Todo o nada: el suicidio de la política
La sabiduría oriental es milenaria. Existen textos antiquísimos que nos dicen cosas muy actuales. Por ejemplo, El libro de las mutaciones (texto chino de hace miles de años) incluye la imagen del Antagonismo. Y nos dice: "Cuando los hombres viven en oposición y enajenamiento mutuo como extraños, no puede llevarse a cabo ninguna gran obra en común".
La política es una actividad humana. Debería originarse en la virtud, en el amor al bien común, en la justicia y en la moral; cuando éstos desaparecen, surgen los ritos para evocar esos principios, y cuando, a su vez, desaparecen los ritos, surge la necedad, según explica el Tao Te King, otro texto ancestral que nos aclara muchas cosas. La necedad es una ilusión que no vive en el ser, que es lo permanente, sino una impresión subjetiva que nubla la luminosidad del pensamiento.
La necedad es lo contrario de la política. No es el ser frente al espejo, que sería la reflexión íntima y lúcida, sino frente a la muralla personal que produce la cerrazón y el aislamiento. El espejo refleja la realidad, la muralla su negación. El necio no tiene salida. Se halla encerrado en su "idea", que es su muralla sin salida. Pero no es una idea lo que lo motiva, sino un pensamiento imaginativo que le hace creer en algo, en aquello tan propio, que ni él mismo se cree.
Las naturalezas menos evolucionadas, a veces, tienen una "idea", que constituyen un principio de vida, sintiendo que lo importante es tener la razón, misma que secuestran para sus fines, careciendo de la humildad para reconocer que la condición humana puede aspirar a estar con la razón sin apropiarse de ella. Dueños de la razón, justifican el rapto y concluyen: "todo o nada". Ignoran que lo necesario es estar con la razón, sin poseerla para su beneficio.
El ya mencionado Tao Te King, dice: "El Sabio no tiene corazón propio./ Su corazón es el corazón de la gente./ Es bueno con los buenos, Y bueno también con los que no lo son,/ Porque la vida es bondad./ Es fiel a los fieles,/ Y fiel también a los infieles, / Porque la vida es fidelidad./ El Sabio calla ante el ruido del mundo,/ Y abre su corazón de par en par./ Todos lo miran y lo escuchan./ Y él los acoge como si fueran sus hijos".
La persona digna de gobernar a este país en los próximos años debe estar atento a estos preceptos básicos de la realidad humana. Si no es humilde, si no es tolerante, si no es bondadoso, fiel, atento y carece de cualidades para convocar a los corazones de su pueblo, no merece ser considerado para guiarlo.
Con mucha facilidad, y debido a la necedad y la intolerancia, el necio puede transformarse en autoritario e impositivo, en sordo e indiferente a la diversidad que pretende gobernar.
Cuando un pueblo se polariza es porque dos necedades se enfrentan; porque hay un choque de trenes entre dos "dueños de la razón". Porque se niegan a seguir el "camino de en medio": el de la armonía, la tolerancia y la convivencia.
Como lo he recordado en diversas ocasiones, el antagonimo lo hemos ya vivido en muchas épocas; cuando se consumó la Independencia Nacional hubo borbonistas e iturbidistas, yorkinos y escoceses, centralistas y federalistas, polkos y puros, conservadores y liberales, lerdistas y porfiristas... Pero eso ha sido superado en algunos periodos, a costa de imponer un poder superior que heredamos de la teocracia indígena y novohispana; por eso la democracia es una experiencia que debemos vivir para resolverla con ingenio, a la "mexicana", no a balazos y con estupideces.
México es un país que ama la justicia, el respeto y tiene el humor y la inteligencia de aceptar al otro, incluso hasta cuando se burla de él. Sin embargo, su pueblo ya está cansado de observar al poder como la principal fuente de la riqueza de unos cuantos que lo usan para su beneficio y no para el bien común.
"Todo o nada", advierte el pueblo entre sus actuales políticos, indispuestos a resolver un problema, creando una fatalidad que construyen momento a momento, día con día, y que nos llevará, sin la mediación necesaria, a vivir divididos, como ya lo estuvimos en otra aciagas épocas de nuestra historia. Necesitamos al mediador que proponga o el componedor que disponga antes de llegar al tribunal que imponga.
La polarización puede llevarnos a la nulificación de un costoso proceso electoral, aceptado por un pueblo al que le cuesta esa contienda millonaria. Y la nulificación a un "interinato", es decir, a la elección no democrática, decidida por una minoría de "notables", portadores de diversos y peligrosos intereses, de manera indirecta, como lo hemos vivido en el pasado.
Ya se barajan nombres. Ya hay candidatos para el "interinato", ya hay una colección de buitres dispuestos a devorar el cadáver de la democracia mexicana de principios del siglo XXI: de herederos del terrible Victoriano Huerta, quien asesinó a Francisco I. Madero y a José María Pino Suárez, pero también a esa democracia mexicana que tuvimos la ilusión de recuperar para nuestro porvenir, en esta época en la cual nos ha tocado vivir. No todos han sido tan funestos como Huerta, pero sí han sido títeres de otros poderosos. Siempre será mejor un presidente elegido por el pueblo que uno impuesto por una minoría interesada.
Lo que no me gusta de los "interinos" es que reflejan la incapacidad política para lograr conciliaciones civilizadas dentro del proceso dispuesto por nuestros anhelos y nuestras leyes, sino que representan a la figura emergente de aquel que sabemos cuándo empieza, pero no cómo ni cuándo acaba. Por eso es imperativa la exhortación en el uso de la creatividad y la inteligencia políticas, que nos alejen de pasiones obtusas y amuralladas.
Es preferible recordar al sabio del Tao te King. O mejor aún, el texto del Libro de las mutaciones, el cual también contempla que el Antagonismo puede ser creador y procreador de vida, como el que gestan el "Cielo y la Tierra, espíritu y naturaleza, hombre y mujer", sus generadores, cuando hay conciliación.