A sus 65 años, Enriqueta vive incansable su primera experiencia de lucha política
Mujeres mayores aportan su valioso granito de arena al movimiento
Estoy en el plantón porque deseo un país mejor para mis nietos, dice Susana, de 64 años
Ampliar la imagen En Insurgentes y Reforma, simpatizantes de la coalición Por el Bien de Todos invitan a los ciudadanos, mediante un tráiler alegórico, a participar en el Grito de la Independencia en el Zócalo el próximo 15 de septiembre Foto: María Meléndrez Parada
Desde las primeras horas de la mañana comienzan su actividad. Llegan bañadas, frescas, a relevar a sus compañeros de la guardia, a quienes en ocasiones llevan café y pan, o por lo menos la buena vibra de estar en "otro día de lucha". Otras pasan noches de incomodidades, pero también amanecen con el ánimo renovado.
Son las mujeres que llegaron sin maletas de distintas entidades del país, para instalarse en el plantón de la resistencia aquel 30 de julio. También aquellas que han dejado sus casas en diversas colonias de la ciudad para "aportar su granito de arena". Que suplieron las labores domésticas o dejaron de cuidar nietos por el activismo en pro de la causa que consideran justa y que dicen estar dispuestas a defender hasta sus últimas consecuencias y el tiempo que sea necesario.
Educada en el seno de una familia conservadora, a sus 65 años Enriqueta Samaniego, sin experiencia en algún movimiento social, se incorporó desde el primer día a la resistencia civil que convocó Andrés Manuel López Obrador, y desde uno de los campamentos de la delegación Iztapalapa, sin descanso se ha dedicado a volantear y dar información de la lucha que se sigue desde el pasado 2 de julio, y que se hizo manifiesta con el comienzo del plantón del Zócalo a la fuente de Petróleos.
Procedente de Guadalajara, Jalisco, llegó a la ciudad de México con sus propios recursos para estar presente en la asamblea informativa de López Obrador, del 30 de julio. Ya no regresó. Se instaló en la glorieta de El Caballito, donde escuchó aquel día la instrucción de permanecer en plantón hasta conocer los resultados del tribunal electoral. "Conocí a unas amiguitas al comenzar la marcha y me invitaron a quedarme. Entonces llamé a mi familia para avisarles. Por fortuna tengo hijos que viven aquí, y una hija que es de mi talla, así que por la ropa no me preocupo". Asegura que aunque su familia no participa en el movimiento, la apoya, salvo su esposo, de filiación priísta, que desconoce sus andanzas.
Doña Enriqueta, conocida en su círculo cercano como La Generala, se encontró a sí misma en su convivencia con los demás seguidores de López Obrador. "Ni de joven ni de adulta había participado en algo así, pero estoy aquí no por el partido, sino por Andrés Manuel y por la impotencia y el coraje, por las transas que hicieron en la elección. Por eso me decidí a participar en este movimiento, incluidas las tomas de edificios públicos y las casetas de peaje", señala con orgullo.
"Nos levantamos en la madrugada, no sabíamos adónde íbamos hasta que llegamos al lugar. Todo eso me llenó de emoción; un día le hablé a mi hijo para decirle: ya cercamos el tribunal, está lloviendo, pero estoy bien, y le colgué", relata.
Agrega que está dispuesta a seguir en la lucha, sea la que sea, "adonde Andrés Manuel diga ahí estaré, me siento libre de hacer lo que quiero".
Otra de las mujeres más activas en la movilización es Susana González, quien pese a estar afónica debido a "las mojadas" de los días recientes y a sus 64 años es de las que más dinamismo y entusiasmo transmite a sus compañeros, incluso en los momentos más difíciles por los que ha atravesado el movimiento.
Diariamente llega a las 8 de la mañana a la carpa ubicada en la calle de Madero, para relevar a la guardia nocturna, y durante la mayor parte del día se le observa repartiendo volantes, informando a los transeúntes, invitándolos a inscribirse a la convención nacional democrática o colaborando en la instalación de carteles y pancartas, sin mostrar síntomas de cansancio.
Doña Susana relata que su padre trabajaba con los sectores sociales más humildes durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas y tras recuperarse de una cirugía, al ser dado de alta murió, al parecer -dice- por envenenamiento.
Señala que esa ausencia la sufrió a los nueve años de edad; "desde entonces mi madre tuvo que trabajar en su local de calzado en el mercado de Granaditas, para sacar adelante a sus ocho hijos. Siempre nos enseñó a trabajar y afrontar la vida con valor y con decisión, a defender los ideales. Por eso hoy estoy aquí", afirma, mientras el sentimiento le gana y unas lágrimas mojan su rostro.
Desde el 30 de julio, cuando se inició el plantón, Susana no ha faltado un día al campamento, y es de las activistas que participaron en la manifestación en San Lázaro el pasado 14 de agosto. Señala que aunque el trato de los elementos de la Policía Federal Preventiva fue agresivo y los gases lacrimógenos le afectaron las vías respiratorias, "no tengo ningún miedo y seguiré en esta lucha hasta donde haya que llegar.
"Ya no podemos permitir humillaciones, deseo que mis nietos y todos los demás que vienen después de nosotros puedan vivir en un país con menos desigualdades y con menos injusticias", sostiene con entereza, y enseguida se dispone a continuar con sus actividades cotidianas.