El tribunal decidirá si el esfuerzo valió la pena, dicen
El plantón espera hoy un triunfo o más sacrificios
El fallo inminente, comidilla del Zócalo al Periférico
Ampliar la imagen Labores de aseo en el megaplantón instalado en Paseo de la Reforma, a la altura de Chapultepec Foto: Cristina Rodríguez
Nueve domingos después del 2 de julio y cinco desde que se instaló en plantón indefinido sobre el Zócalo, avenida Juárez y Paseo de la Reforma, la muchedumbre que respalda a Andrés Manuel López Obrador continuó ayer tejiendo su proyecto, con la lengua de fuera debido al cansancio y a sólo unas horas de que el tribunal electoral diga si este colosal esfuerzo valió la pena o sólo fue el principio de sacrificios más grandes.
En consonancia con su discurso del pasado jueves, en el que mandó ''¡al diablo a las instituciones corruptas!'', ayer el candidato de la coalición Por el Bien de Todos propuso que la convención nacional democrática, del próximo sábado 16 de septiembre, siente las bases de un nuevo Congreso Constituyente, del cual -no lo dijo, pero todos los que lo escuchaban atentos lo dieron por hecho- saldrán las nuevas instituciones republicanas.
Cinco semanas consecutivas en plantón, 35 días con sus noches a merced del frío, la lluvia, el granizo, los insultos, el desprecio y la invisibilidad decretada por los grandes medios electrónicos, y ayer ahí seguía la gente, puño en alto, coreando con decenas de miles de voces las consignas adecuadas a cada momento del discurso del orador central.
''A nosotros anoche nos cayó un aguacero, pero a Vicente Fox el viernes le cayó un diluvio por traidor a la democracia'', proclamaba una cartulina en el centro de la plaza, cerca del gran campamento del estado de Veracruz, donde alguien presumía de lo sabrosa que estaba la comida -''estamos tragando tres veces al día y tenemos doctor gratis las 24 horas''-, pero se preguntaba si acaso el plantón había dejado ''de ser incómodo para los ricos''.
Antes de las 11 de la mañana, sin la prisa ni la inquietud de los domingos anteriores, mucha gente desayunaba en los cafés de Madero y especulaba acerca de lo que todo el plantón habla en estos días: el fallo inminente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) que, a más tardar pasado mañana -ése es el límite fijado por la ley-, dirá si alguien ganó los comicios del 2 de julio o si, por el contrario, los declara nulos y deja al Congreso el nombrar un presidente interino.
La clave, pontificaban los parroquianos del exquisito café Bertico, está en (el presidente Vicente) Fox. ''Si le queda una pizca así de poder, yo en su lugar le diría al tribunal que anule'', esta crónica le oyó decir al politólogo universitario Hugo Grajeda. Y agregó lo que hace días se repite en distintos ámbitos: Felipe Calderón, para legitimarse, necesita dar un quinazo, como el de Carlos Salinas de Gortari en enero de 1989, cuando encarceló al dirigente del sindicato petrolero, causando gran conmoción después de asumir la Presidencia en diciembre de 1988, bajo graves acusaciones de fraude electoral.
''Si Calderón da un quinazo contra la izquierda se desprestigiaría más: tiene que pegarle a Fox, a Santiago Creel o a los hijos de la señora Marta (Sahagún)'', continuó el politólogo. ''Por eso digo que si Fox todavía tiene así de poder va a preferir que el tribunal anule, porque a Calderón le tiene tanto miedo como a Andrés Manuel''.
No, no opinaba así una estudiante de ciencias políticas de la UNAM, que le prohibió a esta crónica citarla por su apellido, no así por su nombre, Vera, unido a su opinión: ''Esto ya dejó de ser un problema poselectoral, se está convirtiendo en un proceso revolucionario; con el discursito que se echó el jueves, Andrés Manuel cruzó la línea del no retorno cuando dijo lo de ¡al diablo las instituciones corruptas! Ahorita, si el tribunal anula, el momento revolucionario se desinfla y qué hueva otra vez ir a campañas, encuestas y esas cosas, si podemos ir directamente a la toma del poder''.
¡Orale!, exclamó el cronista, caminando hacia la fachada del Antiguo Palacio del Ayuntamiento, mientras en el templete y desde los potentes altavoces brotaban las palabras de Dante Delgado, dirigente nacional de Convergencia, que exaltaba la unidad de las fuerzas políticas de la coalición y reafirmaba su voluntad de seguir trabajando juntas, en el Congreso y en la calle, con lo cual despejó las dudas sobre una supuesta ruptura entre los partidos aliados a raíz de la toma de la tribuna de San Lázaro, a la que no fueron invitados los legisladores del partido de la bandera anaranjada.
Pero inclusive en esas reafirmaciones, pensaba el cronista, había una especulación sobre el futuro inmediato de esta lucha: si el tribunal decide que no hay presidente electo, ¿cómo se replantearán las relaciones de las fracciones parlamentarias dentro del Congreso de la Unión? ¿Continuarían de todos modos los preparativos para la convención? y, después de lo que Andrés Manuel añadió ayer, ¿habrá Congreso Constituyente para fundar nuevas instituciones?
Y de repente esta crónica observó que entre consignas como ''¡ni un paso atrás!'' y ''¡el pueblo, unido, jamás será vencido!'', la gente había dejado de gritar ''¡voto por voto, casilla por casilla!'', pero cuando su candidato fue presentado por la actriz Jesusa Rodríguez y se acercó al micrófono en el templete, la plaza volvió a rugir deletreando: ''¡Pre-si-den-te! ¡Pre-si-den-te!'', como hizo por primera vez la mañana del domingo 14 de marzo de 2004, cuando los poderes fácticos preparaban apenas el clima de linchamiento moral propicio para el desafuero.
¿Cinco semanas después de haber establecido el plantón, el movimiento de López Obrador continúa en ascenso? Corrección: han pasado más de dos años y medio y esto no parece estar desfondándose ni mucho menos.