Usted está aquí: martes 29 de agosto de 2006 Opinión La decimotercera Bienal Tamayo

Teresa del Conde

La decimotercera Bienal Tamayo

En esta ocasión sólo 29 obras fueron seleccionadas para configurar la bienal vigente en el Museo Tamayo hasta el 10 de septiembre. No se escapa que es casi el único reducto museístico abocado a este medio, por más que la versión pasada se integró de obra sobre papel, cosa que suscitó repulsas. Participaron en la selección y premiación personas de trayectoria indudablemente calificada: Karen Cordeo Reyman, los curadores e investigadores Patrik Charpenel y Ana Elena Mallet, la artista Betsabé Romero quien ya ha participado en este certamen, y el pintor originario de Cuba José Bedia, que no necesita presentación alguna por ser de sobra conocido.

Las decisiones de un jurado son inapelables, porque los organizadores de tales acontecimientos depositan la autoridad en ellos. Hay que decir que las decisiones de cualquier jurado distan de alcanzar consenso total entre artistas, conocedores, estudiosos y el público en general. Esta no fue la excepción, dado que en las sesiones eliminatorias fue cancelada la admisión de pintores de primera línea, así como de candidatos a participar que se están labrando un nombre dentro del terrero de la pintura; uno de ellos recién presentó muestra individual en Casa del Lago y el más reciente número de Nexos está ilustrado con fotografías de sus obras, por cierto bien reproducidas.

Se recibieron dos mil 485 trabajos presentados por 972 artistas. Entre ellos 443 viven en el Distrito Federal y 440 provienen de otras entidades, además de que participaron envíos de mexicanos residentes en el extranjero e inclusive de artistas extranjeros que viven en México desde, por lo menos, hace cinco años, tal y como lo estipula la convocatoria.

Existe la tendencia entre amplios estratos del público, incluidos los connaisseurs, de valorar la pintura sólo por sus cualidades pictóricas, valga la redundancia. Yo veo natural que esta tendencia prevalezca, pero un jurado actúa siempre por el consenso que se establece entre sus integrantes, y en el caso presente vale la pena preguntarse si en realidad este género, que ahora es uno entre muchos otros, también válidos, agotó ya su etapa de recepción meramente estética en un mundo globalizado. No lo creo así y por ello pugnó el propio Rufino Tamayo, quien estableció esta Bienal en 1982. El curador avant garde Edgardo Ganado Kim mantiene la misma idea.

Aunque varias de las obras exhibidas van por el lado del diseño (y buen diseño) o de los remanentes que deja, por ejemplo, la visión arquitectónica, también hay obras que se instauran dentro de lo que es propiamente pintura. Una de estas es la de Marcos Castro (n. 1981), se titula Fin del mundo y alude a bombardeos. Otra obra pictorizada corresponde a Eric Pérez, quien ha llamado la atención en no pocos contextos. Me refiero a Un sueño: haciendo gala de humor, tiene que ver con las fuerzas naturales que provocan naufragios, mismos que el cine ha explotado con insistencia, pero no es esta una de las mejores piezas que le he visto. Marco Arce es otro cultivador que recicla temas, ya sea pictóricos o ilustrativos; también se le premió con un tríptico en el que codificó monstruos al óleo sobre papel, Fernanda Brunet, asidua concursante, esta vez no presentó tondos, sigue inspirándose en comic de raigambre japonés y tiene correspondencia con lo presentado por Armando Fraga (n. 1971). Saúl Villa (n. 1958) fue uno de los pocos "veteranos" admitidos y su trabajo tiene que ver directamente con la modalidad que ofreció recientemente en El ECO.

Una de las palmas, se la llevó justificadamente Fernando García Correa -quien junto con Pérez y Arce obtuvo uno de los tres premios que se otorgan. Se le exhibieron dos obras, la premiada muy superior a la otra, si bien, ambas se complementan. Los planos anteroposteriores geometrizados de Mario Rangel Faz (n. 1956) en lo personal me resultaron altamente efectivos, sobre todo el orquestado en colores complementarios. Los autorretratos al óleo en diferentes dimensiones de Manuel Mathar (n. 1973) son sin duda relevantes dentro del contexto de la pintura-pintura con tinte conceptual, y las acuarelas en 10 pequeños recuadros de Anabel Quiriarte y Jorge Bustamante Ornelas recuperan este medio con profesionalismo. Ellos, nacidos en 1980, son egresados de La Esmeralda, lo mismo que Roberto Turnbull, quienes obtuvieron mención honorífica. A éste se le eligieron las tres obras que presentó con el título Banderas y televisores. También resultan relevantes las piezas de madera de Alvaro Alcocer (n. 1977) y las dos pinturas de Alejandra Estopier Contreras (n. 1980 y alumna de La Esmeralda).

Se dice que esta Bienal fue sesgada; a mí me pareció ajustada al concepto que priva sobre "lo contemporáneo" si bien, como antes digo, la función estética de la pintura es lo que la hará pervivir, más allá de modas y de que quepa o no, en el llamado contexto contemporáneo.

 
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