Ningún tiempo pasado fue mejor
¡Qué gran consuelo! ¿Debo hablar de las elecciones? ¿Del TEPJF? ¿De nuestra decepción? ¿Del futuro más que (in)cierto que nos espera? ¿Seis, doce, dieciocho años de ESTO? Prefiero hablar de otras cosas, por ejemplo de Herodoto -Heródoto, escriben los españoles-, de los viajes que durante su vida como reportero hizo Kapuscinski, esos eternos, difíciles e interesantes viajes que siempre amenizaba leyendo la Historia del célebre viajero griego, en una antigua traducción polaca.
El único nombre que no consigna en sus apuntes escolares es el de Herodoto, "...en esa época, explica, sólo habían transcurrido cinco años desde el final de la guerra, la ciudad estaba reducida a escombros y las bibliotecas habían sido pasto de las llamas; de modo que no teníamos manuales, el libro era un bien escaso".
¿No nos pasará pronto lo mismo? ¿Se quemarán o prohibirán los libros? ¿Las bibliotecas, y en especial la Vasconcelos, el enorme elefante blanco del sexenio, se llenarán de libros confesionales? ¿Volverá a prohibirse Aura en las escuelas secundarias o preparatorias? ¿No se ven ahora en Sanborns, al lado de las revistas de moda, las de autoayuda, las de sociales, las de política, numerosos misales? ¿O siempre los habían tenido y sólo ahora empiezo a darme cuenta? ¿Se expurgará a Sor Juana como en ocasiones hubiera deseado su mejor editor, el gran sabio y jesuita Alfonso Méndez Plancarte? ¿Se seguirán censurando los libros escolares en dónde se habla de sexualidad? ¿Seguirán embarazándose de manera prematura las adolescentes? ¿Aumentará la población mexicana que se muere de hambre? ¿Y los sidosos?
(Y debo advertir que soy colonialista y que me precio de leer y analizar libros de esa época, casi todos religiosos).
Pero disculpen la interrupción, sigo con Herodoto. "(La) Historia se compone -sigo leyendo en Kapuscinski- de nada menos que nueve libros y cada uno contiene un sinfín de alusiones(...) Por puro azar uno abre el libro V, se lee un fragmento y se entera de que en Corinto, después de treinta años de un gobierno sanguinario murió el tirano que atendía al nombre de Cípselo y de que su puesto fue ocupado por su hijo Periandro, quien, como se descubriría más tarde, resultó ser mucho más sanguinario que el padre...". ¿?
Kapuscinski viaja en condiciones infames, casi sin dinero y alojándose en sitios muy precarios, carente de recursos tecnológicos para trasmitir sus noticias: estamos en la década de los 60, ha llegado a Persépolis y de allí vuelve a Teherán, la historia, un eco impreciso del presente: se regresa a "...a las multitudinarias manifestaciones, a los cantos y las consignas, al estruendo de los disparos y el hedor de los gases, a los francotiradores y a los libreros de viejo..." ¿No se habrá equivocado y estaría hablando en ese momento del Bagdad de hoy, que apenas es ya noticia?
El tiempo desaparece, se intitula uno de los últimos capítulos.
Para los griegos, todos los demás pueblos eran bárbaros. Herodoto descubre una verdad elemental, que aún parecen no haber entendido algunos pueblos de esta tierra y sus preclaros gobernantes: "No estamos solos, dice Herodoto (y agrega Kapuscinski, 'para demostrarlo emprende viajes hasta los confines de la tierra'). Tenemos vecinos y éstos, a su vez, tienen los suyos y así sucesivamente, y todos juntos poblamos un mismo planeta".
Los viajes verdaderos se confunden, percibe Kapuscinski, con los de Herodoto, a quien lee en todos sus momentos de asueto, esa lectura intermitente anula las barreras del tiempo: la historia se repite, pero la memoria del hombre es corta -bien lo sabemos- y nadie aprende en cabeza ajena: perogrullo.
Otra anécdota, es de la guerra entre los griegos y los persas. En Tesalia, el comandante persa Mardonio propone una tregua. Ante el Consejo de los Quinientos atenienses, Lícides, uno de sus miembros, explica que a su juicio sería válido aceptar esa propuesta de paz. "Al oírlo, los atenienses montan en cólera, rodean al orador y, acto seguido, lo lapidan(...) Nos encontramos en la democrática Grecia, orgullosa de la libertad de palabra y pensamiento". Y no sólo eso, explica Herodoto, transcrito por el escritor polaco : "... cuando las mujeres se enteraron de lo que había pasado, por impulso propio, exhortando unas a otras a que las siguieran, y corriendo todas juntas hacia la casa de Lícides, hicieron morir a pedradas a la mujer de éste, juntamente con sus hijos".
No comento más, leamos a Herodoto y con él, a Kapuscinski.