Convención verdadera o colapso
Las aguas donde se ahoga el PRD son las mismas donde nada perfecto el lopezobradorismo.
La ciudad de México está colapsada, pero no por los plantones de Reforma y el Zócalo, sino por los años de la imposición del proyecto de ciudad impulsado por el salinismo a través del gobierno que encabezó Manuel Camacho Solís a partir de 1988. Ahí nació la ciudad que existe ahora, segregada socialmente, con partes de primer mundo y la mayor parte en la marginación, donde se sustituyeron los viejos corredores industriales, ejes de la productividad y el empleo formal, por el eje Santa Fe-Tepito, que baja por Reforma para regir la inserción de la ciudad en la globalización, destruyendo el espacio público, haciendo de la economía informal la única posibilidad de sobrevivencia, priorizando el transporte privado sobre el colectivo y conjuntando las peores tendencias del priísmo, como el contratismo en tiempos de Hank Gonzalez, con la orientación de los usos de suelo para expulsar a los sectores empobrecidos o confinarlos en barrios que terminaron dominados por el contrabando, la criminalidad y el narcotráfico. No falta el fantasma de Uruchurtu. Lo trágico es que, siendo la ciudad un producto de las políticas más neoliberales, ahora su colapso se le pasa a la izquierda como factura al detonar la crisis urbana con el plantón Zócalo-Reforma, territorio de la república lopezobradorista bajo el control camachista-salinista.
El PRD como proyecto democrático debió haber luchado contra esto y haber dado a la aspiración de un gobierno propio para la capital un referente en defensa del espacio público y contra la segregación; sin embargo, abrazó desde el 2000 el proyecto salinista-camachista y le regresa a este grupo el control de la ciudad, sus negocios, y asume como propia la responsabilidad del colapso.
¿Con quién tratará Marcelo Ebrard como jefe de Gobierno? ¿Con Calderón usurpador o con López Obrador autoproclamado? Esa es una fotografía que espera ser tomada dentro de las próximas semanas, pues en los campamentos aún no acaban ni se enfrían los gritos de júbilo y entusiasmo por la toma de la tribuna en San Lázaro y ya el debate en la estructura son las posiciones en el nuevo Gobierno del Distrito Federal. No por nada el camachismo es el que controla los campamentos a lo largo de Reforma y son ellos los que construyen los puentes con Calderón, abren los cruces y negociaron el esquema del 1º de septiembre en que cada parte, como en los choques, pagó su golpe.
Para el lopezobradorismo, la convención tiene por objetivo central levantar el plantón, cuidando no quedar como rajones y sin reconocer la más mínima autocrítica sobre el daño que se le hizo a la izquierda, usada para cargar con la responsabilidad de la política reventadora y contrainsurgente. El PRD es presentado ya como la parte "intransigente" de la resistencia civil, mientras Camacho y Ebrard se van perfilando como la parte "negociadora" que desde el Zócalo retrocede cuando el perredismo, desde San Lázaro, toma la tribuna. Los delegados de la convención serán requeridos para votar por el levantamiento del plantón tras proclamar un presidente surgido de la misma.
Si la convención de 1914 se decidió en los llanos de Celaya, entre villistas y obregonistas, ¿por qué no decidir en un referendo una nueva constitución, que surgiera de los debates de una convención verdadera para reformar al país, con la participación de todas las fuerzas políticas, económicas, sociales, culturales, científicas y étnicas de todos los partidos y todas las ideologías, y obligando a que los oligarcas del 0.58 por ciento den la cara? ¿Por qué no la propuesta del constituyente se le hace directamente al PAN y Calderón, al resto de partidos, a los de Oaxaca, al EZLN, al Yunque y el empersariado oligárquico? ¿Se puede ir solo a un constituyente?
Si se mantiene el mismo discurso basado en la purificación, entonces el 1º de septiembre se habrá convertido en flor de un día y acto de desahogo, y no como parte de una estrategia de mantener viva y viable la idea de la reforma del país, pues según el discurso lopezobradorista el constituyente solo se discutirá en el terreno del Legislativo y él como presión externa ¿ejerciendo un poder de veto sobre todo posible acuerdo? La reforma así será en retazos y parches a favor de los que hagan mayoría parlamentaria y no un constituyente representativo de la diversidad del país. Quien unifique positivamente en torno a la crisis e incluya será no el presidente, sino el estadista.
En todo el país, en todos los sectores sociales, gremiales y empresariales, desde la derecha hasta la izquierda, hay un clamor que unifica: el país debe reformarse, ante el fin del viejo régimen presidencialista. Lo positivo de la crisis y la ruptura hasta ahora, sólo bajo violencia verbal, es el punto de partida para reformar y no para retroceder. Las vías son un constituyente, pero no sólo protagonizado por la actual clase política y partidos, sino por el país entero.