Usted está aquí: jueves 31 de agosto de 2006 Política Desertores

Miguel Marín Bosch*

Desertores

Cuando un soldado desampara o abandona su bandera se convierte en un desertor. Los gobiernos suelen castigarlos con mano dura. Hace unos meses el parlamento británico tuvo que decidir si mantenía la pena de cadena perpetua para sus desertores (que los define como aquellos soldados que se niegan a participar en la ocupación de otro país). Decidió hacerlo tras una abultada votación de 442 contra 19. Entre los 19 había miembros del Partido Laborista y del Partido Nacional de Escocia. Estos habían propuesto que la pena se redujera a dos años que consideraron "suficiente para alguien que ha seguido su conciencia".

Reino Unido mantiene unos 8 mil soldados en Irak. En la invasión (marzo y abril de 2003) murieron 33. Durante los tres años y medio de ocupación han muerto 115 soldados británicos. El número de desertores, según la BBC, es de mil, cifra que Londres califica de exagerada.

Estados Unidos, en cambio, tiene unos 130 mil efectivos en Irak y ha perdido a más de 2 mil 500 de sus soldados, 114 durante la invasión. Las autoridades militares estadunidenses suelen decir que el número de muertes de sus combatientes no compara con los que perecieron en otras guerras. Señalan que tanto en Corea como en Vietnam murieron unos 50 mil. Lo que no dicen esas mismas autoridades es que esa cifra de 50 mil es también el total de civiles muertos en Irak. Y ese número va en aumento: durante el primer año del conflicto murieron en promedio 20 civiles por día; en el segundo año pasó a 30 por día y ahora ha llegado a 36.

Desde el 11 de septiembre de 2001 Washington ha gastado arriba de 440 mil millones de dólares en "la guerra contra el terrorismo" y el 70 por ciento de esa suma la ha destinado a Irak. Los gastos mensuales de Estados Unidos en Irak superan los 7 mil millones de dólares. Dicho de otra manera, el costo mensual de la ocupación de Irak es cinco veces superior al presupuesto anual de las Naciones Unidas.

Al igual que Reino Unido, las fuerzas armadas estadunidenses han registrado bajas por deserción. A finales de 2004 el Pentágono anunció que unos 5 mil 500 efectivos habían desertado. Hoy se cree que ese número excede los 8 mil. Se sabe que 150 de ellos viven hoy en Canadá. Ese destino fue el preferido de unos 60 mil desertores durante la guerra de Vietnam. Los números entonces fueron muy superiores porque se trataba de unas fuerzas armadas cuyo alistamiento era forzoso. Hoy son todos reclutas, se alistan libre y voluntariamente. Entonces, ¿por qué las deserciones?

Los que están en Canadá representan un mínima parte de los desertores, que incluyen tanto a hombres como mujeres. La gran mayoría vive en Estados Unidos y muchos de ellos se la pasan escondidos y evadiendo a la policía militar. Algunos se atreven a contar sus historias a los medios de comunicación, arriesgándose así a ser identificados y localizados por las autoridades militares.

Muchos desertores justifican lo que han hecho en términos éticos. Uno de ellos, Jeremy Hinzman, señaló que durante los meses de entrenamiento le decían que "si te dan una orden ilegal o inmoral, es tu deber desobedecerla". Y agregó que la invasión y ocupación de Irak es ilegal e inmoral.

Hinzman ingresó al ejército a principios de 2001 habiendo firmado un contrato por cuatro años. Durante la etapa de instrucción básica se dio cuenta que lo estaban entrenando para matar y matar y no le gustó la idea. Les dijo a sus superiores que tenía problemas de conciencia. Lo enviaron a Afganistán para trabajar en una cocina mientras determinaban si era o no un auténtico caso de objetor de conciencia. Luego le informaron que no lo era y que lo trasladaban a Irak. Hinzman decidió escaparse y en 2004 se llevó a su familia a Canadá. Fue el primer desertor que pidió asilo (en calidad de refugiado), petición que las autoridades canadienses le negaron en marzo de 2005. Su caso sigue en los distintos tribunales de Canadá.

Ivan Brobeck aún no cumple 20 años y también se fugó a Canadá. Hijo de salvadoreña y estadunidense, decidió iniciar una carrera militar en 2003 y en marzo de 2004 aterrizó en Irak. Dice que ingresó al ejército porque "quería combatir a los malos". Le contaron los éxitos de las fuerzas armadas y él se convenció de que quería "defender la libertad". No le importaba morir en combate siempre y cuando se tratara de una causa buena y noble.

"En Irak -confiesa- me di cuenta que yo era parte del problema y no de la solución." Agrega que: "la gente quiere rehacer su vida y llevar una existencia normal, sin el temor de que alguien como yo les dispare. Un malentendido con la población civil puede resultar en varios muertos. De repente con mis compañeros empezaba a dispararle a un coche porque transitaba un poco rápido. La verdad es que lo que quería el conductor era alejarse de nosotros".

En cuanto a los llamados insurgentes, Brobeck dice que no lo son: "Se trata de personas que lo han perdido todo. Hubo un tipo que estaba furioso con nosotros porque habíamos matado a su familia, a su esposa, hijos, a todos menos él. Quería vengarse. Ese no es un insurgente. Es un hombre desesperado".

Brobeck nos recuerda el origen de su madre y dice que él está dispuesto a luchar contra una tiranía como la que hubo en El Salvador. Creyó que la guerra en Irak era una guerra justa. Concluye: "Pero no lo fue. Ahora, antes de volver a vestirme de militar, tendré que estar realmente convencido de que alguien con pistola en mano quiere invadir mi país".

A la memoria de Joseph Rotblat, hace ya un año que lo extrañamos

* Ex subsecretario de Relaciones Exteriores y director del Instituto Matías Romero

 
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