Víctor Vázquez Mendoza afirma que en su casa se hablaba poco del padre de la patria
Sobrevive en Guanajuato el último descendiente del cura Hidalgo
Enfermo y sin parientes, asegura que sigue siendo polémico hablar de que el prócer haya tenido hijos
En 1985 autoridades municipales entregaron un reconocimiento a la familia
Ampliar la imagen En la casa de Víctor Vázquez Mendoza hay un retrato que compara una foto de él con su antepasado, Miguel Hidalgo, el padre de la patria Foto: Martín Diego Rodríguez
Dolores Hidalgo, Gto., 14 de septiembre. Postrado en la cama en una casa de la calle Jalisco, frente al bullicio diario del mercado municipal en pleno centro de la ciudad, se encuentra el protagonista de una historia polémica que muchos conocen pero que pocos comentan. Es la historia de Víctor Vázquez Mendoza, último descendiente directo del padre de la patria don Miguel Hidalgo y Costilla.
Su madre fue tataranieta de una de las hijas del cura de la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores que en la madrugada del 16 de septiembre de 1810 declaró la guerra a la corona española. Por ello es que la historia se ha querido mantener casi en secreto.
Pero el 8 de mayo de 1985 en la hacienda Corralejo en Pénjamo, las autoridades municipales entregaron un reconocimiento a Rodrigo, Enedina, Mercedes, María Dolores, Germán, María Esther, Esperanza y Víctor Vázquez Mendoza en el que se admite que son los legítimos descendientes del prócer de la Independencia mexicana.
"Mi madre nos platicaba poco, de hecho yo sé lo mismo que todos del cura Hidalgo, no era muy común que por esos años se reconociera que un clérigo había procreado familia. Y menos aquí en el pueblo por la fama que se tenía del cura, era uno de los hombres más respetado, pero yo soy una muestra de que no lo fue tanto", señala el hombre que raya los 83 años y que es el último de los hermanos de los que ninguno optó por la vida familiar.
Los guías de turistas de la ciudad niegan el hecho. "No puede tener hijos un cura, es sólo que hay quien dice que es familiar del padre de la patria para hacerse de fama, pero los curas no tienen hijos", sostiene con un dejo de ingenuidad Marcelo Castro, quien cobra 50 pesos por una gira completa por los puntos donde se gestó la Independencia.
Pero hay otros que sostienen que sí, que la vida del sacerdote nacido en Pénjamo fue más allá de lo que se conoce en los libros de historia."El cura Don Miguel Hidalgo era un hombre extraordinario, un hombre de humanidad, es el héroe más grande de México y desgraciadamente es el más ilustre desconocido, no conocemos su vida de joven, no lo conocemos como estudiante, no lo conocemos como maestro, como rector, como secretario, como tesorero del colegio donde estudió, no lo conocemos como sacerdote, como teólogo, como filósofo, como soldado, como estadista, ni siquiera nos sabemos su nombre completo, Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte, si le agregamos el apellido de su madre", dice el cronista vitalicio de la ciudad, Alberto Gloria.
Aunque él rechaza la existencia de la descendencia de Hidalgo, también precisa que "es un tema que debe tratarse con respeto y a nadie debe espantar que el padre Hidalgo haya tenido hijos".
Ese mismo desconocimiento de la vida personal de Miguel Hidalgo y Costilla ha llevado a no reconocer que fue él quien trajo de Europa las técnicas para alfarería, orfebrería, curtido de pieles, criaderos de gusanos de seda y la confección de rebozos en lo que actualmente se conoce como la zona del Bajío.
Vázquez Mendoza habla con dificultad pues el enfisema pulmonar provocado por los años de trabajo en una mina de metales preciosos en Guanajuato, de trabajar en la alfarería con el plomo que se utilizaba hace años para lustrar la entonces llamada Talavera de Dolores, menguaron su salud. Eso sí, en la mesa de dormir nunca falta "el periódico, un buen libro y mi vaso de tequila".
En su habitación el recorrido fotográfico por la historia familiar evita la relación con quien fuera el sacerdote de la parroquia de la comunidad a principios del siglo XIX. Un diario local, hace cuatro años, logró tomarle una fotografía que después se comparó con una pintura del cura, y es el único vestigio de la relación con su pariente.
"Mi madre se llamaba Juliana Mendoza, ella aseguraba ser tataranieta de una hija de Hidalgo, nunca nos dijeron más y nadie preguntamos nada. Por ahí, ya no sé dónde, ha de estar ropa que nos dejó mi madre, o no sé qué le pasó, ya ni me acuerdo", dice mientras esboza una sonrisa.
En la pared de su habitación hay documentos donde se puede leer, breve, la historia de don Víctor. Un diploma que recibió el 12 de enero de 1946 como piloto privado es parte de esa historia."Fuimos muy camineros, nos gustaba andar en todos lados, pero ya cuando uno se cansa, es tarde para tener familia", dice a modo de justificación del porqué no se casó, ni él ni sus hermanos ni sus hermanas.
Su vecina, María de León Gallegos, es quien se hace cargo del hombre; "primero es darle ayuda al señor porque vive solo aquí, siempre ha vivido solo, y también tenerlo es un orgullo porque es descendiente del cura Hidalgo, sus hermanas y sus hermanos nunca quisieron reconocer su sangre, quizá por las habladas de la gente, ¿cómo que son hijos de un cura y más del cura Hidalgo?, pero a él ya no le importa".
La última vez que los hermanos se vieron fue en 1985; aquella ocasión María Esther Vázquez Mendoza habló en nombre de toda su familia y, según se lee en un discurso que se guarda en la casa de la cultura del municipio, dijo "desde siempre conocemos nuestra descendencia de don Miguel Hidalgo y Costilla, ese gran hombre que inició el movimiento libertario para darnos patria. En este lugar (la ex hacienda Corralejo en Pénjamo) nació el hombre que nos llevó a la primera liberación del México independiente, gracias por el reconocimiento".
Militar frustrado
Vázquez Mendoza dice que su única pasión siempre fue el movimiento "libertario, quiero estar en un país libre. Quise incursionar en la milicia, pero no pude, no me gustó. Por eso me convertí en un errabundo, tomé muchas historias, que se quedaron sin escribir. Algún día se conocerá todo, aunque ya, yo en sí, soy parte de la historia que pocos cuentan, una historia que ocurrió y que no debe espantar porque, como hombre, el cura Hidalgo decidió declarar la guerra, como hombre vivió y como hombre murió".
La conversación concluye cuando don Víctor empieza a respira con mayor dificultad; es entonces cuando pide que lo dejemos descansar, aún así, se despide a través de la ventana del balcón donde ve las calles por donde pasó el primer ejército libertario conformado por 600 hombres la madrugada del 16 de septiembre de 1810, ejército que un día después sumaba ya mil 200 en Celaya, 30 mil en Acámbaro y 50 mil en Guanajuato para la toma de la Alhóndiga de Granaditas el 28 del mismo mes. Hoy por ahí sólo pasan camiones.