Ciudad Perdida
Cámaras que actúan como camarillas
Claman pérdidas pero callan ganacias
Negocio redondo, afectaciones por plantón
El Gobierno del Distrito Federal logró, durante el primer semestre de este año, un superávit de más de 11 mil millones de pesos, entre otras cosas porque el número de personas que decidieron pagar sus impuestos se incrementó, es decir, hay un mayor porcentaje de la población que tiene confianza en la administración capitalina.
Pero lástima, esos dineros que deberían ser para obras de suma importancia para los habitantes de la ciudad, tendrán que destinarse para el pago a un buen número de hoteleros y restauranteros, por las supuestas pérdidas que les ha provocado el bloqueo en Paseo de la Reforma y parte del Centro Histórico, debido al miedo del gobierno federal, y del Partido Acción Nacional, a contar todos los votos y todas las casillas de la elección presidencial pasada.
La estrategia de los señores de las cámaras -que más bien son camarillas- de comercio y de turismo ha sido despedir empleados, a los que no les respetaban sus derechos laborales -como admitió el presidente de la Canacope, Enrique Guerrero-, y presionar con ello, y con campañas de televisión y radio, al gobierno que encabeza Alejandro Encinas.
Como es normal en estos señores, que seguramente pertenecen o cuando menos simpatizan con el partido que pretende usurpar la Presidencia de la República, y que en buena parte representan a intereses extranjeros, quieren cobrar aunque sean parte del conflicto.
Y lo hacen con el mismo método que usa el panismo: los panfletos televisivos, los denuestos en conferencias de prensa, y por debajo, los arreglos con las autoridades para conservar en buen estado sus ganancias. Pero sobre todo con la mentira.
Este movimiento lo encabeza Gonzalo Brockman García, representante de los hoteleros locales y agente de la cadena Best Western, que incluye hoteles como el Majestic, De Cortés y Estoril, y que pretende vivir del chantaje al gobierno de la ciudad.
A la baja en la ocupación hotelera en el corredor Reforma-Juárez-Zócalo, de apenas 6 por ciento en lo que va de este año, se contraponen las cifras que registran los hoteles de lugares como Polanco, que al final de la quincena pasada tuvieron una ocupación de 68 por ciento; en los hoteles que se ubican en el aeropuerto, la capacidad de alojamiento se fue hasta 69 por ciento, y en los del sur de la ciudad llegó hasta 73.5 por ciento. Pero además, en Santa Fe se alquilaron 96 por ciento de los cuartos disponibles y en el hotel del World Trade Center se llegó a 80 por ciento.
Claro que estas cifras se ocultan al público, es decir, no se manejan para hacer creíble la supuesta crisis, pero baste decir que hasta ahora solamente un acto empresarial se ha cancelado, que el flujo del turismo no se ha detenido y que los restaurantes más importantes, no los que desde hace algún tiempo disminuyeron su calidad, siguen recibiendo buena cantidad de comensales, cada día.
Aún con esto, el DF se ubica 1 por ciento arriba de todos los destinos turísticos del país, incluidos los de playa.
No obstante, Lorenzo Ysasi, presidente de la Cámara de Comercio del DF, a quien cualquier día de estos veremos como candidato a cualquier cosa por Acción Nacional, pidió, apenas el jueves pasado, que se retirara el plantón mediante la fuerza pública, mientras pedía que el gobierno de la capital le diera dinero.
Pero poco duró la mentira. Ya sabemos que los vecinos asociados del Centro Histórico, que prefieren no tomar partido en el conflicto político, advierten que las campañas mediáticas lanzadas por las cámaras de comerciantes, lejos de divulgar que el acceso al Centro Histórico se puede hacer desde muchos puntos, han contribuido a reforzar la percepción de que esta zona de la capital está bloqueada y es de peligro extremo. Lo cual niegan.
Y es que para las camarillas, que sí tienen una postura política definida, la cosa es ganar-ganar. Por un lado atacan el movimiento que pretende sanear la elección; por el otro quieren afianzar a su candidato, y por último, con el sistema de terror y cinismo, propio del panismo, pretenden que se les pague por sus pérdidas. A eso, señores, es a lo que nosotros llamamos saber hacer negocios. ¿O no?
¡Qué pancho!
Al finalizar la semana, en un restaurante del rumbo de Polanco, muy cerca del Paseo de la Reforma, que hasta hace algún tiempo servía las mejores carnitas de la ciudad, un grupo de panistas abordó a los comensales. Les entregaron un volante en el que se proferían insultos en contra del candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, y les pidieron que sacaran 11 copias y las repartieran entre sus conocidos.
Como muchos de los allí reunidos a comer -los salones estaban llenos-, Rigoberto Zambrano, un próspero comerciante, decidió no aceptar la propuesta indecorosa, lo que molestó a los azules, que ya no dejan ni comer a gusto. ¡Qué pancho!