El caricaturista político habla de su nueva obra titulada Siguen las firmas
Zaherir siempre a los poderosos puede minar los cimientos de la democracia: Hermenegildo Sábat
La idea puede ser debatible, advierte Hermenegildo Sábat, pero de todas maneras la expresa: ''Es más difícil dibujar en democracia que en dictadura, porque la democracia hay que defenderla, entonces hay que tener mucho cuidado. Hay gente inconsciente, por decirlo así, que se dedica a zaherir sistemáticamente a los poderosos y no se da cuenta que al mismo tiempo pueden estar minando los cimientos de la democracia. Cuando estamos delante de un tirano o un dictador siempre es uno solo, en cambio en la democracia somos muchos y hay que protegerla".
Sábat es reconocido como uno de los exponentes más importantes dentro del género de la caricatura política en Argentina y Sudamérica (desde 1973 trabaja para el diario Clarín); aunque también es pintor, amante de la literatura, músico, docente, fotógrafo, dirige la Fundación de Artes Visuales, y es autor de varios libros, el más reciente Siguen las firmas: inventario apócrifo de falsedades, mentiras y algunas certidumbres, que es una coedición del Fondo de Cultura Económica y la Universidad Nacional de Quilmes, en Buenos Aires.
Distante del poder
Nacido en Uruguay en 1933, pero radicado en Argentina desde 1966 y caricaturista desde los 15 años de edad, Hermenegildo Menchis Sábat da las claves de su permanencia dentro del género: ''primero paciencia y salud. Hay veces en las que pienso que la respuesta es porque no me acerco a zonas de poder y procuro estar lo más distante del poder, aun cuando a veces es inevitable. Procuro con mucha paciencia estar distante del poder.
''Los políticos me deben haber tenido como un loco total que no es peligroso, pero aún así, en algunas ocasiones y por interpósitas personas, recibo quejas de algunos. Durante la dictadura, que fue, ciertamente y por redundar, muy dura, a veces los dibujos decían exactamente lo contrario que el título. De algo estoy seguro, ningún dibujo puede derrocar a un tirano a pesar de que muchos tiranos con un dedo sí pueden destruir a un dibujante."
Solamente una vez, recuerda, hubo una amenaza directa: ''me hicieron pasar al cuarto del secretario general del diario para escuchar una grabación que decía que si insistía con los dibujitos me iban a poner en un avión y me iban a tirar en mitad del río. La persona que decía eso (se refiere al general Guillermo Suárez Masón) no era dado a promesas, era muy pragmático en ese sentido. De vez en cuando yo hacía una travesura hiriente y después durante 15 o 20 días me mantenía haciendo frivolidades". Su trabajo durante este periodo (1976-1983) le valió el premio María Moors Cabot, que otorga la Universidad de Columbia.
No me creo Rambo o Superman así que mentiría si dijera que no tuve temor, agrega el caricaturista; ''miedo tuvo todo el mundo, porque inclusive había veces que tiraban una bala a uno, pero esa bala rebotaba y le daba a otro. Era un mundo totalmente incontrolable. Yo hacía mi vida, pero no me acercaba a zonas de poder, cumplía únicamente con mi trabajo".
Labor que subraya está dirigida a los lectores: ''No es mi vanidad o la del caricaturista: el que piense primero en sí mismo tiene vida corta en este trabajo".
Más que irreverente, Sábat se define mejor como pícaro, y cita a uno de sus mejores amigos, el fotógrafo brasileño Flávio Damm: ''Alguna vez le escuché una frase que me pareció notable: 'yo cuido mis manos, mis ojos y mi picardía'. No sé si irreverente, pero uno sí puede ser pícaro".