicana en la Cámara de Representantes decidió que el voto conservador pesa más que el voto latino. La semana pasada aprobaron la construcción del "Muro de la Vergüenza" como atinadamente lo denomina Miguel Escobar en su libro (editorial Plaza Janes), en el que narra las vicisitudes de quienes intentan cruzar la frontera por sitios poco convencionales. Con esta moderna atalaya intentan detener el flujo de migrantes indocumentados. Su estrategia en el corto plazo -eso quiere decir de aquí a las elecciones de noviembre- es ganar el voto de los electores, desde cuya óptica peculiar, quienes trabajan sin documentos convencionales son una pesadilla para el país.
Ese segmento de la población seguramente aplaudirá una medida tan controvertida. En los cálculos de quienes aprobaron la construcción del muro urge encontrar una fórmula que les permita ganar votos en poco tiempo. No se detuvieron en pensar la fuerza creciente que el electorado latino tendrá en unos diez o quince años. Para ellos es un plazo muy largo en el cual muy probablemente ya estén muertos, Keynes dixit, al menos políticamente. Para decirlo suavemente, ha sido una forma por demás evidente de usar como rehén a un segmento de la población para garantizar su reelección.
También, por cierto , en sus cálculos cuenta la apatía de los latinos a la hora de salir a votar. De acuerdo a un análisis del centro de estudios PEW, el crecimiento de la población latina con posibilidades de votar entre las elecciones de 2000 y 2004 fue de 5.7 millones, de los que sólo 1.4 millones votaron en 2004. Hasta ahora no ha sido posible traducir en votos el efecto de las multitudinarias marchas. De continuar esa tendencia, por espectacular que sea el crecimiento de la población de origen latino, será muy difícil que se les tome en cuenta como un elemento de peso en las decisiones políticas que de una u otra forma afectan su vida y la sus familiares y amigos, muchos de los cuales son indocumentados.
Si algo ha quedado claro con la embestida antinmigrante de las últimas semanas es que es cada vez más generalizada a lo largo del país.
La toma de medidas que los gobiernos locales y federales han emprendido afectan ya la vida de miles de familias en cuyo seno hay indocumentados, pero también la de quienes los tienen. Para muestra basta un botón: Stillmore es una pequeña ciudad en el estado de Georgia donde las autoridades federales decidieron emprenderla contra los trabajadores indocumentados de una planta de alimentos. Ciento veinte de ellos fueron deportados y decenas más huyeron para evitar la misma suerte. El resultado es un pueblo fantasma, ya que el motor de su economía se paralizó. (AP, 16 de septiembre). Desgraciadamente este caso no es único, basta revisar la prensa para encontrar frecuentemente casos similares.
Todo esto ha sido el resultado de una campaña que se antoja de odio y oportunismo, empleando recursos profundamente inmorales.