Usted está aquí: lunes 7 de agosto de 2006 Deportes Gran faena izquierdista de Pepe Murillo, apenas valorada por público y autoridad

Seria división entre matadores y subalternos cobra las primeras víctimas

Gran faena izquierdista de Pepe Murillo, apenas valorada por público y autoridad

El Pali y El Chihuahua, demasiado verdes

Los de El Rosedal, tolerables pero mansos

LEONARDO PAEZ

Ampliar la imagen El Chihuahua, momentos antes de ser cornado Foto: Jesús Villaseca

Lo que no entra, no entra, le oía decir a un viejo ganadero de reses bravas, harto del interminable desfile de niñatos aspirantes a novilleros que pasaban por su ganadería, no sólo para exhibir su falta de modestia como aprendices, sino los estragos que el espíritu de la época ya había causado en su mente y en su corazón.

En descargo de su actitud debe decirse, le argumentaba, que no existe hoy un espectáculo más extemporáneo y contrario a la frivolidad disfrazada de modernidad que la lidia de toros bravos. La falsa globalización, es decir, la genuina imposición de patrones ideológicos, económicos y culturales por parte de los países más beneficiados, debilita no sólo la autoestima de pueblos enteros sino la percepción individual de sí mismo y de los recursos de la propia comunidad.

Le ponía como ejemplo que hace años la fiesta brava de México y otros países dependientes quedó reducida a Hermoso, Ponce y El Juli, como únicos nombres con cierta capacidad de convocatoria.

Cero y van cuatro novilladas en la Plaza México y son muchos más los novillos desaprovechados por los jóvenes que las cualidades mostradas para aspirar a sobresalir en la profesión. La renovada San Diego de los Padres, la encastada Felipe González y las debutantes San Isidro, en la segunda, y El Rosedal, ayer, han enviado reses que merecían mejor suerte en el ruedo.

Sin embargo, entre recomendados, improvisados y adelantados, sólo un joven, el colombiano Ricardo Rivera, ha demostrado que quiere y además puede. Si a esta falta de tino para seleccionar prospectos se añade la escasa publicidad que se hace a los festejos...

Para colmo, la división entre matadores y subalternos alcanzó tintes maquiavélicos luego de que el secretario de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, Beni Carmona, decidió vetar a aquellos matadores que actúen asistidos por similares, es decir, compañeros que hagan las veces de cuadrillas. ¿A quién beneficia este veto que de entrada perjudica a matadores y público?

En un boletín aparecido el pasado viernes, el representante de la Asociación de Matadores, Paco González, denunció que: "Ciertas empresas no han querido pagar el fondo de reserva que tanta falta hace a la asociación, pues es la única forma en que se puede hacer frente a las cornadas. La falta de ese valioso pago ha dejado a varios toreros tirados, sin atenderlos correctamente".

Calificó de traidor a Eulalio López El Zotoluco y acusó a Beni Carmona de haber incumplido los convenios firmados ante notario y de estar al servicio de las empresas.

Las consecuencias de estos jaloneos intergremiales no se han hecho esperar y a la lista de matadores vetados por los subalternos -Mariano Ramos, Federico Pizarro, Paco González, Xavier Ocampo, Alfonso Ramírez El Calesa y Jerónimo, además del rejoneador Enrique Fraga- se añade la arbitraria sustitución de Jerónimo por Fernando Ochoa para la corrida de ayer domingo en Teziutlán. Pero como anda diciendo el neoparafraseador: "divide y no te la acabarás".

Poco de memorable en la cuarta novillada, como no sea subrayar la calidad del tapatío Pepe Murillo, que con el complicado Ebano, que abrió plaza, y el suavote Olmo, su segundo, mostró considerables avances y reiteró su gran potencial con capote y muleta, no así con el estoque.

Siempre erguida la figura, quieto las más de las veces, con gusto al realizar las suertes, gustándose y gustando al tendido, el joven Murillo hizo sin discusión lo más torero de la deslavada tarde. Templadas verónicas, ajustadas gaoneras, sabrosos muletazos iniciales por alto, derechazos largos y, sobre todo, naturales de ensueño, con hondura e interioridad, con una onza que está obligado a cambiar en cuanto le coja la muerte a los toros.

No obstante haber pinchado arriba y enseguida dejar un estoconazo en todo lo alto, el rigorista -con visión de Rigo Tovar- juez Cardona negó la oreja que solicitaba la mayoría, para de paso contagiar al público, que luego ya no lo dejó dar la más que merecida vuelta. Pero de que en Pepe Murillo hay un prospecto firme no cabe la menor duda.

De Alfonso Hernández El Pali y de Antonio García El Chihuahua, por el contrario, debe decirse que aún están demasiado verdes o que, de plano, lo que no entra no entra, sobre todo el segundo, quesque con 52 novilladas toreadas y que acabó con un hombro dislocado al entrar a matar al que cerró plaza. "¡Empresa! ¿y El Palentino, cuándo?", se oyó gritar desde las alturas.

 
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