De noche el turno es para la tinta y el papel
Son las 11 de la noche en los campamentos del corredor de Reforma al Zócalo. Como todos los días a esa hora, las luces se apagan. Es regla ya establecida. No más radio ni televisión, y la gente se resguarda en sus casas de campaña; sin embargo, las protestas no cesan.
Las horas de la madrugada son para los miles de carteles, que insisten: "no al fraude electoral"; también para los cientos de cartulinas desplegadas sobre la calle de Madero y avenida Juárez, que recuerdan: "¡aquí no se rinde nadie!", y para las decenas de grandes mantas que ironizan y se burlan de políticos y comunicadores.
Los lazos que van de un lado a otro de la calle o de poste a poste, sostienen el extenso mosaico de hojas que consignan el grito enmudecido de inconformidad de los capitalinos que durante el día desfilaron por los campamentos: "¡voto por voto, casilla por casilla!" "¡No a la imposición!"
Sobre las casas de campaña, otras mantas tampoco paran de insistir en la noche que "no todos los movimientos de resistencia popular triunfan, pero las causas populares que no se defienden son derrotadas".
Apenas unos murmullos, unas cuantas personas que se observan por ese largo trecho de los campamentos y que desaparecen ante las muchas frases, muchos lemas que seguirán firmes hasta el amanecer.
Y ahí, entre esas miles de voces de tinta y papel, una más se lanza esperanzada: "La libertad es como la mañana: hay quienes esperan dormidos a que llegue, y hay quienes caminan toda la noche para alcanzarla"... Así es este movimiento.