Usted está aquí: lunes 7 de agosto de 2006 Deportes Otra oreja para Joselito Adame en Francia

Otra oreja para Joselito Adame en Francia

LUMBRERA CHICO

En los mentideros de la fiesta, donde todo se sabe pero no todo se dice, una versión asegura que Joselito Adame, el niño prodigio mexicano que lleva más de un año formándose en plazas y ganaderías de España y Francia, quiere venir como novillero a la temporada grande en la México, en el marco de una corrida mixta con dos matadores y otro aspirante, como se acostumbra allá en la península. La idea no les ha caído mal a los nuevos empresarios del embudo de Mixcoac, lo que no les gusta es lo que pide por su actuación el muchacho.

Por lo pronto, Joselito añadió otra oreja a su abundante cosecha de apéndices europeos. En esta ocasión la cortó en la localidad francesa de Parentis, donde alternó con dos desconocidos: Medí Savalli, que tiene apelativo de gitano y apellido de italiano, y un joven que oculta su identidad bajo el enigmático nombre de guerra de El Santo. El ganado fue del hierro de Pilar Población, que no colaboró en absoluto con los coletudos, quienes sin embargo recibieron el beneficio de la indulgencia de un público que los ovacionó por el solo hecho de haber salido a jugarse la vida.

Medí Savalli, cuentan las crónicas, estuvo valiente con su primero al que pinchó para oír un aviso, pero de todos modos fue convocado a saludar al tercio; con su segundo corrió con mejor fortuna a la hora de empujar la toledana y fue premiado con una vuelta al redondel. Poseedor de un carisma algo menos poderoso que su antecesor en la arena, El Santo anduvo con el ídem de espaldas y por pinchar a su primero también escuchó un bocinazo, antes de retirarse al burladero entre el respetuoso silencio de la gente, que le repitió la dosis de no chiflarlo pero tampoco aplaudirlo cuando liquidó a su segundo.

A Joselito Adame, a diferencia de sus alternantes, el juez le tocó dos avisos debido a que su primer adversario se le volvió de piedra y el niño, que nomás no podía encontrarle el hoyo de la agujas, a punto estuvo de sufrir la humillación de que los clarines se lo devolvieran vivo a las corraletas. Herido en su honor por esa adversidad, siguen contando las crónicas, salió a entregarse con el que cerró plaza, al que embarcó en dos faroles de rodillas para luego zumbarle una señora tanda de verónicas a pies juntos.

Como el bicho soseaba después de sufrir dos picotazos que apenas le hicieron sangre, ordenó a su cuadrilla que el segundo tercio fuera cubierto con rapidez y después de brindar a todos los presentes, citó de largo sin que el de Pilar Población le correspondiera, de modo que fue a buscarlo y tirando de él se lo llevó a los medios antes de presentarle una muleta bien planchada que el torete no quiso ni oler.

Sin perder la calma, empezó a adornarse por la cara y tras un repentino cambio de manos le pegó tres naturales de aúpa y lo mató de media en todo lo alto para cortar la única oreja de la tarde y conseguir de nuevo el título de triunfador. Para los conocedores lo que hizo fue un ejemplo de precocidad y un derroche de afición; otro en su lugar habría tirado la toalla.

 
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