El búnker y la razón cínica
Bajo la dictadura de Francisco Franco en España, la palabra búnker era sinónimo de una sociedad jerarquizada y clasista. Más allá de su definición etimológica (búnker = casamata, refugio fortificado), la mítica bunkeriana remitía a un modo de resistencia contra el cambio y la innovación sociales practicado por una minoría dominante. Junto a la defensa de la Santa Madre Iglesia, los miembros del búnker cultivaban la intransigencia. Un absurdo esencialismo a-histórico. El a-dialectismo. Provistos de un severo repertorio ideológico con aires de cruzada, los miembros del búnker se singularizaban por la afirmación y la defensa permanentes de los valores y los intereses de la clase en el poder. No podía haber otra moral ni otro orden de libertades que no fueran los del orden capitalista-burgués impuesto por la dictadura franquista. En el esquema maniqueo que enfrentaba a las fuerzas del bien con las del mal, Dios no podía ser jamás republicano.
Si contrastamos el México actual y a su clase dominante con el franquismo, conviene preguntar por qué alguien -persona o entidad social- es intolerante y por qué ese fanatismo queda envuelto en la maniobra que utiliza el repertorio de los principios permanentes. Tras esa escenografía se esconde una respuesta sencilla: la defensa de un orden concreto de intereses; todo un estilo y un modo de vida que conviene a esos intereses de clase.
Es común que los principios se apuntalen de manera constante con la creación de una mítica. Así, no es forzado admitir que tanto los bunkerianos del nacional-catolicismo español, como los neofranquistas, los foxistas y neopanistas de hoy han tenido un sentido muy agudo del marketing, de las exigencias del mercado.
Conviene recordar que el mito es al mantenimiento del esquema social lo que la publicidad a la expansión del producto: un modo de promoción constante que actúa sobre el deseo del consumidor. Los miembros del búnker entienden eso a la perfección. Saben que su permanencia en el poder y la correspondiente esclerosis política y moral de la sociedad subordinada, sólo son sostenibles si se dinamiza su presentación y su envoltura. De ahí la insistente creación de mitos, que son la correa de transmisión de su política defensora de los intereses dominantes.
Los mitos del búnker se refieren, como es natural -y no está de más confrontarlos con las trampas semánticas y la fraseología falsificada del régimen foxista en el México poselectoral-, a los valores más comerciables en el mercado: la unidad sublime del ente nacional; la defensa de México, de la patria, de la democracia, las instituciones, las libertades, del Estado de derecho; el orden natural de las clases sociales, y el enlace directo con la divinidad, verbigracia, el llamado de varios jerarcas de la Conferencia del Episcopado (los cardenales Norberto Rivera y Juan Sandoval y los obispos José Martín Rábago y Carlos Aguiar) "a la reconciliación, la concordia y la paz" entre los mexicanos, en contraposición al "odio" y la "violencia", que "siempre es condenable y estéril", de quienes -se infiere-, no serían mexicanos. Mitos, mitos, mitos.
Un búnker, dos búnkers, tres búnkers... Hay un búnker que desata campañas de odio y de miedo, con mensajes racistas, anticomunistas y antintelectuales que recuerdan los gritos frenéticos del falangismo español de ¡Muera la inteligencia! y ¡Viva la muerte! En sus filas hay rufianes como los que atacaron a Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis y al cineasta "judío" Luis Mandoki, y tasajearon obras artísticas de apoyo al voto por voto.
Ese búnker, constituido por profesionales del odio de extracción cristera, profalangista y sinarquista, que se han rearticulado durante el foxismo a partir de los residuos de organizaciones semisecretas anticomunistas tipo el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), la Organización Nacional de El Yunque y Los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara, es preocupante, pero no tanto. Se sabe dónde están, quiénes lo componen y dónde reciben apoyo y dirección moral y económica.
Hay un búnker-masa que integran organizaciones civiles de ultraderecha que profesan un integrismo básico, tales como la Asociación a Favor de lo Mejor, Red Familia, Yo Influyo, Consejo Mexicano de la Juventud, Alianza Sindical Mexicana, Liderazgo Emprendedor, Compromiso Joven, Vida y Familia A. C., Asociación Nacional Cívica Femenina, Pro-vida, Centro de Liderazgo y Desarrollo Humano, Unión Nacional de Padres de Familia, Confederación USEM, México Unido contra la Delincuencia, que se alimentan de la mítica que ampara los valores esencialistas y permanentes de la plutocracia gobernante, que remiten a la paz, al orden y el continuismo en el marco de una estructura opresora y antidemocrática que se escuda en un liberalismo formal.
Ese búnker-masa, cuyas organizaciones dirigentes esgrimen un prefascismo larvado, es el que se moviliza a partir de fenómenos a-críticos, emocionales (temores, miedo). El que nutre las manifestaciones patrióticas o sale a la calle cuando el "orden" es desafiado por la "criminalidad" (por ejemplo, la Marcha del Silencio del 24 de junio de 2004). Es la misma masa que fue bombardeada mediáticamente con la consigna "AMLO: un peligro para México", con la intención de arrancar un voto del miedo en los pasados comicios. Fue a esos grupos a los que se dirigió Felipe Calderón cuando lanzó la campaña Pintemos a México de blanco, en el marco de un discurso fascistoide que confronta a los "pacíficos" con los "violentos". Es en esos grupos, que integran la llamada Sociedad en Movimiento, que esperan apoyarse Calderón y el PAN si llegan al gobierno, para ensayar un autoritarismo de nuevo tipo.